Los 10 minutos del final fueron decisivos para la sub 17 de Fabián Coito. Los cambios vinieron bien, dieron aire y movimiento a un mediocampo cansado y sobrepasado en varios tramos del partido. La decisión de tirar el equipo arriba para buscar la igualdad al final tuvo su rédito y dejó en el suelo las pretensiones africanas. Explotó el banco de suplentes y las miles de pantallas cuando el tiro de Franco Acosta infló la red, sabedores de lo que valía el punto y de que no fue un buen partido colectivo celeste, excepto los 10 minutos nocturnos del final.
La contracara fueron los primeros minutos del partido, cuando el sol quemaba, mejor administrados por Costa de Marfil. Un planteamiento táctico dispuesto para controlar el balón y su tránsito, y para bloquear el juego estratégico de pase celeste. Un mediocampista central bien parado, Aboubakar Keita, que jugaba tanto como cortaba. Es uno de esos volantes africanos omnipresentes y fue, además, el que probó desde afuera el arco de Thiago Cardozo. Así, en su segundo intento desde lejos, tiró rastrero y sin mucha potencia al centro del área, pero el defensa Joel Bregonis, en el intento de sacarla lejos, la pifió. Fue tan perfecta la parábola que hizo la pelota, que la estirada hacia atrás del arquero celeste no pudo evitar el gol marfileño. Apenas iban 17 minutos del primer tiempo, y este gol graficó el dominio del equipo africano.
Casi
Italia, que finalmente venció ajustadamente a Nueva Zelanda 1-0, ya logró su clasificación en el grupo B, al quedar con 6 unidades en dos presentaciones. El miércoles definirá ante Uruguay el primer puesto de la serie. Los celestes, con su cuatro unidades y un saldo de +7, también están casi adentro, aunque no tan seguros como Brasil, que volvió a golear esta vez 6-1 a Emiratos Árabes Unidos y también ya está seguro en la segunda fase. El que dio un gran paso fue Honduras, que en los descuentos empató con Eslovaquia 2-2. Los catrachos tienen 4 unidades y sólo una derrota por goleada ante Brasil, y un triunfo también significativo de Eslovaquia los podrían dejar sin el segundo puesto. El sábado Argentina arrancó empatando sin goles con Irán, en una serie en la que están todos con 1 punto (Canadá y Austria empataron 2-2), y Venezuela, que cayó 2-1 ante Marruecos, juega hoy ante Japón.
Además del trabajo del volante Keita, la selección naranja tuvo en el número 7 Junior Ahissan el acecho permanente sobre la banda derecha celeste. Fue el azote en velocidad junto con el lateral Jimoh, a veces no muy prolijo ni claro, sobre el lateral Enrique Etcheverry, bastante desamparado por cómo Uruguay se paraba de mitad de cancha hacia arriba. Fue mérito absoluto de los africanos haber explotado los lugares que dejaban los inquietantes Kevin Méndez y Leandro Otormín. Ese panorama cambió cuando Franco Pizzichillo se paró un poco más a la derecha de su posición de volante central. Luego de controlar esas situaciones de desamparo colectivo en defensa, Uruguay fue capaz de plantear la táctica ofensiva.
Curiosamente, las primeras oportunidades fueron siempre de pelota quieta. La primera vino desde un lateral que lanzó Etcheverry y que fue a la cabeza de Acosta, quien colocó con certero giro del parietal izquierdo contra el palo, bien sacada en volada por el arquero Diabagate. Las demás ocasiones fueron de tiro de esquina; la más notoria, una que se fue por encima del travesaño cuando tres celestes se molestaron en el intento a metros del área.
Por abajo es mejor
Cuando se iba la primera parte los celestes mostraron la hilacha respecto de lo que se pretendía: se juntaron Méndez, Pizzichillo y Otormín, siempre al ras del césped, y Leandro metió un pase milimétrico para Acosta, que de media vuelta dio el tiro en el palo. Iban 38 minutos y se lograba juntar la celeste.
Aunque no consiguió hacerlo con claridad, eso fue lo que procuró Uruguay desde el arranque del segundo tiempo. Faber logró adueñarse de la mitad de la cancha, los volantes de creación se juntaron más, retrocediendo, con los de contención, y se pudo entretejer el fútbol. Costa de Marfil se retrasó, buscando tal vez la velocidad y explosión de sus puntas, y los laterales celestes comenzaron a soltarse. Eso es lo importante del partido, quizá lo más rescatable: Uruguay lee bien el trámite. Coito hizo cambios en los espacios que se ganaron y tanto Francis D’Albenas como Gonzalo Latorre fueron solución. Frescos, buscaron pivotear y lanzar compañeros por las bandas. También fue fundamental el cambio de Facundo Ospitaleche por Méndez: posibilitó a Pizzichillo jugar entre líneas, de 10, y habilitar con pases peligrosos a los delanteros. El mérito del final fue el empuje, no dar nada por perdido, procurar lo que faltaba. Se leyó bien porque se puso rebeldía cuando se necesitaba. Ese ingrediente bien nuestro que tantas veces nos sobrepone a nuestras propias limitaciones.