Esta columna debió haber salido hace algunos días, pero la entregué con cierto retraso. Me disculpo por eso. Sin embargo, aunque la nota se haya demorado, el intercambio con los lectores fue constante, como suele ser, y el problema que se presenta ahora es que debo referirme a cosas que pasaron, por ejemplo, en los primeros días de junio y que tal vez no estén tan frescas en la memoria de todos. Una de ellas es la de los disturbios que se produjeron en el centro de Montevideo luego del partido en el que Peñarol se consagró campeón del Torneo Uruguayo, el martes 4 de junio. Un lector escribió para observar que la diaria no informó sobre los acontecimientos que tuvieron, entre sus consecuencias, locales comerciales saqueados, autos y kioscos incendiados, policías heridos en las cercanías de la Suprema Corte de Justicia (SCJ) y cerca de 90 detenidos. No se informó sobre estos hechos el miércoles ni tampoco el jueves.

El lector dice: “Quizás me esté adelantando y mañana salga alguna columna de opinión al respecto y de seguro me dejará algo pues tanto los editoriales como las noticias donde se entrevé la opinión del periodista, siempre invitan a la reflexión y en general aportan. […] Pero no es una opinión lo que quiero en este caso. En esto reclamo la información. Por lo que parece, a los efectos de la diaria, en el centro no ocurrió nada el miércoles de madrugada”.

El viernes 7, una nota en página 4 (“No me meta la mula”) mencionaba “los hechos de violencia contra el edificio de la SCJ que tuvieron lugar durante los festejos del campeonato obtenido por Peñarol”, para dar cuenta de que Asamblea Popular rechazaba las afirmaciones del Ministerio del Interior de que “grupos radicales” habían estado detrás de los desmanes. El lunes 10, Marcelo Pereira también se refirió a los hechos en una columna de opinión (“Han sido etiquetados”). Pero los hechos en sí no estuvieron: estuvieron sus repercusiones.

la diaria tiene como política editorial no informar sobre cuestiones “policiales” o de crónica roja, pero, en este caso, creo, se cometió un error a la hora de evaluar el tema. Más allá de si la violencia tuvo como detonante o como excusa un partido de fútbol, más allá de si el resto de la prensa se dio una panzada amarillista con lo sucedido, lo cierto es que lo que pasó, pasó. Y debió haberse informado.

Otro lector, en un mensaje más próximo en el tiempo, hizo referencia a la nota de páginas 18 y 19 de la edición especial del 27 de junio. Se pregunta en su carta si se puede ofrecer un artículo “mentando un par de veces al canto popular sin, simplemente, recordar un nombre de alguno de los que componen su sustancia”. Los autores de la nota observan, en relación al reclamo, que los nombres mencionados (que son varios) son los que los entrevistados dieron y que la nota no introdujo “información propia extra”. Es probable que muchos nombres, tanto de músicos como de teatreros, murguistas, poetas, novelistas y críticos literarios, hayan faltado, pero se trató de una nota de dos páginas en la que se pretendió dar una idea de lo que ocurría durante lo que llamaron “los escandalosos años del silencio”, valiéndose de la memoria y la experiencia personal de un número limitado de entrevistados. Si se considera la cantidad de libros que se han escrito sobre la producción artística de esos años, es claro que no todo habría cabido en tan poco espacio.

Por último quisiera hacer referencia a la cobertura que la diaria hizo del Primer Enredo Internacional bajo el título “Trending Topic” (página 3, 21/06/2013). Una lectora observó que en la presentación del sociólogo Manuel Castells se dice únicamente que es un “investigador español dedicado al desarrollo de las redes”, omitiendo que se trata “de [uno de] los sociólogos más importantes a nivel mundial” y de los “más relevantes e influyentes” en la actualidad. También se le reprocha al artículo no dar cuenta de la presencia de las más de 700 personas que asistieron a pesar de que se jugaba un partido de Uruguay, y se dice que esas carencias “desinforman, descontextualizan y disminuyen la trascendencia del evento desde todo punto de vista”. Otro lector fue más allá y preguntó por qué razón la diaria no había informado de la actividad desde antes de que se produjera, limitándose simplemente a la cobertura informativa del evento.

Sobre este último reclamo respondió Marcelo Pereira que la diaria mantiene una estricta separación entre el auspicio o promoción de actividades (algo de lo que se ocupa el área comercial) y la cobertura periodística (de la que se ocupa la redacción), y que las orientaciones que la publicación tiene “definidas colectivamente” en materia periodística excluyen el apoyo o la promoción de actividades realizadas “por grupos que se identifican con un partido [en este caso, el Frente Amplio]”. En suma, que la diaria no promovió el Enredo …, así como no promueve actividades partidarias de ninguna bandera.

En cuanto a la cobertura de la actividad en sí, es posible que se hubiera podido agregar más información (una estimación del número de asistentes, una reseña más completa de la carrera del expositor, un repaso de las actividades de las Redes Frenteamplistas y sus características), pero seguramente eso hubiera significado un recorte en el espacio dedicado a la intervención de Castells en sí misma. Los periodistas deben tomar siempre decisiones de ese tipo, y no siempre esas decisiones conforman a todo el mundo.