La guía Periodismo de calidad para la cobertura y promoción de derechos de niños, niñas y adolescentes reúne un conjunto de consejos dirigidos a los comunicadores. No son clases de periodismo, se advierte en el prólogo.

“¿Los periodistas podemos seguir ignorando lo que dice el Código de la Niñez y la Adolescencia?”, se preguntó Edison Lanza, periodista, docente y abogado, especializado en libertad de expresión y acceso a la información pública. “Yo creo que no, que es una obligación ética conocer todas las convenciones que consagran derechos e incorporarlas a nuestro trabajo”.

“Nos cuesta entender que los niños tienen una protección especial”, opinó Daniel Lema, del semanario Búsqueda. “Cuando se publicó la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, que tiene un capítulo referido a infancia y adolescencia, yo leía en las redes sociales a muchas personas sorprendidas, por ejemplo, sobre cómo es que se prohíbe identificar a un adolescente infractor. Eso está en la ley, por lo menos, desde 2004. Entonces me preguntaba hasta qué punto los periodistas tienen claro este tipo de información”.

Derechos y recomendaciones

Como los niños tienen garantizada su libertad de expresión, se sugiere a los periodistas que incluyan sus voces en los contenidos noticiosos que los involucren. En la guía se indica que en las notas sobre estos temas los periodistas recurren fundamentalmente a fuentes del Estado y, en segundo lugar y en menor medida, a la sociedad civil. “La versión de los propios niños está subrepresentada”, concluyen. Para visualizarlo, indican que del total de los artículos monitoreados en 2009, solamente 3% incluyó a niños como fuente de información.

Otro de los derechos fundamentales es el respeto a la vida privada, lo que implica no identificar al niño por su nombre o apodo, ni a su familia, así como tampoco su domicilio.

También se vulneran sus derechos mostrando su rostro, a no ser que, primero, sea un tema en el que no haya una situación de vulnerabilidad (una noticia “positiva”) y, segundo, se cuente con el consentimiento de sus padres.

El lenguaje nada inocente

Los términos utilizados por los medios, muchas veces, se reproducen en la opinión pública, como es el caso de “menor” en vez de “adolescente en conflicto con la ley”. Estas palabras conllevan cierta intención o significado, más allá de la que señala el diccionario. Hoy en día, decir que un joven es “menor” tiene una connotación negativa.

Los periodistas deben evitar el lenguaje “peyorativo y estigmatizante”, sobre todo en el caso de quienes se encuentran en situaciones sociales vulnerables o en conflicto con la ley. “Los medios pueden incidir en la estigmatización, la discriminación y la profundización de estereotipos”, remarca la guía. “Cuando hablan de los niños y adolescentes en conflicto con la ley como ‘menores delincuentes, menores infractores, niño pistolero o banda de infanto juveniles’, los condenan con el lenguaje a una condición estática que no contempla la posibilidad de integración social”.

Otro de los temas sensibles es el caso de la explotación sexual, mal llamada “prostitución infantil”. Esa expresión debe evitarse, al igual que el término “cliente”, ya que “ocultan la naturaleza violenta y delictiva del comportamiento del explotador y denotan cierto grado de consentimiento de las víctimas”. Se pide especial cuidado en el tratamiento de estas noticias y se recuerda que “la motivación debe ser siempre el interés público y no la morbosidad”, por lo que se pide “no centrarse en aspectos descriptivos de la noticia (descripción de los ‘servicios’, cuánto ganan los explotados sexualmente), sino indagar en las causas y el contexto que favorecieron la situación”.

Lanza reflexionó: “Que dos adolescentes se peleen en la puerta de un liceo y alguien los filme con un celular, ¿es una noticia de interés nacional y público como para que abra un noticiero? ¿O lo que tendríamos que hacer es un informe contextualizado sobre el bullying, sobre la violencia en ese ámbito?”.