Notable partido de la selección uruguaya sub 20. Una muestra más de la confianza cuando se para en la cancha, siempre sustentado por un juego ordenado y punzante a la vez. El orden son las líneas. La defensa -arquero incluido- se mueve con solidez y solvencia en el fondo y es contundente tanto en los cierres como en el juego aéreo, en buena coordinación con los volantes más replegados. Los dos del medio del medio son unas máquinas; Nahitan Nández y Mauro Arambarri son el engranaje perfecto en la transición cuando la pelota debe salir de atrás y pasar a la ofensiva. Adelante, precisamente, ayer despuntó Franco Acosta por los goles, pero es el colectivo de jugadores el que no para de generar chances cada vez que se adueñan de la pelota. Y como si fuera poco, los delanteros son la primera línea defensiva de Uruguay.

Están

A primera hora, cuando el viejo Campus se empezaba a poblar - en realidad, no es tan viejo, ya que el estadio Domingo Burgueño Miguel, reformulado para la Copa América de 1995, fue construido en los años 70, es la que en un inicio era su tribuna principal la que hoy tiene problemas y se ve despoblada-, Colombia coronó, sin saberlo, su clasificación al hexagonal final al vencer muy ajustadamente a Venezuela 1-0. El buen conjunto colombiano fue muy superior al elenco bolivariano, que sólo podía mantener la ilusión si ganaba, pero le costó muchísimo hacer la diferencia. Cuando avanzaba el segundo tiempo, el incisivo Jeison Lucumi marcó el único gol del partido, el que, a la postre, les daría la ventaja y la clasificación a los colombianos, que mañana definirán su posición en el grupo, que determinará cuál será su primer rival la semana que viene, en el el arranque del hexagonal final.

Todo esto se llama regularidad. Tres partidos jugados, tres partidos ganados. La efectividad como sustento del crecimiento a cada paso de la serie. Porque es verdad que el partido con Colombia fue muy parejo, pero se ganó. Con Brasil los gurises ya habían jugado mucho más que su rival, y ayer, qué decir... mezcla de contundencia con dominio del partido. Ilusionan, se ilusionan y tienen todo el derecho de hacerlo. Irán por más, se les nota, con la tranquilidad y serenidad correspondiente.

Uruguay paró desde el arranque a Gastón Guruceaga en el arco; una línea de cuatro integrada por Guillermo Cotugno, Erick Cabaco, Mauricio Lemos (¡qué dupla!) y Mathías Zorrito Suárez; dos volantes de contención-acción, Nández y Arambarri; tres por adelante como mediapuntas, Facundo Castro, Gastón Pereiro y Jaime Báez; y Acosta (notable) como punta neto. El devenir del juego hizo que en el segundo tiempo entrara Gastón Faber por Nández, quien recibió un fuerte golpe cuando promediaba la primera mitad. A falta de 20 minutos, aproximadamente, Ferreira le dio ingreso a Rodrigo Amaral por Pereiro y, sobre el final, ingresó Diego Fagúndez por Acosta.

A los 2 minutos los celestes generaron una gran jugada colectiva que por cuestión de centímetros no terminó en gol de Pereiro. Era apenas una imagen de la buena fotografía de la celeste, pero la habilitación de play maker del Zorrito Suárez, el desborde largo y a lo Luis Suárez de Chinita Báez y la entrada acalambrante de los uruguayos tras el centro hacia atrás del delantero pedrense remitían a otras imágenes de otra celeste, la mayor, la de Óscar Tabárez. No es casualidad. Y es gratificante que haya un claro índice de continuidad de lo que se gesta y hornea en el Centro de Alto Rendimiento Uruguay Celeste.

El elenco ayer orientado desde la línea por el zurdo Gustavo Ferreyra, destacado delantero de Central Español y Peñarol, quien tempranamente debió dejar la práctica activa del fútbol por problemas en una rodilla, se mostró siempre seguro y confiado en su propuesta de ataque masivo y despliegue del juego por las bandas.

Iban 20 minutos cuando un error individual chileno premió a los aciertos colectivos uruguayos: un pelotazo en largo para Franco Acosta no sólo no pudo ser despejado por el central trasandino, sino que le amortiguó la pelota al incisivo punta de Fénix -ya transferido a Villareal B-, que se la picó por arriba al arquero. La globa dio en el travesaño y bajó bien adentro, como para que el asistente Braylowsky ni siquiera dudara en correr hasta la mitad de la cancha para convalidar el primero.

Apenas cuatro minutos después, en una jugada simple y sistematizada de centro con pelota quieta, Guillermo Cotugno le puso tremendo cocazo a la guinda y ya estaban 2-0.

La contundencia del elenco oriental quedó de manifiesto en los minutos que separaron cada ataque y cada gol recibido por los chilenos hasta el minuto final del primer tiempo, que incluyó, sobre el cierre de la primera etapa, la tercera conquista de los veinteañeros de la Asociación Uruguaya de Fútbol, que por intermedio del irresistible Franco Acosta, y otra vez desde fuera del área y por arriba -ni te toques por un rebotecito de morondanga, que la globa iba a las piolas-, puso el 3-0.