La actividad se difundió el viernes en el barrio por altoparlantes. De esa manera los vecinos de Marconi se enteraron de que el sábado tendría lugar una feria social en la que funcionarios de distintos organismos del Estado darían a conocer los servicios que ofrecen, en un intento por generar un mayor acercamiento con la población.

Llegó el día y el intenso frío no ayudó a que muchas personas salieran de sus casas para concurrir al encuentro que tuvo lugar en Aparicio Saravia entre Enrique Castro y Trápani. Sin embargo, los que lo hicieron le sacaron provecho. Los niños fueron los que más disfrutaron. Para ellos había rincones donde se podía dibujar, jugar y hasta saltar en una cama elástica. También hubo propuestas para los más grandecitos: en un stand se enseñaba a hacer stencil, en otro espacio se podía aprender a bailar break dance y, a pocos metros, era posible jugar al básquetbol en silla de ruedas, en el marco del programa Promotores de Inclusión, que lleva adelante el Programa Nacional de Discapacidad.

Además, se contemplaron espacios para brindar atención sanitaria e información sobre seguridad social, al tiempo que estuvieron presentes las organizaciones sociales que se desenvuelven en el barrio. Es así que en una rápida recorrida visual se observaba a un odontólogo revisando la boca de una niña, a un niño comiendo tranquilamente una galletita sentado en la cama elástica mientras varios esperaban impacientes para saltar, y a un policía comunitario aprendiendo a hacer stencil.

Desembarco

El ministro de Desarrollo Social, Daniel Olesker, quien concurrió a la actividad, explicó que lo que tenía lugar era el “desembarco” del Plan Siete Zonas en el barrio.

La del sábado fue la primera feria social en Montevideo. La próxima tendrá lugar el 3 de agosto en Cantera del Zorro y ese mismo mes, en Chacarita de los Padres y en Ituzaingó. En estas zonas se concentrará el trabajo en la capital; también habrá actividades en Barros Blancos y en dos barrios de Las Piedras (Canelones): Obelisco y Vista Linda; en esta última localidad ya fue presentado el programa. Se trata de siete zonas del país que concentran pobreza y una gran cantidad de niños y adolescentes que no acceden a los servicios de salud ni a la educación. En este sentido, Olesker explicó que el Estado está presente al ofrecer diversos servicios, pero sucede que “la demanda crece más rápido que la capacidad pública de responder con la oferta”.

Mencionó el caso de los CAIF. En las zonas en que se trabaja hay listas de espera, por lo que no todas las familias con niños de tres años a cargo tienen resuelto el acceso al sistema educativo. De la lista de medidas para mitigar la situación, el ministro destacó que en todas las zonas hay centros en construcción y que, hasta su finalización, se brindarán bonos económicos para que las familias puedan inscribir a los pequeños en guarderías privadas. El bono consta de 4.000 pesos para el pago de la cuota y de viáticos para otros gastos, como transporte, uniforme o salidas recreativas previstas.

En cuanto a la salud, el responsable del Mides afirmó que la Administración de Servicios de Salud del Estado (ASSE) está muy presente en la localidad, aunque reconoció que a veces el personal es insuficiente.

A este punto se refirió Rodrigo Silva, director del centro de salud Misurraco y el odontólogo que el sábado revisaba la boca de los niños de seis a 12 años, a quienes les regalaba un cepillo de dientes luego del control. Comparó la situación actual de la policlínica zonal con la que se vivía ocho años atrás y reconoció: “Estamos mucho mejor que antes, pero todavía falta”. Sostuvo que las carencias no son únicamente de recursos humanos, tanto en número de cargos como en personal “que elija venir a acá”, sino que hay otras: servicio de transporte colectivo (en la zona circula una sola línea de ómnibus) y agilidad en la toma de decisiones. “La respuesta del Estado es más lenta que las necesidades de la gente”, aseguró.

Sobre la experiencia de trabajar allí, indicó: “Podés hacer pila de cosas por ellos”, siempre y cuando la persona demuestre que quiere dar una mano: si el profesional se encierra en el consultorio y es indiferente a la realidad del lugar, el trabajo no es efectivo. Después de muchos años de desempeñarse en la zona, Silva ya es conocido por los vecinos; afirmó: “Acá estoy más seguro que en mi propio barrio”.

También a la seguridad se refirieron dos jóvenes que concurrieron a la feria. “Por cómo es el barrio, no puede tener nada, se lo roban todo”, dijo con preocupación María, quien alertó de la falta de espacios públicos en buen estado para esparcimiento. Patricia minimizó la preocupación de su compañera: dijo que la inseguridad que allí se vive “no es para tanto” y que, como en todos los barrios, “hay zonas y zonas”.

Para Alicia, abuela de una pequeña que jugaba en uno de los rincones infantiles, la principal carencia del Marconi es la “educación en la gente”, problema que consideró una contradicción en un país en el que la educación es gratuita. Sostuvo que una forma de saldar los problemas que viven los jóvenes es hacer reuniones formativas con los padres del barrio: “Queremos que nuestros hijos salgan adelante”. “No es la solución que adolescentes de 13 y 14 años anden con un niño […] que muchas veces funciona como un pasaporte para una asignación, que te den un terrenito para construir una casa o muchas cosas más”, puntualizó.