En las canchas chicas el sábado sirvió para redistribuir la riqueza. Liverpool alcanzó sus primeros tres puntos en el Clausura y dejó atrás ocho fechas sin victorias. Derrotó merecidamente a Defensor Sporting, que no perdía desde la 10ª del Apertura. El violeta empezó en ventaja pero estuvo a años luz de honrar la punta que se le escapó en Belvedere con el 4-2 definitivo. También arrancó con sonrisa Progreso, aunque en su casa postiza de Capurro no pudo aguantar la tacada ante Cerro Largo. Los arachanes ganaron 2-1 y en la hora. Enterraron cuatro partidos sin triunfos y repitieron los méritos exhibidos la semana pasada, ante el último Nacional del Chavo Díaz. Tras un mal Apertura, parecen inspirarse en su mejor versión, la que hace un año alcanzó la clasificación a la Sudamericana.

Cuatro pétalos

Liverpool se despertó. Un doblete de Aguirre dio vuelta un partido que se abrió con un penal ejecutado por Taborda. Otro doblete posterior, a cargo de Rodales, puso el inapelable 4-2, matizado por el descuento de Nacho Risso. El delantero entró cuando los negriazules ya ganaban 3-1 y dejó mal parado el planteo inicial de Tabaré Silva. Debe jugar más tiempo. Protagonizó el mejor pasaje de su equipo, que ante la adversidad se transformó en un 
3-4-1-2 que creció desde los pies de De Arrascaeta. Gedoz jugó de carrilero, al igual que el venezolano Rentería, que entró tras el esguince que sacó a Laxalt pero no aportó demasiado. Los dueños de casa bancaron bien. Mantuvieron la intensidad defensiva que anuló al primer Defensor Sporting e insistieron en jugar rápido y profundo gracias a un inspiradísimo Machado, padre de no menos de dos goles. Rodales dejó un surco. Aguirre fue imparable y estuvo muy bien acompañado por Barceló. Schenone conoció el estilo Möller, técnico que suele jugar con la ventaja y dejar que el colega rival deshaga su cuadro, para hacer cambios después: el volante defensivo entró por un delantero en el mejor momento ajeno, para seguir a De Arrascaeta. Asunto cerrado.

Lo bajaron del caballo

El gaucho hizo todo para ganar, salvo el gol del triunfo. Y terminó peor de lo que, en los últimos minutos del partido, parecía ser su escenario más desfavorable. Es que por cómo venía la madeja desde la mitad del primer tiempo, lo que tejía Progreso era una prenda de 3 puntos; llegaría a 9 para seguir abrigando el sueño de un campañón. No era justo un empate ni le servía a la gente de La Teja, así que si ese resultado era para irse con la cabeza baja, hay que imaginarse lo que fue recibir, cuando se jugaba el último minuto de descuento, un gol que no esperaban ni los propios arachanes.

Poblando las gradas, aportando el color y el ruido, Progreso fue literalmente local en el Parque Capurro. Lo fue en todos los aspectos, salvo en la cancha durante los primeros 20 minutos. En éstos no sólo no hizo la mínima fuerza sino que incluso se encontró acorralado por Cerro Largo. A partir de los 20, como si hubiese anclado en Capurro una musa gaucha, se empezó a aceitar el esquema de Rodao, quien arrancó a hacerse dueño de la pelota, algo que, progresivamente, conservaría hasta el final del partido. Rodao para tres en el fondo, dos volantes centrales, dos carrileros y una suerte de enganche, Lavandeira, que completa un medio de cinco componentes. Arriba lleva un hombre de área, Alles, acompañado por alguien más móvil y ágil; primero fue Millacet y después Porcari. A los 32 minutos estaba recién en la etapa inicial de la evolución, pero le alcanzó para encontrar un gol que combinó la virtud atacante de Millacet y Alles con una flaqueza del golero.

Siete minutos más tarde, inesperado, llegó el empate arachán, gracias a un centro rastrero desde la izquierda que superó a Cristóforo y que, en la carrera y en el esfuerzo de uno por meterla y del otro por sacarla, entre el atacante Fernández y el defensa Souza empujaron hacia la red. El segundo tiempo fue todo gaucho, salvo en el arco. El azote de Progreso y las combinaciones de Lavandeira y Porcari con aliados de ocasión abrían las apuestas acerca de en qué minuto llegaría el gol. Irse con un empate era, además de inconveniente, injusto y, por ende, angustiante para el aurirrojo.

Pero no llegó el gol que reclamaba La Teja, sino el que había dejado de soñar Cerro Largo. Fue en un tiro libre aislado, cuando se jugaba el último minuto de descuento. El disparo potente de Bruno Silva, desde unos 25 metros, fue rechazado por Cristóforo hacia el centro del área. El letargo defensivo dejó a De Oliveira marcar la diferencia y apolillar aquel abrigo que otros venían tejiendo.