El patriarca hebreo Abraham y sus hombres mantuvieron una guerra por agua que terminó sin victoria. Acordaron con su oponente cavar y beber del mismo pozo, sellando un pacto de paz. Este relato bíblico fue recordado por el diplomático para resaltar su moraleja: “No vale la pena pelear por los pocos recursos de agua que tenemos, es mejor reunir esfuerzos para producir nuevos recursos”. Luego destacó que ese espíritu reina en su país respecto del tema y es lo se espera de los demás. Nobleza obliga a cumplir con “el profeta” y, por tanto, ofrecer soluciones a la problemática del agua en todos los rincones de mundo.

Se afirma que la próxima disputa mundial será por el agua. ¿Cuándo? Al traducir esa afirmación en números, la contienda no parece tan lejana. Según un video informativo en que se explica la situación del mundo e Israel al respecto (Israel, Newtech http://www.youtube.com/watch?v=PKlBsQmvDwo), se prevé que para la próxima década la falta de agua para el consumo humano afecte a 35% de la población mundial. Israel es, al parecer, una de las naciones más adelantadas para paliar la futura crisis del recurso hídrico.

En cuanto a la geografía, topografía, hidrografía y los índices pluviométricos anuales, Uruguay e Israel están en las antípodas. Éste ha paliado su desventaja mediante el uso de tecnología y una política pública sostenida por décadas. Hace 60 años estableció como prioridad solucionar el problema del agua. Mientras tanto, en Uruguay se piensan soluciones de último momento para enmendar problemas de larga data. Dos palabras identifican la situación de ambos países: cuando aquí se habla de superabundancia, allá “déficit” es la palabra más asociada al recurso.

La lluvia, los reservorios naturales y el agua subterránea son fuentes que utilizan ambos países para abastecerse. Sin embargo, la diferencia está en la cantidad y disponibilidad de cada uno. En el norte de Israel llueve menos de la mitad del promedio anual de precipitaciones de Uruguay. El país registra entre 35 y 45 días de precipitaciones al año, con decisiva desigualdad de distribución entre norte y sur. En la región septentrional llueve durante 52 días con un promedio de 553 milímetros, pero en el sur son apenas cinco días y 27 milímetros aproximadamente. El promedio uruguayo es 1.450. Aquí la lluvia se espera, se desea; allá se lanzan sales de plata al cielo para provocarla. Si bien Goren destacó las virtudes de este invento, dijo que no es suficiente para paliar la problemática nacional. Un ejemplo lo brinda la sequía extrema de 2008, en contraposición a la abundancia de 2011. La insuficiencia es corregida allí con tecnología y, de hecho, Israel es líder en reciclaje de aguas servidas y desalinización, con lo que genera 25% del agua que utiliza. Como Uruguay comparte el acuífero Guaraní con sus vecinos, Israel hace lo mismo con los acuíferos de la costa y la montaña. La diferencia está en el uso. En Uruguay, sus aguas se utilizan, mayormente, para el turismo termal, mientras que en Israel los acuíferos son una fuente de uso frecuente. “No tenemos agua sobre la tierra y los usamos demasiado. El acuífero de la costa se vuelve cada vez más salado”. Las hidrografías también difieren ampliamente. Sólo tres reservorios de agua naturales aparecen en el mapa de Israel: Mar de Galilea, mar Muerto y río Jordán. Éste, siendo su principal fuente de agua dulce, es similar al Río Yi. “En Uruguay este tipo de río no tiene nombre”, graficó. Israel es bañado al norte por el Mar de Galilea y al sur por el mar Muerto. Las piletas de decantación de una fábrica de fertilizantes y el retiro de sus playas en entre dos y tres kilómetros están cambiando la fisonomía de este último. El Mar de Galilea no ofrece una perspectiva más alentadora: con 214 metros debajo del nivel del mar, y luego de las intensas lluvias de este año, la creciente no ameritó la apertura de las compuertas de su represa, que fueron abiertas por última vez en 1992. La preocupación de la sociedad por el mar Muerto garantiza a su nivel de agua un espacio en los noticieros al final del invierno y de cada mes.

La distribución

¿Cómo se distribuye el agua? Israel utiliza 48% en la agricultura extensiva, 40% en el servicio residencial, 9% en la industria y 3% en otros varios usos. El riego por goteo es una alternativa que permite usar menos agua aplicada a la tierra maximizando el rendimiento de semillas y fertilizantes. Pero esa solución a corto plazo no fue suficiente. Por el alto consumo del recurso en la agricultura se cambió el perfil exportador: “Antes exportábamos algodón y naranjas, pero con ello agua, y la ganancia no era demasiada. Exportábamos lo que no teníamos. Optamos por exportar productos que tuvieran menos agua”. Agentes como el gobierno y los productores agrícolas están fomentando el riego con agua salobre, tal vez causa de que los productos sean más sabrosos y tengan más demanda que antes. En la conferencia se comentó que hay productores en Uruguay que utilizan el riego por goteo para sus cultivos de soja con resultados muy alentadores. El sistema duplica el rendimiento hasta alcanzar 4.000 kilos por hectárea, contra 2.000 obtenidos con los sistemas tradicionales.

Cuando la maximización del uso del agua llegó a su límite fue imprescindible pasar de la mera recolección del recurso a su producción. “Ustedes tiran las aguas servidas al mar, pero hay que reciclar el agua para no contaminar la que está en el mar”, recomendó. Mientras aquí se instalan a ritmo constante las industrias sobre los ríos, Israel advierte sobre las consecuencias del derroche: tira sólo 25% del agua usada al mar y recicla 75%. ¿Qué hace con ella? La reinyecta en las arenas del sur y en el acuífero, y la usa en cultivos aptos para consumo humano. Sus inventos trascienden fronteras: en las olimpíadas de Beijing 2008, más de 2.000.000 de m3 de aguas servidas fueron reutilizadas para regar los jardines de la villa olímpica. Pero, otra vez, la solución fue insuficiente, entonces se desalinizó el agua. “No falta agua, sobra sal”, apunta Gustavo Kronenberg (http://www.eluniversal.com.mx/internacional/61124.html), directivo de la planta de desalinización del sur del país, para referir a que la desalinización es quizá la mejor alternativa, ya que además de resolver en buena medida el déficit, aporta agua de muy buena calidad y alienta una industria manufacturera más rentable. Israel comenzó en 2004 con esta modalidad y para 2014 prevé haber desalinizado 1.000.000 de m3. La utilización de gas como combustible para el proceso, sumado a que se desaliniza agua de napas salobres con menor proporción de sal que la del mar, no demanda un excesivo gasto de energía. Una de las cuatro plantas del país ofrece el agua con mejor relación costo-beneficio: produce el metro cúbico a 52 centavos de dólar. Con ello, Chipre pudo solucionar su demanda de agua, que incluso le causaba problemas atmosféricos. Goren auguró para esta tecnología: “Va a solucionar [el déficit]. En Israel ya no tenemos problema de agua, ya no hay que pelear con los vecinos. Vamos a devolver agua a la naturaleza, al mar Muerto”. Sobre las políticas de protección del uso del agua, resaltó: “Tenemos mucha conciencia, porque en los años malos, cuando había poca agua en el Mar de Galilea, en la televisión se hicieron muchas campañas para concientizar a las personas de que ahorren agua, lo que tuvo éxito”. En el país es obligatorio el doble golpe de cisterna y muchas familias guardan el agua fría que sale de la ducha mientras esperan la caliente para utilizarla en el jardín: evitar pérdidas es otra forma de economizar. El diplomático destacó la pertinencia de que el gobierno administre la producción y distribución del recurso y enfatizó en la necesidad de una autoridad en el agua con perfil profesional encargada de la planificación, distribución y fijación de tarifas. La “autoridad nacional del agua” israelí no es comparable a entidades como OSE o la Unidad Reguladora de Servicios de Agua porque no actúan “de la forma tan estricta como se hace allá”. En su país, la tarifa de agua es diferenciada según la actividad de uso y la cantidad de personas que habita cada casa.

Sus circunstancias

No es que las situaciones de ambos países sean distintas sino que son opuestas. “El problema es que en Uruguay llueve: sabés que en algún momento llueve”, se escuchó decir en el evento. Cada año, representantes del agro aparecen aquejados por la sequía y la escasez de pasturas, y le “avisan” al consumidor que ello se reflejará en el precio del producto. Luego suben la carne, la verdura y casi todo. En la ganadería extensiva la situación no difiere demasiado: 50% de los potreros carece de agua. La variabilidad e imprevisibilidad son dos constantes en los niveles de precipitaciones de Uruguay y la posibilidad de que haya dos registros similares consecutivos es absolutamente nula. El 2012 vino con agua, que dio tranquilidad a los productores y generó el consecuente derroche. ¿Qué pasó con aquellos productores que en el desértico verano de 2011 se reunían con autoridades del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca (MGAP) y preguntaban sobre préstamos para la compra de insumos de riego y exigían soluciones? Entonces, una tarde, un grupo de productores de Colonia se reunió con las autoridades de la cartera para manifestar su preocupación: peligraba el futuro de sus cultivos y su ganado. Eran días en que el sol cuarteaba la tierra y el agua parecía haber olvidado ese rincón del mundo. Al finalizar el encuentro, desde el MGAP se invitó a los presentes a que asumieran una actitud previsora y a que, si después llovía, no olvidaran aquella tarde y los pesares de la sequía. ¿Qué pasó? Llovió, y una vez más los productores sufrieron amnesia. “No hay nada más peligroso que un paisano con pasto”, reza un viejo dicho de campaña.