Por el juego de ida de los octavos de final, el bohemio estuvo a escasos minutos de ganar los tres puntos. Estaba en ventaja 1-0 desde que el Mago Santos fue certero con su pie, y el truco de derecha fue imposible de atajar para el arquero racinguista Sebastián Saja. Un resultado justo con lo que se vio, merecido por lo hecho en la cancha -sobre todo en el segundo tiempo-, cuidado con las armas de siempre: jugadas rápidas y contragolpes profundos. Pero descuidó una y el recién ingresado Brian Fernández no desaprovechó la oportunidad para poner el empate con cabezazo a quemarropas.
Fue a tres minutos del final, y el tiempo no alcanzó para recuperarse. Fue un trago agrio, inesperado, que deja la serie abierta de cara a la revancha del jueves en el estadio Juan Domingo Perón. Difícil, pero posible.
Hubo méritos, y muchos, del bohemio para ganar el partido. Luego de un primer tiempo bastante parejo, en la parte complementaria se vio lo mejor del equipo de Alfredo Arias. Punto alto para el despertar de Diego Riolfo: participativo, fue el volante que le puso dinámica a Wanderers. Como si fuera un efecto viral, sus compañeros se contagiaron y lograron un buen juego colectivo. Ese mediocampo, que tuvo a Santiago Martínez en la contención y a Nicolás Albarracín junto al Mago Matías Santos en la generación, pudo dominar las acciones y crear peligro en varias ocasiones seguidas. Diez minutos del segundo tiempo le bastaron para hilvanar la jugada del gol: Martín Rivas (quien ingresó por el lesionado Paulo Lima) sale de la marca con pase virtuoso para Gastón Rodríguez; éste la mete profunda para Santiago Bellini, que la peleó, y la guinda quedó girando cerca de Albarracín. Fue Nico quien la tocó hacia atrás para la entrada de Santos, que la apretó hermosa contra el palo derecho de Saja.
Con el marcador en desventaja, Racing pareció despertarse y abandonar su única alternativa hasta el momento: jugar al error de la línea de fondo uruguaya. Presionó en la salida del bohemio y adelantó sus líneas. No desesperó nunca Wanderers. Es verdad que se paró para jugar de contragolpe, y estuvo bien que lo hiciera, porque los puntas estaban rápidos y motivados. Atrás, en esa línea de cuatro tuneada con Alex Silva por la derecha, Gastón Bueno y Maxi Olivera por el centro tras la salida de Lima, y Rivas por la izquierda fue el cerrojo de casi todo. Es una pena. Recordar la jugada del gol albiceleste incomoda. Eran tres puntos y fue uno, con el agregado del gol de visitante para Racing.
Párrafo aparte
Todo para Santiago Bellini. El botija de 18 años, genuino de la cantera bohemia, debutó ayer a nivel internacional con su club. El gurí, que mide 1,95 metros, fue el desahogo de sus compañeros cuando era necesario sacarla para arriba e ir a buscarla. Jugó como los pivots en el fútbol de salón: de espaldas al juego, con ojos despiertos y brazos abiertos, bajando la bocha con cabeza o pecho y dando el pase atrás para los que subían. Lo hizo notable, hasta el punto de enfadar a los defensores argentinos. Y tuvo una maravillosa creación personal que mereció otra suerte en el primer tiempo: tomó la pelota de espaldas, giró sobre su pie derecho, sacó el latigazo de zurda, y Saja la sacó notablemente al córner. Pudo ser la noche perfecta del día que aprobó con nota alta su primera clase continental.