Si el Apertura se va con vuelta olímpica tricolor, se dirá que los sucesos de la novena fecha reflejaron la vieja y famosa suerte del campeón. La metáfora del chofer que salió ileso de un auto hecho pedazos o la del trapecista que falló pero cayó en la red le calzan justo a Nacional. El sábado, perdió 2-1 con Liverpool. En simultáneo, River Plate cayó ante Rentistas y dejó pasar ese tren del liderazgo que también se le escapó a Danubio ayer de mañana, cuando cayó frente a Wanderers. “Una desgracia con suerte”, comentan las doñas mientras barren veredas por Urquiza y Jaime Cibils.
Liverpool confirmó su gran momento. Ganó un partido intenso, cambiante y polémico. Rodrigo Aguirre le dio el triunfo a los 86 minutos, tras una falta sobre Iván Alonso que el árbitro Andrés Cunha no sancionó. Entonces, el húmedo aire sabatino transmitió una electricidad expuesta en las fuertes protestas de Rodolfo Arruabarrena, dos posteriores expulsiones sufridas por los negriazules y algún objeto que cayó desde la cabecera Abdón Porte.
Más enchufados que pulcros, los equipos trabajaron bien. Hicieron méritos para llevarse un partido que se fue de la mano con el más contundente. Sería injusto hacer leña de Nacional. Injusto, como ningunear los méritos negriazules por culpa del yerro de un árbitro: los dirigidos por Eduardo Favaro forzaron un final parejo ante el líder exclusivo. Un mérito grande, dadas las asimetrías que surgen de la comparación de fuerzas. Pero la disparidad no evitó que sumaran su cuarto triunfo al hilo. La misma racha con la que Nacional llegó al partido.
Los tricolores construyeron por las bandas, con buenas asociaciones entre los enganches y los laterales. Tanto con Gonzalo Ramos como con el ingresado Álvaro Recoba, se lució Pablo Álvarez. Sencillo, fue hasta el fondo de corrido. Pregúntenle al Flaco Andrés Lamas, que al intentar defender un buscapié embocó su propio arco. Así nació la primera ventaja. Comenzaba el complemento. Nacional había cerrado mejor el primer tiempo. Nadie sospechaba que el partido ofrecería una ventaja posterior, ajena y definitiva.
El empate de Martín Bonjour llegó rápido. El defensa hizo fácil lo más difícil y viceversa: bien temprano, cuando Liverpool jugaba más, erró un gol increíble tras un tiro libre de Paulo Pezzolano que dio en un palo. Aquéllos fueron buenos minutos de Aguirre y de Agustín Peña, que poco antes del definitivo 2-1 demostró sus condiciones con un gran derechazo que sacudió a Jorge Bava.
Es que Liverpool desplegó armas interesantes ante un Nacional que no fue menos, pese a la rápida pérdida de Richard Porta que forzó el ingreso de Cavallini, posterior e inexplicablemente sustituido por el Morro. No alcanzó para quebrar a un rival que cerró el partido con nueve jugadores. Los hinchas albos se fueron del Parque Central a tono con la conmemoración del Día de los Difuntos. Ignoraban que los esperaba un domingo de resurrección.