Droga dura y pura. No sabés, no podés imaginar lo que puede representar la combustión tras la mezcla del escándalo futbolístico más mediático y la tevé chilena de la mañana, más tertulianos morales y policías del Twitter.
¡Fah, te parte la cabeza, pero no podés salir! Es un viaje sin retorno, y diga que me acordé de que estaba aquí para contarles lo que pasa dentro y fuera de la cancha, porque si no juro que aún estaría mirando el 13, o CNN Chile, o no sé qué más, siguiendo las alternativas del tortazo del King Arturo -tal su nombre virtual en su cuenta de Twitter-.
Yo ya lo venía junando, y sólo estaba esperando cargar unos días más para saludar a mis amigos de TNU y particularmente a la Turca Mizrahi, al Enano Delgado y a Alvarito Carballo por La mañana del 5. Le pasa el trapito lejos a cualquier programa matinal de televisión abierta, de acá y de varios pagos más. También me gusta el del 10, de María Inés Obaldía, Rafa Cotelo, Petru y nuestro compañero Martín Rodríguez. Te juro que lo iba a hacer naturalmente, pero claro, después de esta mañana (la de ayer), que me pasé persiguiendo en modo zapping el caso de Arturo Vidal, siento que como telespectador es lo menos que puedo hacerles un reconocimiento desde acá, sobre todo de parte de alguien a quien no le gusta mirar tele de mañana desde los tiempos de Kimba, Meteoro y del Lagarto Juancho.
Vuelvo a arrepentirme de estar escribiendo de esto -tenía tantas cosas lindas para contarles-, pero juro que me narcotizó, al punto de que cuando llegué helado, eléctrico y molido del estadio al hotel (el martes después del partido), mi idea era desplomarme en la catrera tratando de ver por tele cosas del partido, y sin embargo, agarré por el camino sin retorno de CNN Chile, con el feo estilo de la cadena estadounidense de Atlanta pero con un toquecito de Crónica, que me llevó, fácil, hasta las tres de la matina.
Ustedes ya conocen el caso: un futbolista de la selección de casa aprovecha sus horas libres de la concentración de su equipo para ir al casino, hacer unas jugaditas de black Jack -un video de los de smartphone lo muestra apostando unas siete lucas nuestras-, tomarse unas copejas y perder la noción del tiempo, tanto como para salir corriendo con su esposa en su novísima Ferrari 425 cotizada en 320.000 dolores, y cualquier cosa pregúntenle a Gabo Rochinotti lo que es pisar un Cavallino Rampante medio copeteado. Conclusión: tuvieron un peligroso accidente que involucró a otros autos, y no sólo nunca llegó a la concentración de Juan Pinto Durán, sino que negó haber sido el protagonista, y después, encima, le advirtió al carabinero de turno que si lo esposaba iba a cagar a todo Chile.
Pobres estudiantes, pobres profesores; así quién se va a ocupar de sus reclamos. Primero la televisión fue al hospital donde lo llevaron, después a la comisaría -un carabinero de esos con grado de los que meten miedo, con ese uniforme tan emparentado con el pinochetismo y el nazismo, salió a los medios a decir que el conductor del auto rojo quedaría en Canadá-, y finalmente, ayer de mañana, al juzgado. La mañana fue propicia para escuchar las más diversas discusiones y la defensa de las más inverosímiles posiciones acerca de lo que debía suceder con el futbolista en el fuero civil judicial, y obviamente en el plano deportivo, en el que Arturo es, hasta el momento de escribir esto, el goleador de la actual Copa América. Muchas cosas se escucharon hasta el momento en el que Jorge Sampaoli hizo público que Vidal seguiría en la selección hasta donde Chile pueda llegar en la Copa -ellos se han planteado, y eso ha permeado muchisísisisimo en la afición, ser campeones-, y se siguieron escuchando después de la afectada -en todo sentido- aparición pública de Vidal, que, con conmoción real o lograda, pidió perdón. Me vino a la mente Felisberto Hernández, El cocodrilo y las medias: “¿Quién no acaricia una media ilusión?”.
Después, qué importa el después, escribieron los hermanos Expósito en “Naranjo en flor”, o “después cuento conocido, qué le vamos a hacer”, escribió el Flaco Castro en “La hermana de la Coneja”. Lo cierto es que en este caso el después dividió a Chile. Fundamentalmente tras el perdonazo de Sampaoli, que de alguna manera justificó un hecho punible por la ley chilena, compensándolo con la entrega de Arturo en ésta y en otras oportunidades. Un desastre, que abona el Dublinazo, el Puertordazo, el bautizazo y otros azos que han salpicado a estos muchachos. Ellos no lo saben, pero nosotros sí. Hace cuatro años ya lo había dicho un miembro del establishment menemista que habla en la tele: “Le dieron un auto nuevo y lo chocó. Ha chocado una Ferrari último modelo”.
Abrazo, medalla y beso.
Ah, y nunca queda de lado: la llevo tatuada en el pecho.