Con el objetivo de reflejar una situación muchas veces invisibilizada, se presentó ayer el informe “La situación de niños y adolescentes con discapacidad en Uruguay. La oportunidad de la inclusión”. Elaborado entre Unicef y el Instituto Interamericano sobre Discapacidad y Desarrollo Inclusivo (iiDi), sistematiza los datos que se encontraban hasta ahora dispersos sobre la temática.
Son cerca de 50.000 niños y adolescentes en Uruguay que viven con discapacidad. Éstos constituyen 9,2% de la población total, según el Censo de Población 2011 del Instituto Nacional de Estadística (INE).
En cuanto al vínculo con el sistema educativo formal, el estudio da cuenta de que 5.867 de entre cuatro y 17 años no concurre a ningún centro. Para aquellos que asisten, la deserción se convierte en un aspecto preocupante: apenas tres de cada diez niños con discapacidad alcanzan a ir más allá del sexto año de sus estudios. El acceso al mundo del trabajo es otra brecha que se abre. La ausencia de oportunidades -para la formación en el desarrollo de habilidades para el mundo del trabajo- es otro de los aspectos que provocan exclusión.
Al respecto, el estudio da cuenta de que “la mayoría de estos niños y adultos viven en una situación de exclusión social que refleja las enormes dificultades que, a lo largo de la historia, han tenido nuestras sociedades para tratar la diversidad y poner en práctica los principios y herramientas necesarias para garantizar igualdad de oportunidades. Esta situación no sólo ha marcado fuertemente la vida de muchas personas con discapacidad y la de sus familias. Ha dejado también como herencia un fuerte estigma social que naturaliza la desventaja y la existencia de barreras en el acceso a la educación, al empleo y a la posibilidad de contribuir al desarrollo y lograr una vida plena”, sostiene el informe.
En otro campo
Sergio Meresman, autor del documento y responsable del iiDi, dijo a la diaria que “la discapacidad es considerada un hecho inherente a la diversidad humana que se hace presente de diferentes maneras a lo largo de la vida”. “La información es básica para que el tema tome relevancia en las políticas públicas e influya en la formación de los profesionales que intervienen en los servicios. Los datos son importantes para escapar de la sensiblería y plantarnos en un campo de sensibilidad. Se habla sin conocer, desde un cierto reflejo humanista y no desde una perspectiva real”, sostuvo. “Este informe no es sobre un número pequeño; son muchos niños y niñas. En algunos grupos de edad, como el de diez y 14 años, la discapacidad permanente aparece con contundencia: 8,5% en niños y 7,5% en niñas”, dijo Meresman y agregó: “Seguimos mirando este tema como algo que debe estar aparte, y hay pocas expectativas en relación a lo que se espera de estas personas”. Sin embargo, reconoció que hay algunos avances en la materia: “Están pasando cosas buenas en relación al acceso en el transporte, a espectáculos públicos, y esto tiene que ver con integrar a la población. Nos parece que en algunas áreas hay una tendencia a pensar en este grupo como un problema”, dijo.
Consultado por los pasos a seguir, el autor del informe concluyó: “Queremos dar el mensaje de que estos derechos son de todos los niños. Adaptar las puertas, los baños de un centro escolar o de un lugar para la recreación es beneficioso para las personas con discapacidad, pero al mismo tiempo repercute en un bien para todos. No se trata de reclamar por el derecho de ellos sino de aportar para todos”.