Si bien las referencias directas son que ambos deportes se juegan en estadios cerrados, existen considerables diferencias a la hora de la práctica en sí. Puede que el escenario sea el mismo, pero las reglas de juego, las disposiciones en cuanto a los jugadores en la cancha o en el banco de suplentes, y hasta el tamaño de la pelota, hacen diferente al fútbol de salón respecto del fútbol sala. Valga aclarar nuevamente: fútbol de salón (también futsal) es el de la FUFS, y fútbol sala es el de la AUF. Lo primero es la guinda. Visiblemente más chica y menos viva que una de fútbol común, existe una diferencia en tamaño y peso, siendo la del fútbol de salón más pequeña (60 centímetros de circunferencia) y más pesada (450 gramos). A su vez, el tratamiento de la pelota es diferente: mientras que en el fútbol sala la reanudación del juego desde los saques de esquina o del lateral son con el pie, en el de salón se efectúan con las manos. Sí, el córner también. Y cuando el arquero saca desde el arco, siempre con las manos, en el fútbol de salón no podrá pasar los límites de la mitad de la cancha; y una vez jugado, el equipo tendrá 15 segundos para pasar la mitad del terreno. De no ser así, en ambos casos, será sancionado. En los dos deportes son acumulables las faltas personales, igual que en el básquetbol, y luego de la quinta infracción colectiva todas las restantes serán pateadas desde el segundo penal y sin barrera. Pero la diferencia se halla en que cuando son faltas técnicas, en el fútbol sala se patea desde donde se cometió la infracción, y en el de salón la reanudación será desde el lateral más cercano a ésta.

También hay pequeñas diferencias en tiempos de reanudación del juego, en la posición de la barrera y la distancia con el balón, el tamaño de las zonas de sustituciones (que son ilimitadas, pero en el fútbol de salón los cambios se harán estando el juego interrumpido) y en el tiempo de espera para introducir otro jugador luego de recibir un expulsado. En cuanto a las tarjetas sí hay variantes: amarilla y roja, como en todo fútbol, pero en el salonismo también existe la tarjeta azul que significa descalificación, debiendo abandonar la cancha pudiendo ser sustituido por otro jugador legalmente inscrito en la planilla de juego.

Así las cosas, al pasar minuciosamente la lupa se descubre que el fútbol de salón y el fútbol sala son iguales pero diferentes. Vibrantes y emotivos, con goles por doquier, con la posibilidad veloz de dar vuelta un partido en cuestión de minutos. El inventado por el uruguayo Juan Carlos Ceriani, allá por 1930, y el falseado y tergiversado por la FIFA. La maravilla de la pelota chica, el encomiable fútbol dinámico y estrepitoso que junta adeptos ahí donde sobre técnica. Ahí donde somos cinco.