Que si vengo, que no voy, que si estoy, que me pierdo. Nacional lidera tranquilo, y aunque las cosas no le salgan, las encuentra. Tiene paciencia y no se achica porque está en su momento. Quizá es la suerte del campeón, o el cosmos que lo aprieta para que sus versiones antagónicas se luzcan.
El rival sabatino de los tricolores en el Centenario fue Fénix, grata revelación del Apertura, que de la mano del fiel estilo de Rosario Martínez, ha logrado resultados importantes y se mantiene a tiro. El clan capurrense es conocidísimo. Un claro 4-3-2-1 marcó los indicios de casi todo el primer tiempo y obligó a Nacional a jugar a lo que Fénix propuso. La ausencia de Martín Ligüera en el comienzo (volvía luego de una lesión) tuvo sus consecuencias en la creación de juego. Cecilio Waterman y Maximiliano Pérez se sacrificaron más en ataque. La referencia de área fue Lucas Cavallini.
Durante la mayor parte del primer tiempo los de Capurro maniataron a los tricolores. No los dejaron jugar cómodos y estuvieron presentes en sus salidas. Eso fue complicado para Nacional, porque se le achicaron los espacios, y la creación de juego, comandada por Rodrigo Amaral, se truncó. Fénix hizo muy bien los deberes y marcó un ritmo que hasta ahora los albos casi no habían padecido.
El juego se achanchó. Fénix, preocupado por salir de contra, se conformó con no dejar que su rival moviera la pelota, y a esperarlo. Nacional se impacientó y dejó espacios para los albivioletas. Avisó Cavallini con un cocazo que Esteban Conde mandó al córner. Casi instantáneamente la pelota le quedó, de segunda, a Leandro Zaspe que, con una tremenda bomba a distancia, obligó al Coco a volar y sacarla nuevamente al córner.
Recién cuando pasaron 30 minutos los de Munúa encontraron la primera chance de gol. Jorge Fucile la robó en la salida y se mandó por la derecha, tiró el centro y Sebastián Fernández, con un gran anticipo, estrelló la pelota en el palo. Nacional estaba vivo. No lo estaba, por el contrario, el volante Mateo Carro: tras una tonta infracción, un codazo al Colorado Santiago Romero, se ganó la roja. A partir de entonces el juego fue otro. Pero también hubo tiempo para una mala para los tricolores, que veían, cerca del final del primer tiempo, cómo -nuevamente- Jorge Fucile sufría una maldita lesión, esta vez una luxación en el hombre luego de una mala caída. Nacho González lo suplantó y Romero pasó al lateral derecho.
El complemento fue lo mejor de Nacional. El pulmón del fútbol tricolor fue siempre Nacho González, que jugó y distribuyó. Generó espacios y dio un ritmo frenético a sus compañeros, que se contagiaron. Fénix, con diez, salió a jugar a otra cosa, se replegó y le dio terreno y pelota a su rival. Sacrificó a sus hombres y dejó solamente a Cavallini en el ataque. Rosario mandó a la cancha al inactivo Ligüera, que respondió de buena manera, para parar un 4-3-1-1.
Con espacios generados, Nacional obligó a Racing a cometer muchas faltas cerca del área. En una de ellas, Amaral, dueño de todas las quietas, pateó un centro llovido. La pelota era del arquero Darío Denis, que ya casi la tenía en sus manos, pero Ignacio Pallas no lo entendió y salió a peinarla con tanta mala fortuna, que la pelota se metió en su propio arco.
El gol descomprimió a Nacional, que siguió yendo arriba en procura de aumentar. Fénix, con el corazón, defendió como pudo y tuvo alguna chance, con un Maxi Pérez sacrificado hasta el alma. Munúa probó con Matías Cabrera -en su vuelta al fútbol local-, que respondió bien. Con tantos huecos en ofensiva, en las últimas, Nacho González hizo lo que nadie: pegarle desde afuera. Con un gran gesto técnico, el volante, esta vez de zurda, sacó un fuertísimo remate que Denis no pudo frenar y sobre el final del encuentro marcó el 2-0 definitivo.
Nacional mostró sus dos caras, y esta vez salió victorioso y tomó aire para lo que viene. La ausencia de Fucile y la de Romero, por quinta amarilla, obligarán a Munúa a rearmar el esquema para el fin de semana, cuando tenga que enfrentar a Sud América.