No se superaron en nada. Fue un tiempo para cada uno y punto. Quizá lo mejor estuvo afuera, con un marco de público expectante por lo que podría suceder. ¿Debería haber sido mejor? Tal vez. Alguien dijo en cierto momento que el empate sin goles es el resultado perfecto, porque nadie superó a nadie. Puede ser. De ahí que el fútbol es la ciencia de lo imaginable, de lo que puede pasar, del sentimiento previo y la expectativa. Lo que es, es; y el deber ser se fue sin goles en los arcos. El grito se les atragantó a los goleadores: las de Emiliano Alfaro las contuvo el arquero Kevin Dawson, la más clara fue de Nicolás Dibble y pegó en el palo ante la inconsolable mirada de Guillermo de Amores. El resto de pelotas naufragó en el mediocampo. Y el que sacó rédito jugó en otro lado: Central Español ganó su partido ante Huracán del Paso de la Arena y empató a Plaza Colonia en el segundo puesto.

Gran parte de la atención en el comienzo de la 22ª fecha estaba centrada en el parque de Nacional de Nueva Helvecia. Situación bastante lógica, porque se enfrentaron el primero y el segundo de la tabla grande, y apoyada en lo que traducen los números de ambos equipos hasta el momento: Liverpool primero y con puntos de ventaja que sugieren que por lo menos debería perder cinco partidos para ser alcanzado; Plaza Colonia porque desde que asumió el Flaco Espinel acumulaba diez partidos sin perder, o sea que ahora son 11. De ahí que este punto per cápita sea un aliciente anímico importante para lo que viene. Transcurridos dos tercios del campeonato, la pilcha de candidatos a los dos ascensos directos les queda bárbara a los de arriba.

El Turco Alejandro Apud no dudó y tiró toda la artillería de primera línea en el inicio. Junior Arias, Emiliano Alfaro, Miguel Puglia y Paulo Papa Pezzolano como enganche fueron los cuatro ofensivos. Tienen con qué y se sueltan por todo el frente de ataque: Gonzalo Freitas y Lucas Tamareo bancan las espaldas. El planteamiento de Plaza fue más cuidadoso: intentó ganar la zona central con Cristian Malán, Francisco Vega y Ezequiel Redín; todos, apuntando a los contragolpes de Maximiliano Freitas y Nicolás Dibble. Pero se dio al revés. En el primer tiempo los patas blancas controlaron la utilidad de la pelota y se acercaron más al arco de Liverpool. Respondió bien De Amores y Facundo Mallo sacó unas cuantas. Pezzolano fue pie e inteligencia para descolgar a sus puntas con pelotazos largos y contragolpes. Nada, absolutamente nada de lo que propusieron ambos frentes ofensivos vulneró los arcos. El grito atragantado quedó girando entre los alambres de cinco hilos y el línea más cercano.

La parte complementaria se dio a la inversa. Liverpool, mucho más tranquilo desde el pitazo inicial, recuperó la guinda que ansió todo el primer tiempo, y eso le permitió mostrar lo mejor de su juego. Toque, desborde de los laterales Almeida y González, tiros frontales cuando quedaba el hueco, centros al área ante la cerrada defensa coloniense. Plaza invirtió los roles y, ya sin pelota y tiempo, jugó rápido y vertical. Freitas fue a todas hasta que se agotó; Dibble, que es muy habilidoso además de encarador, buscó las espaldas de los defensores negriazules. Una suya, que no restó nadie, fue rasante e hizo saltar de los lugares a la buena hinchada local. El palo tenía reservado otro silencio molesto, otro respiro aliviado.

Un tiro libre a favor de Liverpool fue la última clara. Le quedó para el perfil de Jonathan Candia -que le pega extraordinario-, pero Dawson atajó bien luego de un pique traicionero. Candia fue uno de los tantos que ingresaron cuando ambos entrenadores sacudieron cambios e ideas. Ya con modificaciones en la cancha y partido a campo traviesa por el cansancio y las altas temperaturas, podría haber sido para cualquiera. A juego abierto suerte y verdad, dicen. Pero como la suerte no existe, nadie supo estar en el momento justo y el lugar indicado. La bocha no quiso entrar y el grito sagrado se reprimió. Les queda un consuelo: miran de lejos a los demás desde lo alto de la tabla.