Sin jugar bien, lejos de su estilo atildado, acuñado en otros tiempos por Julio Pérez y el Cascarilla Julio César Morales, Racing le ganó 2-1 a Villa Teresa y se sumó a un pelotón de equipos expectantes con lo que pueda pasar en el Apertura.

No fue un buen partido el jugado ayer en el Nasazzi. No hubo grandes jugadas ni gestos técnicos que apreciar. Las emociones se demoraron, y el mal juego abundó, lo que dejó un malestar general entre los presentes. Es cierto que el mal estado del campo del reducto papal no ayuda, pero podría ser peor. La pelota, en cada pique, no se frena, por lo que el traslado debe ser eficaz y dúctil, algo que ninguno de los dos equipos entendió. El equipo de Darío Larrosa siempre la tuvo. La tocó y distribuyó el juego, pero sin peligro. Villa Teresa esperó, cortó muchas pelotas en la mitad del campo, pero no resolvió bien. El encargado del funcionamiento del fútbol de los albirrojos fue el melense Ademar Martínez, un volante todoterreno, que no encontró compañía suficiente para maniobrar con equilibrio.

La más clara del primer tiempo fue para Villa Teresa y vino de una jugada aislada. La pelota le quedó a Diego Martiñones, que intentó la personal y le salió bien. El delantero acomodó bien el cuerpo y sacó un remate fortísimo. La bocha dio en el palo, bajó y salió. El Rata ya gritaba el tanto, pero la terna arbitral no se lo validó, porque la pelota no llegó a entrar.

El segundo tiempo fue malo, pero aparecieron los goles y eso despertó la emoción. No se jugó bien y se cometieron más errores. El encuentro se friccionó y los dos equipos no lo leyeron correctamente. Los de Vito Beato se encargaron de cortar en defensa, y por ahí vino el negocio.

Leandro Ezquerra ejecutó una falta técnica y mandó un centro como si fuese con la mano. El zaguero Ignacio Ithurralde, sin marca, como el mejor 9 de todos los tiempos, puso un frentazo que descolocó al arquero Pablo Tourn y abrió la cuenta. Festejo y pico del Nacho que, a lo lejos, se lo dedicó a su hijo, que se comía un cono de las crujientes papas fritas que se venden en el Nasazzi. Las ganas no faltaron, pero el espectáculo pereció. Racing se fue arriba, y en su mejor momento, Villa Teresa se lo igualó. La bocha cayó al área, tras un tiro de esquina, y la segunda vez quedó ahí, sueltita. Como un tonel, el Boya Daniel Pereira la remató y puso el empate.

La mesa quedó servida. Y lo peor de la tarde apareció. El buen fútbol se cambió por algo parecido a un Richard, porque la pelota iba y venía de un lado al otro sin ningún criterio. Los dos la perdían y los dos la robaban, pero los criterios no aparecían.

Sobre el final, los de Sayago lo buscaron con más ímpetu y, quizá por eso, lo terminaron ganando. Renzo López se vistió de puntero derecho y arrancó por la banda. Con poco oficio, el delantero mandó un pase rastrero que Jean Pierre Barrientos encontró. Con alma y vida, el del nombre francés le puso amor a la tarde, y le pegó con lo que le quedaba para el 2-1 triunfal.

Racing sigue verde, le falta madurar, pero los resultados positivos lo arriman a algo más parecido a lo que los hinchas soñaban. Villa Teresa se hunde, el descenso lo complica, y deberá rearmar para zafar. Tiene con qué.