Los goles se amontonaron al comienzo. El 3-1 resultante del último de los dos tantos anotados por Alonso se instaló en La Blanqueada cuando todavía quedaban nueve minutos para cerrar el primer tiempo. En adelante, Nacional alternó el juego por las bandas con cierta displicencia ante un Rampla Juniors tan comprometido como descremado, preso de sus desórdenes defensivos, su escaso peso ofensivo y esa irregularidad que lo tiene jurando y traicionando según la fecha.

Los hinchas tricolores celebraron el estiramiento de la diferencia que los beneficia en la Tabla Anual, el achique de la que los perjudica en el Clausura y un reencuentro: el de Iván Alonso y el gol, dos viejos conocidos que se dieron un intenso abrazo de dos minutos tras seis fechas de desencuentros, como si se tratase de la reconciliación de dos enamorados. Es que Iván anotó un doble, porque puso el parcial 2-1 a los 32 minutos y el definitivo 3-1 a los 34. El resto del partido fue una novela rosa de final previsible, un lugar común hollywoodense digno de peluquería con secador de pie.

El gol del quiebre, el segundo de Nacional y primero del goleador del Campeonato Uruguayo, llegó a partir de un penal discutible. Falce pitó una mano que existió tras evaluarla como ilegítima, pero las múltiples repeticiones televisivas no alcanzan para demostrar que haya sido dentro del área. El otro gol de Alonso se pareció al primero, que marcó Barcia. Ambos llegaron con toques cortos cercanos al arco, luego de centros bajos desde los laterales. Rampla no encontró manera de anular la subida por las puntas, y fue particularmente ineficaz para trabar el juego dentro de su área. Sus zagueros sufrieron. Ante las numerosas búsquedas largas de Porras, Alonso les ganó reiteradamente y bajó juego de corrido. De Pena los invadió por la izquierda en combinación con su compadre Espino, y Barcia hizo lo mismo por la derecha. Pereiro no brilló, pero complicó con diagonales o manejando por la calle central.

El segundo tiempo tuvo mucho de eso. Y manotazos de Long. 1.000 zambullidas del arquero picapiedra, que se ganó el cielo pese a absorber tres goles. Distinto fue lo de Munúa, al que el partido casi no exigió. Baja, se le escabulló la pelota que decretó el parcial y efímero empate picapiedra. Un centro de Richard Núñez se envenenó, y Espino lo peinó hacia su propio arco. La Cobra Machado se encontró de casualidad con el regalito y anotó con un toque corto que el golero intentó defender tardíamente y sin usar las manos. Fue uno de esos goles raros que se gritan sólo después de mirar al línea y al juez, tras descartar la hipótesis de alguna irregularidad previa.

El anotador picapiedra peleó en soledad. Cuello lo acompañó mejor que Vila, que se vio muy lejos del área y particularmente apagado. Núñez pesó poco. Las ganas de los ingresados D’Albenas y Fagúndez apenas maquillaron la impotencia. Como los de Nacional, fueron cambios sin mayor incidencia, de los que se hacen porque el reglamento lo permite. Unos, para administrar las energías del ganador. Otros, para dar la pelea inocua del perdedor. Todos, entre los bostezos de un segundo tiempo al que sólo le faltó el acento tano de Raffaella Carrà: fantástica, la siesta.

Detalles

Nacional (3): Munúa (una mala); Gorga, Valdés (sacó), Polenta y Espino (a De Pena); Porras (lanza) y Arismendi (82’ Ribair Rodríguez); Barcia (despierto) (74’ Tabó), Pereiro (70’ Nacho González) y De Pena (a Espino); y Alonso (volvió una tarde). DT: Álvaro Gutiérrez.

Rampla Juniors (1): Long (figura, igual); Vargas (46’ Diego Barboza), Ale Rodríguez, Santucho (le costó) y Montero; Gallo y Román; Vila (poco) (73’ Leo Fagúndez) (atrevido), Núñez (57’ D’Albenas) y Cuello; y Machado (muy solo). DT: Jorge Barrios.

Goles: 15’ Barcia (N); 20’ Machado (RJ); 32’ Alonso (N), de penal; y 34’ Alonso.