El día en que el Defensor Sporting de su hermano, Andrés, dio un paso extrañamente malo en el Parque Central, el prestigio familiar quedó salvado gracias al gran aporte del olvidado Diego. El volante hizo el gol de la merecida diferencia ante El Tanque Sisley y Wanderers salió de un pozo de tres fechas y ganó 1-0: sigue a cinco puntos del líder y toma aire en una tabla del descenso en la que aún no puede distraerse.
Con 38 años y un CV más largo pero menos notorio que el de su hermano, Diego sigue siendo el volante eficiente que apareció en Nacional a fines de los 90. A tal punto que es inevitable preguntarse por qué no contó con mejores posibilidades, sin desconocer que no es poco llegar al Prado tras varios pasajes por Argentina y Chile, uno por China, otro por Paraguay y uno más reciente por España. Con esa vocación peregrina, recorre cancha y llega al área pese al peso de la cédula. Anunció a los 14 minutos, cuando sorprendió con una incursión y un remate cuyo destino no fue feliz por la culpa de un rebote. Con cara de “yo te dije”, festejó tras hacer todo bien en otro asalto al área. Cuando cayó el gol, Wanderers ya había obligado varias veces al arquero Leandro Gelpi. En cambio, Leonardo Burián no había tenido más trabajo que el impuesto por remates casi siempre débiles. El contraste fue relativamente notorio. Ese partido, que uno imaginaba movido y parejo dados los estilos de los técnicos, no fue ni tan movido ni tan parejo. El gran mérito de Wanderers fue jugar pero no dejar. Scotti fue importante en ambos rubros. La zaga central se agarró de la buena tarde de Emiliano Díaz para cortar los centros que El Tanque tiró desde la zurda, cuando combinaron Yefferson Moreira, Nicolás Díaz y Franco López. Pero pasó que Maximiliano Callorda pesó más llegando desde atrás que adentro del área. Entonces, el esfuerzo resultó en vano.
Si el respirador no se le zafó y El Tanque estuvo vivo hasta el final, fue gracias a la multiplicación de Juan Carlos Amado, dueño de timing y capacidad pulmonar suficientes como para disimular errores ajenos. Lo hizo varias veces porque no fue buena la tarde de su compadre Facundo Moreira, pese a su gran antecedente ante Nacional. Pero Amadito humano es, y Wanderers siguió apelando al toque hasta encontrar espacios, con cuatro posibilidades claras para liquidarlo. Entró bien Leandro Reymúndez, cuya explosión contrastó con el fútbol físico del sustituido Santiago Bellini. Como no anotó el segundo, se reformó a la defensiva con Santiago Martínez por Matías Santos. El Tanque se despidió con las entradas de los ofensivos Matías Masciero y Boris Barone y el adelantamiento de Matías Zunino, que malogró la última clara mucho antes del final y algo después de que Callorda se perdiera la primera. Sabor a poco ante un equipo mejor, que reaccionó a tiempo y ahora deletrea una palabrita siempre linda y también amiga del Scotti menos célebre: todavía.