No hay que tener dinero para ser feliz. Hay que luchar, perseverar, ser regular y nunca, pero nunca, bajar los brazos. Así está Juventud, encantadísimo, loco de la vida. Casi que se olvidó del descenso, por unos detalles, y piensa en grande: en campeonatos, en irse de copas y en dejar a la institución en la historia.
Su estilo es perfecto, único, y lo mejor: da resultados. La analogía perfecta entre el qué y el cómo une a todos los pedrenses. Desde el funcionario con menos participación hasta el entrenador y el último suplente. Por eso, el equipo del floridense Giordano piensa como el más grande y, esta vez, venció a Sud América. Pero, claro, le costó.
El juego era de los más lindos de la fecha, aunque la distancia y el poco vigor de los equipos en los últimos campeonatos los condenaban. El pleito era simple. El que ganaba se olvidaba del descenso y pensaba en el ascenso a la zona de clasificación a torneos internacionales. Así se jugó el segundo tiempo.
El primer chico casi no sirvió, sólo para acomodarse, para estudiarse, para saber qué había en cada vereda. Juventud hizo mejor las cosas en San José. Por eso salió entonado al complemento, en el que fue y fue. Ese esquema de Giordano, como frutilla de la torta, tiene al salteño Palacios, ése que -dicen- hace goles en todos lados, menos en Peñarol, dueño de su ficha.
El Yesquero fue el que abrió la cuenta, no había otra tuerca. Recibió un pase de pala del sanducero Puerari y, con cachiporra incluida, le dio para puntear la pelota y gritar el primero. Pero apenas duró la alegría, ahogada para el Juve por el Chato Arismendi, que la encontró tras un tiro de esquina.
Las últimas fichitas en la cancha eran para cualquiera. Pero cuando un equipo tiene al goleador del campeonato, que no perdona y que está entonadísimo, el desenlace puede ser uno solo. Otra vez Palacios gritó, y esta vez más fuerte, con un perfecto tiro libre, con mejor comba, que mandó a guardar, y alentó a todo Las Piedras para seguir ese sueño.