La inauguración tuvo lugar el domingo, día en que se abrieron las puertas al público en general y a las autoridades que estuvieron presentes en la ceremonia. Ese día ingresaron más de 11.000 personas.

Tardes de turismo

Durante toda la semana las jineteadas y tropillas comenzarán a partir de las 14.00. Las competencias son en pelo, basto, internacional en pelo y basto argentino. Entre hoy y el sábado habrá pruebas de rienda y jineteadas en basto y pelo desde las 10.00. Hoy entran gratis (sin derecho a asiento), con cédula en mano, los mayores de 65 años y jubilados, y quienes cuenten con el pasaporte dorado y lo presenten en la puerta. También hoy podrán ingresar sin abonar entrada los estudiantes que muestren la tarjeta del Sistema de Transporte Metropolitano. Mañana tendrán libre acceso los funcionarios de la Intendencia de Montevideo presentando la última liquidación de haberes y la cédula de identidad. Cada funcionario podrá ingresar acompañado de un adulto y dos menores de edad de hasta 12 años. También mañana podrán ingresar en forma gratuita quienes presenten la Credencial Verde. El costo de las entradas oscila entre los 90 y 195 pesos; la boletería de la Rural abre a partir de las 8.00. Los espectáculos musicales van desde las 17.30 en el escenario Carlos Molina. La actividad en el escenario José Carbajal El Sabalero comienza a las 18.00, mientras que en el Alfredo Zitarrosa se inicia a las 19.00.

Sin embargo, ya desde el sábado se veía movimiento en el entorno del predio de la Asociación Rural ubicado en el Prado. La imagen de los comerciantes trasladando mercadería y acomodando sus espacios de trabajo era una constante. Además, fue posible apreciar la llegada de los caballos utilizados para las domas por la orilla del arroyo Miguelete, por debajo del puente. Con mucho apuro se desplazaban en tropilla, guiados por varios jinetes. En el trayecto no faltaron los empujones de un animal a otro ni las pataditas entre ellos para abrirse camino.

Más allá de encontrarse fuera de ambiente, se pudo apreciar la belleza de los animales y su agilidad. Estos dos aspectos llaman la atención de muchos de los espectadores que cada año llegan a la Semana Criolla.

Sonó la campana

Ayer, a media tarde, la presencia de público era moderada. Incluso en las puertas de acceso no había manifestantes de organizaciones en contra del maltrato animal, cosa que suele ocurrir en este tipo de actividades. Sin embarho se podía ver en algunas paredes pequeños esténciles que decían: "No más tortura. No más domas".

Una vez dentro del predio el relato de los presentadores por medio de los parlantes era más veloz de lo que ocurría en el ruedo. Entre doma y doma transcurrían largas pausas, pero una vez que un jinete y su caballo entraban en acción, la velocidad del relato se ajustaba y hasta quedaba lento. En los ocho segundos en que demoraba en sonar la campana de arranque y la que daba final a la actuación del jinete, el público progresivamente se iba compenetrando y aumentaban los gritos de aliento. Los aplausos no eran para todos los que montaban el animal, sino que estaban reservados para unos pocos que parecían desempeñarse con más destreza y dominar completamente al caballo. No faltaron los que fueron tirados por el equino que les tocó en suerte en la misma largada y los que no pudieron volver a subir inmediatamente por el golpe recibido. La recaptura de los caballos por parte de los apadrinadores del jinete una vez culminada la doma se volvía un espectáculo aparte cuando no se dejaban agarrar. Allí el público seguía atentamente el camino que hacía el animal y más de uno acompañaba con un “¡Olé!”.

Por momentos, para alguien de la ciudad, no parece fácil comprender cuál es el atractivo de las criollas. Las respuestas son bien variadas. Un matrimonio oriundo de Aiguá, Maldonado, que miraba sentado desde la primera fila de las gradas comentó al respecto: "Se pasa una tarde linda". Él miró con nostalgia y contó que solía participar de las domas, pero con más de 70 años "ahora ya casi ni me subo al caballo". Ella, por su parte, aclaró al ver caer bruscamente a un gaucho montado; "para el espectador es un paseo, para el jinete no".

Otro matrimonio de Carmelo, Colonia, que esperaba atentamente que comenzara la ronda en pelo, afirmó que las domas representaban la "tradición", fundamentalmente para la gente de campo. Él destacó que lo más atractivo del espectáculo era "la valentía del gaucho" y "el poder sobre el animal". Justamente ése parece ser uno de los puntos que más alerta a quienes defienden los derechos de los animales. Consultado al respecto, indicó riendo: "sí, es maltrato animal, pero si no lo prohíbe el gobierno no lo voy a prohibir yo".

Para un veterano de Rivera ya retirado de los ruedos, lo que se ve en las domas "es divino". Igualó el fanatismo a lo que puede sentir un hincha de fútbol por su cuadro, sentimiento que consideró inexplicable en palabras. Resumió que lo más lindo es "estar entre los animales" y que lo mejor es que el caballo sea "bien bellaco" para lucirse en el ruedo.

Quienes pagan asiento pueden disfrutar las domas desde las gradas y quienes sólo abonan el pase al predio lo ven parados o sentados en sus reposeras. En ambas zonas el picnic casero es infaltable, aunque tampoco falta la circulación de vendedores de churros y algodones de azúcar. El clima que se vive en cada zona es distinto. En las gradas reina más la concentración, mientras que detrás de los alambrados la cosa suele estar más conversada. Allí son frecuentes las preguntas que permiten comprender, a quienes entienden poco del tema, la esencia de las jineteadas y las valoraciones que hace el jurado en cada serie. Además, permite alternar con más facilidad las domas con una recorrida por los puestos de venta de artesanías o por la plaza de comidas.

El predio donde permanecen los caballos entre ronda y ronda también suele ser visitado por quienes quieren apreciar de cerca la belleza de los animales. La mayoría de los que se acercaban hasta el portón quedaban asombrados del buen estado físico en que se encontraban y lo bien cuidados que parecían.

Desde adentro

Ariel Gustavo Salazar, jinete argentino, indicó que quienes montan un caballo deben “lucirse arriba”. Y el público “se da cuenta si vas bien”, agregó.

Esta es la segunda vez que Salazar participa en la Criolla del Prado, pero suele presentarse en distintas domas que se hacen en la región. Reconoció que el mérito es compartido entre el jinete y el animal que le toca en suerte, por lo que no siempre la cosa funciona bien. “El caballo es como uno, tiene sus días buenos y días malos”, comentó. Aunque luego reconoció que están los que son “más guapos” y marchan bien siempre. En relación al cuidado que se le da al animal, valoró que es considerado “un miembro más de la familia”. Sostuvo que las protectoras de animales deberían acercarse para ver el trato que recibe el caballo a cargo del tropillero. Aseguró que de prohibirse las domas, estos caballos terminarían en los frigoríficos.