-¿Los saqueos fueron una movida de actores de la derecha?

-En general, cuando hay cuestiones sociales de por medio me niego a responsabilizar siempre a la derecha. Ese tipo de justificaciones eluden el problema real. Quizá, en algún caso puntual, como el de Lecocq y Aparicio Saravia, hubo cosas raras, pero en otros no creo que hayan actuado grupos de derecha. Hubo explosiones de gente, aumento del desempleo, incremento de los desalojos, explosión de los asentamientos, infantilización de la pobreza. La gente reacciona y enseguida se dice que fue una conspiración de la Policía. Por favor.

-¿Dónde estaba el 2 de agosto?

-Acá, en Santa Catalina, frente a la carnicería. El dólar pasó de 14 a 35 pesos y no podía comprar carne. La preocupación nuestra era cómo salir a cazar vacas. Había una olla popular que les daba de comer a 700 personas todos los días un ensopado. Y esa gente estaba muy caliente. En los asentamientos, cuando había alguna movilización, contra las razias, por ejemplo, hubo intervención de la izquierda radical, del MLN [Movimiento de Liberación Nacional] o del MPP [Movimiento de Participación Popular]. Si cuadros de la derecha se meten a provocar, eso no deslegitima a toda la gente que estaba en la calle. Había un hambre desesperante y si un agente policial encubierto va a un lugar a decir “vamos a saquear supermercados” y se le suman 100 o 150 personas, como pasó en San Martín y Yatay, el tipo pone el dedo en la matadura; es el detonante, pero antes hay una situación social.

-¿Cuál era su posición por esos días?

-Yo creía en dos cosas: en lo económico, a los bancos fundidos no había que salvarlos, y en el plano político había que voltear a Jorge Batlle. ¿Por qué no lo vas a voltear a Jorge Batlle? Pero se impuso la concepción de la democracia formal: esperar a las elecciones. El aparato del Frente Amplio terminó ganando, terminó teniendo razón.

-¿Teniendo razón o ganando?

-Ganando; desde el punto de vista electoral tuvo la razón, fue una estrategia correcta. No fue una estrategia correcta para los intereses populares. La crisis de 2002 marca el momento en el cual los sectores dirigentes del FA, encabezados por Danilo Astori, empiezan su asociación con el gran capital. A partir de ahí Danilo se gana la confianza de los organismos financieros y las corporaciones. Ese juego político, que incluye el salvataje a la banca, arrastró a toda la izquierda hacia un modelo neoliberal con políticas sociales.

-¿Qué sectores de la izquierda eran partidarios de precipitar la caída de Batlle?

-Sólo la Corriente de Izquierda. El Partido Comunista dudó. En el FA predominó la línea de lo menos malo, o sea, un anticipo de lo que vendría después. Había un clima de efervescencia, pero el FA operó para amortiguarla y canalizarla sólo para el plano electoral. Y lo logró. Encarrilló la indignación, como la que viven hoy los españoles, hacia las elecciones de 2004. Ahí cosechó el fruto de su capacidad para controlar a la gente. Estaba por empezar a incendiarse la pradera y vinieron todos los bomberos. Los partidos de la derecha y la derecha del FA. Y lo lograron apagar.

-¿Los tomó por sorpresa el FA?

-Para nada. Veníamos de los ensayos de ese neoliberalismo con políticas sociales de las intendencias de Vázquez y, sobre todo, las de Arana. La sorpresa es más por el lado del discurso del MLN y el MPP, por la discusión que veníamos teniendo desde que salimos de la cárcel en 1985 hasta 1994 o 1995, porque con matices, todos los voceros veníamos diciendo lo mismo: José Mujica, Eleuterio Fernández Huidobro, Julio Marenales y yo. Ellos, paulatinamente, se fueron plegando a las posturas más a la derecha del FA: la historia del menos malo, estar en los lugares de decisión y, con esa lógica, fueron arrastrados hasta las posturas de hoy. Que tienen apoyo popular, eso no lo niego.