Trump se convirtió en presidente electo proponiendo decenas de cambios respecto de las políticas actuales de Estados Unidos, pero quizá en ningún área propuso una postura tan diferente a las que suele adoptar ese país como en relación con la OTAN. En distintas apariciones dijo que la OTAN “está obsoleta”, que sus socios son “ingratos” y que si quieren ser defendidos por tropas estadounidenses, deben pagar. En la misma línea, Trump también ha dicho que considera “exagerado” el presupuesto estadounidense en Defensa. Su discurso es que Estados Unidos no puede destinar una parte importante de su presupuesto a costear la protección de países europeos y asiáticos sin ser compensado por ello.

Cuando se le han pedido especificaciones, Trump ha restringido sus reclamos respecto de la organización: exige que todos los países cumplan con el acuerdo de la OTAN, que establece que los miembros deben invertir 2% de su Producto Interno Bruto (PIB) en defensa. Sólo Reino Unido, Grecia, Polonia y Estonia cumplen con esta exigencia. Los demás países europeos destinan en promedio 1,45% de su PIB, mientras que Estados Unidos gasta en defensa 3,6% de su PIB. El presidente estadounidense, Barack Obama, ha reducido la inversión en defensa y ha reclamado a sus aliados que cumplan con el 2%, pero nunca lo planteó como una condición a la defensa común del bloque, que es el núcleo del acuerdo que creó la OTAN.

Sin embargo, Trump sí parece dispuesto a dar un paso más: dijo que si un país es atacado y no está al día en su financiamiento de la OTAN, Estados Unidos podría dejar de colaborar con su defensa. Esta amenaza fue interpretada como una señal directa a los países bálticos, varios de los cuales se han incorporado a la organización por temor a un avance ruso en su contra. Estos países no están cumpliendo con el financiamiento de la OTAN y, además, se preocupan por la admiración que Trump expresó hacia el presidente ruso, Vladimir Putin, durante su campaña.

Esa admiración, el apoyo que recibió Trump por parte de medios oficiales rusos y la filtración de documentos del Partido Demócrata durante la campaña llevaron a que se sospechara que el Kremlin estaba intentando interferir en las elecciones estadounidenses a favor del candidato republicano. Estas sospechas nunca fueron confirmadas; lo único que fue revelado durante la campaña por el diario The New York Times es que uno de los asesores más cercanos de Trump, Paul Manafort, trabajó muy de cerca del ex presidente ucraniano, el pro ruso Víktor Yanukovich, entre 2007 y 2012. Esas revelaciones generaron un desencuentro con Trump que, sumado a otros que se habían producido antes, hicieron que Manafort fuera despedido como jefe de campaña en agosto.

Putin y Trump no se conocen personalmente, pero en los últimos meses han intercambiado elogios en la prensa. En la mayoría de ellos, Trump reconoce a Putin como un líder fuerte, incluso más que Obama, mientras que el presidente ruso ha calificado al millonario como “un líder absoluto” que tiene una personalidad “excepcional y talentosa”.

Trump ha dicho que confía en que tendrá una mejor relación con Putin que la que ha tenido Obama o la que podría haber tenido Hillary Clinton. Algunas de sus propuestas dirigidas a modificar la política exterior de defensa coinciden con los cambios que Rusia le reclama a Estados Unidos. Un ejemplo es el caso de Siria. Estados Unidos respalda a grupos de la oposición armada que luchan contra el gobierno de Bashar al Assad. A su vez, Rusia respalda al presidente sirio, incluso con personal y recursos militares, mientras acusa a la oposición de ser terrorista y reprocha a Washington el apoyo que le brinda. Trump ha dicho que dejaría de apoyar a la oposición siria y que sus preocupaciones en ese país se centrarán en combatir al grupo yihadista Estado Islámico y no en derrocar a Al Assad. Incluso llegó a sugerir que si Al Assad es derrocado podría generarse una situación todavía más difícil en Siria, como sucedió con Libia tras la caída de Muamar el Gadafi.

Durante la campaña Trump ha sostenido que la política exterior de Estados Unidos en materia de defensa y protección debe estar concentrada en luchar contra el terrorismo y no en proteger a sus aliados, en especial cuando estos son “naciones ricas”.

Estas declaraciones han puesto en alerta a varias regiones, pero causaron impacto principalmente en los países que están en la zona de influencia rusa, que temen a un cambio en la política de la OTAN, que, básicamente, es delineada por Estados Unidos. Bajo el liderazgo de Putin, Rusia ha incrementado su poderío internacional y es considerada una amenaza en su zona de influencia, en particular en los países bálticos y Europa del Este. Hasta ahora la OTAN se ha enfocado en contrarrestar ese avance y ha aumentado su presencia en la región, a tal punto que los países que se sienten amenazados por Rusia -sobre todo Ucrania, Lituania, Estonia y Letonia- consideran que esa presencia es lo que frena un avance ruso.

Esta estrategia podría cambiar bajo el gobierno de Trump, ya que el apoyo a estos países estaría condicionado a que cumplan con sus compromisos con la OTAN. “Él parece ver el mundo solamente a través del prisma de las transacciones financieras, hablando sobre aliados como si fueran contratistas”, dijo a la agencia de noticias estadounidense AP Derek Collet, un ex funcionario del Pentágono bajo el gobierno de Obama que asesora al German Marshall Fund, un centro de estudios especializado en la cooperación entre Estados Unidos y Europa.

Esto no sólo contradice la política estadounidense sino también el núcleo de la OTAN: la obligación de la defensa mutua, la concepción de que un ataque contra uno de sus miembros es un ataque contra todos.

La posición de Trump ha sido cuestionada por asesores internacionales de la OTAN e incluso expertos que han trabajado en gobiernos y campañas del Partido Republicano. El ex asesor en defensa de las candidaturas de John McCain (2008) y de Mitt Romney (2012) Mike Murphy consideró que Trump “no tiene un conocimiento sofisticado de la política de seguridad estadounidense”, y “sigue sus instintos y dice estas tonterías”.

La policía del mundo

En base a las declaraciones de Trump durante la campaña, el ex jefe de la OTAN Anders Fogh Rasmussem consideró en una entrevista reciente que si el empresario ganaba las elecciones habría “un mundo menos seguro”.

Este temor estuvo presente en los saludos de los países bálticos y de la propia OTAN a Trump por su victoria. “Felicito a Donald Trump por su elección y espero trabajar con él en el futuro. Nos enfrentamos a un entorno de seguridad lleno de desafíos, que incluyen guerras híbridas, ciberataques y la amenaza del terrorismo. El liderazgo estadounidense es más importante que nunca. Nuestra alianza ha mantenido unidos a los amigos más cercanos de Estados Unidos en tiempos de paz y de conflicto durante 70 años. Una OTAN fuerte es buena para Europa, pero también para Estados Unidos”, dice el comunicado emitido por el secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, tras la victoria electoral del empresario. Stoltenberg recuerda que “la única vez” que se ha invocado el artículo 5 del Tratado del Atlántico Norte, que es el que consagra la defensa mutua, “fue tras un ataque a Estados Unidos, el 11-S”. Además, en los últimos días se ha mostrado convencido de que Trump mantendrá la misma política de cooperación que llevó adelante Obama.

Por su parte, el comunicado conjunto de la Comisión Europea y el Consejo Europeo expresa: “Europa confía en que Estados Unidos, cuyos ideales democráticos siempre han sido un faro de esperanza por todo el mundo, continúe invirtiendo en las alianzas con sus amigos para que los ciudadanos tengan más seguridad y prosperidad”. Pese a esa expresión de confianza, los ministros de Defensa de los países de la Unión Europea se reunieron ayer y acordaron aumentar de 30,5 a 31 millones de euros el presupuesto destinado a la Agencia Europea de Defensa, que estaba congelado desde hacía seis años.

Expresiones similares a las europeas surgieron de los jefes de Estado de los países bálticos. Lituania, Estonia y Letonia felicitaron a Trump y dijeron que confían en mantener las relaciones de seguridad y defensa con Estados Unidos. En particular, la presidenta lituana, Dalia Grybauskaite, recordó en un comunicado que Estados Unidos “de manera consecuente apoyó la libertad e independencia de Lituania”, y aseguró que la relación de ambos países “estará unida a la posición firme de Estados Unidos” a favor de la independencia de los países bálticos, informó la agencia de noticias Efe.

Atrás tuyo

En los últimos años, la OTAN se ha concentrado en limitar a Rusia y anunciar avances en su zona de influencia cada vez que el gobierno de Putin informaba sobre alguna acción en esa región. Las relaciones de Estados Unidos y Europa con Rusia también se han tensado en el marco de las crisis de Ucrania y Siria.

Existen diversas lecturas sobre si la presión la aumentó Rusia o si lo hizo la OTAN, pero analistas internacionales coinciden en señalar que fue la organización la que comenzó a expandirse de forma acelerada admitiendo a países lejanos al Atlántico Norte que le da nombre, como Polonia, República Checa y los países bálticos.

El avance de la OTAN no ha sido sólo nominal: desplegó tropas en Europa del Este y ya anunció que lo seguirá haciendo en 2017. Para ese año se prevé en esta región la mayor acumulación de tropas desde la Guerra Fría, informó la cadena CNN.

En octubre Stoltenberg subrayó en una conferencia que “Rusia ha triplicado el gasto en defensa” en los últimos años y ha utilizado su fuerza militar con sus vecinos, como Ucrania y Georgia. “La OTAN debe responder”, aseguró. Según Stoltenberg, Rusia envió 330.000 soldados a su frontera occidental en los últimos meses.

El embajador ruso en Estados Unidos, Sergey Kislyak, advirtió hace dos semanas que la relación entre ambos países está “en el punto más bajo desde la Guerra Fría”. En su opinión, “el riesgo de errores de cálculo se ha incrementado, sobre todo con las fuerzas de la OTAN desplegadas al lado de nuestras fronteras”. Agregó que estos despliegues son considerados por Moscú “medidas agresivas” que pueden afectar su seguridad nacional.

Según varios analistas consultados por agencias internacionales y medios estadounidenses y europeos, es muy probable que el gobierno de Putin aumente sus acciones en los próximos meses aprovechando la transición en el Ejecutivo estadounidense.