Llega el fin de año y la agenda de la actividad futbolística por poco se paraliza. En realidad, el juego cesa. En gran parte de Latinoamérica finalizan los torneos de apertura y surgen campeones que brindan por sus copas; en Europa es el necesario parate por el invierno y la nieve (y también porque es la medida justa para un buen descanso). Lo que no se detiene es la agenda de negocios. Hay mercado de pases, entre altas y bajas, en el mundo entero. Precisamente, fue por ese motivo que por estos lares se dio vuelta el calendario y se juega el Apertura para terminar el año y el Clausura a mitad de camino. Fútbol y negocios, digamos, que tanto gustan a la especulación, la venta de ilusiones e ingenuidades, refuerzos de planteles, pases del año. Feliz día de los inocentes (atrasado).
Entonces apareció el Boxing Day. En realidad, estaba desde siempre, pero, o bien no era difundido con ese nombre, o bien la campaña publicitaria de la Premier League inglesa necesitaba un nuevo eslogan y salió con todo. Lo cierto es que fue el cable a tierra que permitió ver por televisión otra cosa que no fueran compactos con lo mejor del año. Que están buenos, cuidado, porque recopilan un montón de hechos que ocurrieron en 2014, pero, precisamente, ese mismo argumento es el que le proporciona un sugestivo aire de irreal. ¿O es verdad que en un partido se hacen 800 caños y gambetas? ¿Lionel Messi marcó el récord de máximo goleador en España en los 14 minutos que duró el resumen? Cristiano Ronaldo es increíble: no se despeinó en todo el año. Entonces la revista de la televisión por cable local se transformó en agenda: 26 de diciembre, The Boxing Day. De todos los partidos elijo éste: el Sunderland de Gustavo Poyet y Sebastián Coates contra el Hull City de la Joya Hernández y Gastón Ramírez, sin galera pero con gol incluido. Confieso: es la primera vez que veo un partido completo de Gastón con la amarilla y negra, ¿por qué no la de Tulipán de Fray Bentos? A ver qué historia con ese día.
El pasado que se fue
Lo coincidente en todas las versiones de la leyenda es que el día después de Navidad es un día festivo en Gran Bretaña y la mayoría de los países que alguna vez fueron colonizados por su imperio. La tradición es cristiana y el santo del almanaque es San Esteban (St. Stephen en inglés), considerado el primer mártir del catolicismo. Santo patrón de los talladores de piedra, fue nombrado ministro de caridad por los apóstoles de la época. Según la página web de la Agencia Católica de Informaciones (aciprensa.com), Esteban fue un hombre de confianza de los apóstoles, que habló y defendió a Jesús, cosa que “entre los judíos generó cierto desconcierto. Por tal razón, la tradición señala que fue llevado ante el Tribunal Supremo de la Nación, el Sanedrín, para ser acusado con falsos testigos, los cuales argumentaron que Esteban afirmaba que Jesús iba a destruir el templo y a acabar con las leyes de Moisés”. Terminó apedreado. Sus últimas palabras fueron: “Señor, no les tengas en cuenta este pecado”.
Desde el siglo I al XVI, otra página de leyenda: fue el rey Wenceslao de Bohemia quien, durante una nevada intensa, vio a un hombre cargando sus pocas cosas y, apiadándose de él, decidió darle refugio, pan y vino. Más adelante en la línea del tiempo, se cree que la nobleza entregaba a sus esclavos una caja (box, en inglés, de ahí el término) con las sobras de sus festejos durante Nochebuena y Navidad, a modo de aguinaldo para la servidumbre. Hay más leyendas, pero la más fiable data de la época de las grandes exploraciones marítimas (exploraciones le llamaban a arrasar con cuanta cosa se atravesara a su espíritu imperialista). Antes de que los barcos zarparan, un cura daba a cada marinero una caja para que pusiera dinero dentro, con la esperanza de que, si regresaba con vida, pudiera tenerlo como ofrenda. La caja salía del puerto sellada y andaba por los mares todo el viaje. Si el barco lograba volver a puerto, se entregaba la caja al cura a cambio de que diera una misa de acción de gracias. El día siguiente a Navidad se abría la caja y se repartía el dinero entre los pobres.
Hijos de la caridad
El primer partido jugado un 26 de diciembre fue en 1860, cuando se enfrentaron en Londres los equipos de Sheffield FC y Hallam FC. Tuvo otro nombre, rules derby, porque en esa ocasión esos dos equipos pactaron algunas reglas para toda la vida: colocar un travesaño, sacar desde los laterales, patear los córneres. Ganó Sheffield 2-0; quedó para la historia. Con el inicio de la FA Cup, en 1888, la dirigencia del fútbol británico comenzó a incluir partidos oficiales en esa fecha. Los primeros fueron las victorias de Bolton sobre Derby 3-2 y de West Brom sobre Preston 5-0.
El viernes se disputaron por la Premier League diez partidos, es decir, hubo fecha completa. La anécdota será que Chelsea sigue primero y Hull City, con su victoria, salió de los puestos del descenso. Pero el _Boxing Day _ va más allá del fútbol: también se disputaron partidos de rugby y se celebraron carreras de caballos.
Es imposible no pensar en el doble sentido que sugiere la caridad. Por un lado, como actitud solidaria hacia alguien que lo necesita, un acto que surge por decisión propia (con o sin Dios) como un gesto que no es fingido; por otro, el (ya irremediable) desparejo mundo que hemos fabricado entre egoísmos, teorías, enfermedades, y que no tiene pinta de querer dejar de parir desigualdades.
La pantalla está caliente; el sillón, también. La pelota rueda, la resaca no se va, alguien no deja de tener hambre. Los millones bailan y juegan, otros millones de personas están trabajando en algún sitio, muchos descansan. Pareciera que estuviéramos maravillosamente de acuerdo. Historias que brinda el mundo cuando se hace pelota.