Salió campeón sin objeciones. Ayer Oriental venció 3-0 a Basáñez y se quedó con todos los títulos del año: el Apertura, la Liguilla y la Tabla Anual, para volver a jugar, 28 años después en la B. Gonzalo da Luz en dos ocasiones y Mauro Rodríguez fueron los goleadores de la consagración. Festejado triunfo al grito orgulloso de “somos de la B”. Oriental fue el vencedor de un campeonato que se juega por jugar, en un mundo hecho pelota, entre las ocho horas de trabajo o cuando dé el tiempo; se quedó con la gloria -que está divina- y la levantó acompañándola con un beso amateur. Son los campeones del barrio, de la familia y de los amigos; los mejores en el último tablado universal donde se patea la pelota con amor idílico, por deseo, donde ganar o perder queda todo en un borrador. Cumplieron, todos ellos, el sueño más lúdico desde que una cancha los encontró. Corren y bailan alrededor de una copa, agarrados de la mano, en una rueda giratoria que incluye jugadores, cuerpo técnico, allegados y niños a los que sus madres pasaron por encima de una puerta. Porque amateur es todo. Festejan campeones y levantan la vista al celeste, su color. Atrás se ve el estadio Centenario. Se detiene el tiempo. Siempre hay motivos para seguir soñando. La caravana hacia el pueblo significa el resto de la imaginación.
Párrafo aparte para el autor del primer gol del partido. Un gurí con la número 13 con nombre y apellido: Mauro Rodríguez. Vio que la pelota la llevaba Da Luz por la izquierda y fue por la ilusión al área, tentando el destino, barajando los sueños. Da Luz, morocho, cuerpeador, encarador que increpa, muy poco zurdo y bien derecho, tiró el centro con su pierna hábil a tres dedos. Salió tocada y la lentitud ayudó a leer la jugada. Rodríguez midió. Estaba de espaldas al arco y con su marcador pegado. Cuando saltó con gestos de chilena paralizó a todos. Cuando la enganchó perfecta y la mandó lejos del arquero Rodrigo Rubio provocó la admiración de propios y ajenos. “Gooooool”, gritó un hincha mientras bajaba a toda velocidad los escalones del Palermo hasta quedar atragantado junto al alambrado. Un golazo por donde se lo mire. Abrió las puertas del cielo. Fue para ponerle un marco y encuadrar el momento, ese momento. El fútbol amateur es de ringui ranga, de caras serias y raspones que no chillan, de pegarle con punta y hacha porque no se duda (ni se le dan chances a los piques para cualquier lado), de pocos recursos económicos pero con todas las mañas, de campito, calle y mostrador. Pero también de una chilena como todas, como cualquiera, que valió un título y quien sabe cuántas copas sirvió en la vieja casona de camino José Batlle y Ordóñez 10.
Da Luz
El resto vino después. Gonzalo da Luz es nueve nueve. Alguno se acordará de verlo jugar con Central Español. La tarde pintaba para él, aunque convendría decir que él pintó buena parte de los dibujos. Fue un peligro constante por todo el frente de ataque, y en Basáñez se turnaban para bajarlo. Fútbol amateur. En el primer tiempo ya se había autogenerado una chance de gol: se la robó a los defensas y atacó el arco. Ahí le ganó el achique el meta Rubio. Tentó su suerte para la segunda parte. Otra carrera en solitario posibilitó su merecido gol: picó por el centro, algo volcado hacia la izquierda, y tiró antes de la salida del arquero. Explotó todo. Quedaban 15 minutos y se presentía el ascenso. ¿La tribuna? Como leones dentro de una jaula. Desconfiaban hasta de la propia sombra. Pero Da Luz les sacó las dudas con el tercero y el grito sagrado de “dale campeón” consumió las pocas vueltas que le quedaban al reloj.
Merecimiento y pico de Oriental. Salvo los primeros diez de partido, donde Basáñez -que desde antes del partido sabía que era todo o nada- lo arrinconó a pelotazos, se paró mejor y justificó la victoria en todo el trámite. De atrás para adelante el lateral derecho, Daniel Duarte, fue de los mejores. El resto seguros todos. El cinco, Diego Oreja Bértola ordenó el mediocampo y proporcionó pelotas a los que juegan: Rodrigo Pato Acosta y el propio Da Luz. En el sangre y luto la dupla de volantes de marca, Juan de Cuadro y Gonzalo Ramírez, bancaron hasta que pudieron y Seba Donangello fue navegante solitario en busca de goles. Fue él quien en los primeros minutos del segundo tiempo tuvo la más clara para el Basa, atajada por Nicolás Marticorena.
Si el primer tiempo fue dividido en colores, el complemento fue netamente celeste. Repitieron lo mejor de su historia. Ahora los espera la B, ese lugar que por decisión propia no quisieron tomar por razones económicas cuando Oriental fue campeón en 2008-2009; el mismo que no le dieron en 2004 y 2007, cuando salir campeón de la C no se premiaba con ascenso. Alguno andará de cantarola ahora mismo, mientras leemos el diario. Reeditando viejos momentos, porque la historia también cuenta que en su cancha, por los años 60 y 70, sonaban las voces de Horacio Guarany y Alfredo Zitarrosa en el tablado más grande de carnaval de la zona, el mismo que vio tocar a Los Olimareños en 1974, cuando Oriental cumplía 50 años, última vez de la dupla uruguaya previa al exilio.
Campeón, ser campeón es lo mismo en cualquier lado. Desde los palacios europeos del fútbol hasta el último arco en el patio del fin del mundo.