La belleza natural que ofrece el Estadio Olímpico nunca podrá compensar la tristeza que conlleva un partido a puertas cerradas. Nunca podrá ser igual, ni para los futbolistas ni para el hincha. Cuesta meterse en la cosa hasta el punto de complicar la valoración de ciertas jugadas de riesgo, ya que, inconscientemente, la masa de rugidos ayuda a la cuestión.
Rampla ganó, superó a Cerro en el descenso, pero los bichos colorados tuvieron argumentos: las trepadas permanentes de Andrés Silva, la manija de Miguel de los Santos y la presencia peligrosa del Canguro Porta. Rampla dependió siempre del inoxidable Richard Núñez para generar chances de gol. En el segundo tiempo los cambios le dieron más vida al partido. Entró a pura moña Gonzalo Vega en el picapiedra: generó muchas faltas y los posteriores ollazos al área rival. Para el renta, Maxi Lombardi tuvo la más clara al ingresar en el segundo tiempo, cuando intentó picarla en un mano a mano pero la pelota quedó corta y terminó en el córner. Rampla ya pensaba en el empate y los dos puntitos para el descenso cuando, en el enésimo ollazo al área, Diego Galo encontró la guinda de sobrepique y apretando el remate quebró la igualdad. Diego nunca supo que casi se caen unos 30 hinchas que estaban colgados del muro que da a la bahía. A nadie le importa porque valió la pena, el viejo Rampla está más cerca de quedarse en Primera.