En el tercer día de tareas, nueve de los diez jóvenes contratados, de entre 16 y 21 años, se desplazaban con cierto recaudo por las instalaciones del Museo de Arte Precolombino e Indígena (MAPI), ubicado en 25 de Mayo y Colón, en Montevideo. Casi todos cargaban algo: un balde, un set de herramientas, una pala, entre otros materiales. Los estaban trasladando del segundo piso a planta baja, que es donde se construirá una reserva técnica del museo, espacio en el que se conservarán las piezas en un ambiente adecuado. Lo harán donde antiguamente funcionaba la cocina del gran caserón.

Marta Poittevin, una de las educadoras a cargo de las cuadrillas de trabajo, explicó que en los primeros días se está preparando el terreno, despejándose y limpiándose las áreas que restaurarán. Además, en este momento los jóvenes se familiarizarán con las herramientas y el desarrollo de las tareas de construcción. Todos aprenderán los distintos oficios que implica una obra de restauración.

Al respecto, Facundo de Almeida, director del museo, destacó que no se trata de una obra común y corriente. “La restauración no tiene ningún misterio, pero implica técnicas que se han ido perdiendo y tampoco hay demasiados espacios de formación”, reflexionó. Recordó que cada vez más se pierde la transmisión de maestro a discípulo de tareas u oficios tan específicos como éste.

En 2011 se desarrolló una obra de similares características en el MAPI, pero a cargo de personas beneficiarias del programa Uruguay Trabaja. Consultado por la experiencia previa, De Almeida sostuvo que la modalidad de construcción, además de ser educativa, es económica, sobre todo cuando el museo no cuenta con partidas de dinero para inversiones tan importantes. Por otra parte, suelen ser más rápidas que las obras que se efectúan mediante llamados y licitaciones públicas.

Museo diariamente

La contratación de los jóvenes se hizo mediante un convenio entre la Intendencia de Montevideo (IM) y el MAPI, en el que participa el Programa Girasoles que funciona en el marco de la Secretaría de la Juventud de la IM. El contrato de trabajo es por seis meses y el salario ronda los 7.000 pesos menos los aportes.

La iniciativa, además de apuntar a la formación de jóvenes que, en su mayoría, permanecían fuera del sistema educativo y laboral, cuenta con un componente de carácter cultural. Lucía Nigro, coordinadora del Área Educativa del MAPI, reflexionó al respecto que “el hecho de poder transitar, circular, por espacios que son validados culturalmente por la sociedad les facilita también la inserción o la circulación por otros lugares”.

Por su parte, Poittevin señaló que desempeñarse en un museo no es menor para los jóvenes porque tienen que tener otros recaudos como no hablar fuerte y aprender a convivir con materiales de obra y visitantes.

Itaira, una de las jóvenes que ayer limpiaban los barandales de la escalera central del edificio (el convenio también implica tareas de mantenimiento), contó que para ella no es indiferente que su primera experiencia laboral formal sea dentro de un museo, sino que representa “todo un desafío”. Comentó que hizo 5º Artístico en el liceo y cursó Historia del Arte, asignatura en la que aprendió sobre la restauración y las obras de arte en general. “Hablábamos de los restauradores pero de obras como la Capilla Sixtina, entonces me re copó y por eso vine. Ta, cuando hablé con las educadoras me bajaron a tierra, me dijeron ‘no vas a restaurar’ ninguna pieza maestra”, dijo entre risas.

Para otros de los que integran la primera cuadrilla de trabajo, el lugar no es tan importante. “A mí me da lo mismo”, indicó Franco al ser consultado sobre la importancia de estar en un museo. Seguidamente, Daniela afirmó: “Como que no hay diferencia; si trabajás vas a tener que trabajar igual, sea donde sea, en un museo, tu casa, un zoológico, en la calle, es lo mismo”.

Manuel, por su parte, reconoció que es un sitio que al principio parece extraño pero que luego uno se acostumbra. Definió los museos como lugares que “te ayudan a aprender las cosas que estaban antes” y “conocer las cosas viejas”. “Yo, por ejemplo, no sabía qué era el bicho disecado que está ahí abajo”, dijo del gliptodonte ubicado a la entrada del MAPI. “Pensé que era una mulita grande y me dijeron que era el más chico de su especie; imaginate lo que sería el más grande”, exclamó.

Virginia, otra de las jóvenes contratadas, también destacó la importancia de estar en un edificio patrimonial y de ejercer su primera experiencia laboral en forma “contenida”. “Es mejor empezar así, en un lugar donde te prestan atención, porque en otros se piensan que todos somos iguales y si se arranca así no tenés chance en ningún lado”, aseguró.

Para los próximos meses esperan que se confirme el ingreso de una segunda cuadrilla integrada por la misma cantidad de personas. Cabe señalar que para la convocatoria se apuntó a generar un equilibrio de género y también se incluirá a jóvenes inmigrantes que viven en la zona.