La tarde del domingo se abrió y pasó de estar encapotada a rajar la tierra con el sol. Es que debería saber que en Jardines del Hipódromo -también en el Prado- se jugaban partidos importantes por la décima fecha del Apertura, que además podían generar cambios en la parte de arriba de la tabla de posiciones. Toda la gente danubiana se acercó a la cancha para ver a su equipo ganar y subirse al tren que lo dejara en la punta, algo que no pudo lograr la semana pasada ante Wanderers.
De esa manera comenzó el encuentro, con un solo objetivo para el equipo de Leo Ramos: el arco rival. Primero, bien rápido, vino el golazo de Jonathan Álvez, cuando el reloj había dado tan sólo dos vueltas. Se la bajaron de cabeza al ex Torque en el área grande y el delantero metió un enganche, tiró un caño y definió bárbaro al palo izquierdo del panameño Luis Mejía. Gran toque de Álvez con la cara interna del zapato y festejo alocado contra el alambrado de la tribuna local, de cara a los hinchas. En adelante el dominio fue franjeado, pero el juego comenzó a ser más repetitivo mediante tiros de pelota parada, tanto de tiro libre como de córner, todos pateados por Pablo Lima. Así Danubio fue metiendo en el área a Fénix, que se soltó en la última parte del primer tiempo y le empezó a generar peligro a Salvador Ichazo. En uno de esos avances le cometieron penal a Hernán Novick, que el 10 pateó de manera exquisita y transformó en gol, pese al pedido de Maxi Pérez para que le otorgara el tiro. El lírico de los Novick esperó que Salvador se tirara a su costado derecho y mandó un pase a la red, suave, pero al costado izquierdo del golero local. 1-1 y se fue el primer tiempo, con un gol en el inicio y otro en el final.
Danubio quiere copa
Danubio volvió al segundo tiempo como comenzó el encuentro: con ganas, dinámica y velocidad. Con la certeza de que tenía que ganar este partido, no se le podía escapar como pasó la semana pasada ante Wanderers. Enchufadísimo, con Nacho González pasando del sector izquierdo de la cancha a volantear por la derecha. Pero otra vez el partido entró en una meseta y comenzó a emparejarse, y eso le venía como anillo al dedo a Fénix, que tiene en Novick la fuente cristalina del juego, y por ahí venía la bocha: bien paradito en el fondo y buen manejo de pelota en mitad de la cancha. De esa manera el capurrense le puso un manto de tranquilidad a su juego y el tiempo se iba diluyendo. Alguna llegada aislada de Fénix, un remate de Andrés Schettino que tapó Salvador Ichazo y no mucho más.
Pero faltaba el final de la película: la pelota quedó boyando en el área, porque desde el piso el salteño Hugo Horacio Sequeira la recuperó, y Jonathan Álvez sacó un zapatazo tremendo, con una fuerza increíble, de zurda. Travesaño y adentro. 2-1 y locura total. Costó pero salió. Ahora los dirigidos por Leonardo Ramos miran a todos desde arriba. En la próxima fecha tendrán otro partido bravo: con Racing en el Roberto.