No poder subir a un ómnibus o tener que bajarse de un taxi es una escena que le ha tocado vivir a la mayoría de las personas con discapacidad visual que tienen un perro de asistencia. Son pocas y pertenecen a diferentes organizaciones, e incluso en cada una de ellas la procedencia y preparación del can es distinta. Pero además de la discapacidad afrontan una valla en común: tener que explicar que tienen derecho a hacer uso del transporte público montevideano con su perro, y de todos modos, en no pocas ocasiones, se quedan sin viajar.

La Intendencia de Montevideo (IM) admite que choferes y guardas suelen desconocer la existencia de este derecho, y su actuación es “informar” cuando se presenta una denuncia, según explicó a la diaria el director de la Unidad de Planificación de Transporte Urbano (UPTU), Carlos Moretto.

Enmarcando

“Las personas con discapacidad que utilicen para su auxilio o desplazamiento animales especialmente adiestrados a tales efectos podrán ingresar y permanecer acompañadas por éstos a todos los medios de transporte, lugares públicos y privados abiertos al público, sin 
restricción alguna, siendo obliga-ción de los propietarios o encargados de los mencionados lugares proporcionar los medios idóneos para el cumplimiento efectivo de esta norma”, señala el artículo 2° de la Ley 18.471, “de Protección Animal”. La norma fue aprobada en marzo de 2009, dos años antes de que se aprobara la 18.875, de “promoción de instrumentos de orientación y movilidad con el objetivo de facilitar el desplazamiento de personas con discapacidad visual”. El segundo artículo de esa ley indica dos grupos de personas con discapacidad visual: 
las de discapacidad visual total y parcial. Las primeras “podrán utilizar el bastón blanco” y las segundas “el bastón verde; asimismo, ambos grupos podrán recurrir al uso de perros guías”, apunta.

Posterior a la Ley 18.471 pero anterior a la 18.875 es el decreto N° 33.515 de la Junta Departamental de Montevideo, que en 2010 modificó otro de 1994. En este último se prohibía el acceso de “cualquier clase de animal” a vehículos del transporte capitalino. El de 2010 definió, que si bien se mantenía la prohibición, ésta sería “con excepción de caninos entrenados y que acompañen a personas con discapacidad visual para su auxilio o desplazamiento y que a juicio de la Intendencia de Montevideo, cumplan con los requisitos necesarios para autorizar su ascenso a los vehículos afectados al transporte capitalino”.

Levántate y anda

“No, no. Animales no pueden subir”, le dijo hace sólo un par de semanas un chofer de UCOT a un hombre ciego que pretendía viajar con su perro en el ómnibus. Las personas que estaban en la parada quedaron estupefactas. La insistencia en el reclamo del damnificado y la “presión social” de la parada poblada terminaron por flexibilizar la prohibición que había determinado el conductor. “Dale, dale, subí”, dijo, y sonó más a estar haciendo un favor que a permitir que alguien pudiera ejercer un derecho.

En Montevideo son dos las organizaciones que trabajan con perros guías. Una es Fundapaz, en la que se encuentra Alberto Calcagno, quien en 2006 inició la experiencia vernácula de perros lazarillos. Viajó a Estados Unidos, más concretamente a la escuela Leader Dog for de Blind, en Rochester, Michigan. A esa misma escuela viajó Álvaro Ganduglia tres años después. Hoy tiene 22 años y estudia Ciencias de la Comunicación. “Cuando vine, en mayo de 2010, ya estaba vigente la ley” que permite subir con el perro al ómnibus. “Pero el principal problema era que no la conocían; me bajaban. Una vez me pasó tres veces con una misma línea”, contó a la diaria. Los choferes le decían que “por parte de la intendencia no dejan subir con animales. Ésa era la única normativa que conocían”, apuntó.

Posteriormente a las de Calcagno y Ganduglia en Estados Unidos, tres uruguayos más desarrollaron experiencias similares, pero en España. Son hoy las cinco personas que registra Fundapaz en el medio urbano. Cuando se consultó a Moretto, éste sólo se refirió a dicha organización, e incluso afirmó que eran tres los perros que estaban registrados por la comuna, y que habían emitido un carné con una foto del perro guía.

El joven estudiante señaló que “después de eso ha sido más fluido”, pero aún hoy se dan escenas incómodas. “A veces hay diferencias según las empresas”, comentó. “A veces pasa que el chofer no sabe, pero sí sabe el guarda, entonces no tengo problema”. Hacer la denuncia en las empresas, explicó, le ha resultado muy difícil. Moretto afirmó que todas las empresas están enteradas de la existencia de la normativa, pero admitió que “hay muchos choferes que tal vez no la conozcan”. Pidió que ante situaciones de no cumplimiento se realice la denuncia, para que la comuna haga llegar “una comunicación”, dijo.

Pero ha sido más complejo con los taxis, añadió Ganduglia. “Estoy a merced de la buena voluntad del taxista. Algunos me dicen que no pueden subir mascotas, y les explico que no es una. Hasta me han querido cobrar más”, narró.