Cuando un equipo gana por tres goles de diferencia se dispara el término “goleada”. La palabra se asocia con ese predominio marcado de un equipo sobre otro que a veces vuelve aburridos los partidos. Futbolísticamente, no hubo tal desnivel entre Vélez Sarsfield y Defensor Sporting, que resultó superado en su propia casa por 3-0. Pero la supremacía argentina no se puede discutir. Lo exagerado del resultado viene por añadidura: un plantel más rico, experimentado y antiguo es capaz de aprovechar mejor las oportunidades.

Prolijo pero anunciado, el violeta tuvo problemas para ponerse la pilcha de protagonista. La visita lo esperó con dos líneas de cuatro lo suficientemente buenas como para cuidar la pelota tras cada recuperación. Los volantes Augusto Fernández y Martínez pasearon esa virtud por las bandas, a las que David Ramírez se arrimó más que el más adelantado Óvolo.

El dueño de casa regaló sus mejores momentos cada vez que pudo jugar rápido, aprovechando esos espacios que nacen cuando el rival todavía no pudo plantarse bien. Es notorio que el Chavo Díaz apuesta a un Defensor rápido y profundo, vestido para matar si el partido se presta para el contragolpe. Es decir: si no es como el de ayer. Porque Vélez se regaló poco y, para peor, embocó al arco de Irrazábal justo antes del final del primer tiempo. La viola aportó su granito de arena con un doble error: el arquero cometió una falta técnica en el área y generó un tiro libre mal defendido y bien aprovechado por Ramírez, que pescó en el entrevero y sacó el 1-0. Algo así como sacar una corvina negra.

No era la mejor coyuntura para esperar y salir rápido. Y así y todo, hubo un par de combinaciones interesantes. En una de ellas, el Zurdo Rodríguez se mandó su mejor aporte ofensivo con un lindo centro que Risso bajó de cabeza y que Pintos no pudo conectar tan bien como hubiera querido. Se había visto otra bastante antes, cuando el partido no cumplía ni un minuto y Rolan lideró un ataque que pudo terminar en gol. Pero Nico Olivera definió mal abajo del arco.

Nico puede más. No pasó inadvertida su cuota de pausa y toque ante un rival plantado, que obligaba a pensar cada paso para no rifarla. Pero no pesó cerca del área, donde su aporte puede significar esa llave que Defensor nunca encontró para entrar. Lo mismo le cabe a Aleman, que se enojó con los minutos y fingió faltas en cada enojo. Las maestras de mi época, de permanente y labios pintados, dirían que le pasó lo que al pastor mentiroso. Es que cerca del final, el árbitro Osses no sancionó un par de faltas en las que realmente lo habían castigado.

El Chavo Díaz debió combatir mejor la impotencia. Tras dos casi goles amontonados a los 15 minutos del complemento -un gran cabezazo de Fleurquin y otro de Arias-, Defensor perdió efervescencia. Y el primer cambio recién llegó a los 23: el grandote Callorda fue la apuesta. Pero salió Risso, justo cuando empezaba a ganar en la azotea. Diez minutos después, saltó a la cancha un delantero habilidoso. Puerari le ganó la pulseada a Britos, que quedó en el banco.

Vélez desactivó el plan con un gol vecino del cambio. Fue cuando más se vieron las diferencias que gestaron el exagerado resultado. Aquello del plantel, la riqueza y la experiencia. Hay ejemplos. Óvolo y Domínguez cerraron la cuenta gracias a la capacidad de resolución que a Defensor le faltó. Insúa, el volante creativo que estuvo a punto de venir a Nacional y que sería titular en cualquier equipo uruguayo, entró desde el banco. Las asimetrías pesaron. El grupo copero de Defensor asoma difícil. Sería un crimen usarlo de vara para medir un proceso a largo plazo. Potencialmente interesante pese al 0-3.