La economía griega sufre las consecuencias de un excesivo endeudamiento desde hace varios años, a pesar de los diversos paquetes instrumentados para ayudarla por la Comisión Europea (CE) conjuntamente con el Fondo Monetario internacional (FMI) y el Banco Central Europeo (BCE). En abril de 2010 se aprobó un primer rescate, al que siguieron otros, pero la situación sólo logró empeorar. Llegó a un límite en julio de este año, cuando los griegos no pudieron hacer frente a un importante desembolso y debieron decretar un feriado bancario. Esto sucedió luego de que en las últimas elecciones ganara la coalición de izquierda Syriza, con Alexis Tsipras a la cabeza, con la promesa de que no iban a ceder más ante las exigencias de la llamada troika (integrada por la CE, el BCE y el FMI).

Después de las nuevas y duras exigencias que éstos le plantearon, el gobierno griego convocó a un plebiscito en el que ganó la opción de no aceptarlas. Sin embargo, la negociación en un momento de crisis extrema exigió la renuncia del entonces ministro de Economía, Yanis Varufakis, y la aceptación de duras condiciones para poder recibir un nuevo préstamo que permitió hacer frente a las obligaciones inminentes que tenía Grecia.

¿Qué otra opción tenían entonces los gobernantes griegos? No seguir negociando implicaba no poder hacer frente a las obligaciones, entrar en default e, inexorablemente, abandonar el euro. Esto, volviendo a su antigua moneda (el dracma) o a alguna otra que se creara, implicaría seguramente una fuerte devaluación, lo que, por un lado, podría mejorar la menguada competitividad de la economía griega, pero, por otro, podría generar más recesión (el Producto Interno Bruto -PIB- lleva acumulada una caída cercana a 26% desde 2008), y dado que las deudas se mantienen en euros, un aumento muy fuerte del endeudamiento en términos del PIB, que actualmente supera el 170%. Tsipras se encontraba en una encrucijada en la que todas las salidas tenían fuertes connotaciones negativas, pero políticamente no podía dejar que el país se enfrentara a la posibilidad de una crisis mayor aun que la que ya estaba enfrentando, y aceptó las condiciones impuestas.

Para la Unión Europea, Grecia tiene importancia estratégica por su emplazamiento geográfico, a la entrada del Mar Negro. Pero además, admitir que Grecia saliera del euro significaba el fracaso político del proyecto de unión monetaria, en el que gran cantidad de los países de Europa están embarcados. A esto se suma que hay otros países que podrían seguir también este camino, lo que implicaría un fracaso aun mayor. Las razones económicas se potencian con las políticas y las geopolíticas, en las que entran además las confrontaciones con otras grandes potencias como Rusia y China.

¿Qué impacto tiene este fenómeno sobre las economías de América Latina y, en particular, la de Uruguay? No hay una relación directa con la economía griega, pero este fenómeno le agregó mucha inestabilidad a la endeble recuperación de la economía europea (importante socio comercial del país) y golpeó los mercados financieros, con fuertes caídas de las bolsas y debilitamiento del euro frente al dólar, en un momento en que Estados Unidos está dando fin a su política monetaria expansiva, iniciada en 2008, con la explosión de la crisis de Lehman Brothers. Esto afectó también las bolsas de América Latina y generó una razón adicional a los problemas políticos de varios países de la región, lo que implicó mayor debilidad de sus monedas frente al dólar.

¿Era posible una salida de la crisis similar a la de Argentina en 2001-2002? Las condiciones objetivas eran diferentes, dado que Grecia integra una unión monetaria y Argentina no, lo que le daba más libertad de acción, pero también menos posibilidades de ayuda frente a los problemas. La reestructuración de la deuda argentina, luego del default de diciembre de 2001, aún no terminó, a pesar de haber realizado dos canjes, con varios juicios pendientes. Es difícil imaginar cómo se hubiera resuelto un canje de la deuda en el caso de Grecia. Sin embargo, esta posibilidad aún se encuentra en el horizonte, y muchos analistas afirman que, más allá de los rescates, es imperioso que se haga alguna quita sobre el monto principal de la deuda y, sobre todo, el alargamiento de los plazos y vencimientos. Es, sin duda, un proceso en pleno desarrollo.