Las razones que llevaron al presidente argentino, Mauricio Macri, a sustituir a su ministro de Hacienda y Finanzas, Alfonso Prat-Gay, han sido objeto de especulación. Con el cambio cae el estandarte del gradualismo en las reformas pro mercado y se fortalecen figuras como el jefe de Gabinete, Marcos Peña, el ministro coordinador del equipo económico, Mario Quintana, y el secretario de Coordinación de Políticas Públicas, Gustavo Lopetegui, que reclamaban pisar el acelerador.

Desde que asumió, el ex ministro -que llegó al núcleo de Macri en la recta final de la campaña electoral- defendió ante empresarios, trabajadores y organismos internacionales su línea de ajuste gradual en las variables económicas. Durante el año que termina repetía en todos los foros que esta estrategia estaba dando frutos en términos de una incipiente recuperación de la economía, además de vaticinar un descenso de la inflación en 2017. En particular, sostenía -contra la opinión de otros miembros del gabinete (y del futuro ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, que desde su columna en el canal de televisión Todo Noticias abogaba por un recorte del gasto público) que el déficit fiscal cero no era sostenible.

Acerca de la inflación, Prat-Gay había dicho a mitad de año que el alza de precios llegaría a 1,5% mensual a fin de año, pero admitió que la meta trazada no había tomado en consideración el aumento en las tarifas de gas -superior a 400% y que él no promovió-.

Durante el primer semestre del año, la principal disputa de Prat-Gay fue la que mantuvo con el titular del Banco Central de la República Argentina (BCRA), Federico Sturzenegger, por el manejo de las tasa de interés. El nivel de las tasas de interés de referencia fue ubicado por el BCRA en 38% anual, en un intento de contener la fuerte inflación y detener a la vez la escalada del dólar. Sin embargo, el Ministerio de Hacienda y Finanzas rechazaba la medida porque inhibía las señales de reactivación. Mientras tanto, en el BCRA se criticaba el elevado déficit fiscal porque no garantizaba la sostenibilidad de una inflación controlada.

Prat-Gay había sido el artífice de la eliminación del cepo cambiario, el acuerdo con los holdouts que permitió al país el retorno a los mercados de capitales y el blanqueo de fondos de argentinos en el exterior. No obstante, el manejo del proyecto de la reforma al impuesto a las ganancias y su rechazo en el Congreso parecen haber sido suficientes como para apartarlo de la conducción de la economía.

Se le critica, además, su incapacidad de trabajar en equipo y la falta de resultados concretos, en particular que la solución con los holdouts y el blanqueo no hayan traído la lluvia de dólares que Macri se había encargado de anunciar. Sobre Prat-Gay también pesa que la inflación se mantenga en torno a 40%, el nivel del déficit fiscal por encima de las metas esperadas, el desplome de la actividad industrial, la caída del consumo y el estancamiento de la creación de empleo privado.

Pero ¿estos resultados pueden atribuirse a la gestión de una sola persona, máxime cuando muchas de las decisiones se tomaron a pesar de su opinión contraria o sin siquiera consultarlo? En todo caso, a partir de ahora la conducción económica se atomizará todavía más, ya que el Ministerio de Hacienda y Finanzas se partirá en dos: Nicolás Dujovne dirigirá la Hacienda Pública, mientras que el Ministerio de Finanzas estará encabezado por Luis Caputo. Los dos asumirán sus cargos la semana que viene.

Las partes del todo

Las previsiones oficiales sobre el crecimiento de la economía en 2017 se caracterizaron por un optimismo exagerado, ya que aventuran una expansión del Producto Interno Bruto (PIB) de 3,5% en 2017, cuando 2016 cerrará seguramente con un retroceso de 2,5%. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI), que ha aplaudido la mayoría de las medidas implementadas por el gobierno, prevé como mucho un crecimiento de 2,7% en 2017, y además llama la atención sobre el efecto negativo que tendría sobre el crecimiento una más que probable caída de los precios de las materias primas de exportación.

El consumo de los hogares, que en el caso de Argentina explica casi las tres cuartas partes de la demanda agregada, se frenó en 2016. La caída del poder adquisitivo de los trabajadores -que se estima rondará el 8%- fue consecuencia de una inflación muy superior a los ajustes previstos en los acuerdos salariales (las paritarias). Incluso si se lograra esa inflación menor (Prat-Gay esperaba que la política de metas de inflación llevara el alza de precios a 17%), la destrucción de empleos podría mantener frenado el consumo.

En relación con la inversión de las empresas privadas, existen varios factores que no hacen prever un despegue en 2016. El indicador de Utilización de la Capacidad Instalada (UCI) pasó de 71,4% en octubre de 2015 a 65,4% en igual mes de 2016. La caída en el consumo no es alentadora para la inversión, y las elevadas tasas de interés promovidas por la estrategia antiinflacionaria desalientan la solicitud de créditos para producir. Y lo dicho: el diluvio de inversión extranjera no se materializó en desembolsos efectivos. Al respecto, las divisiones a la interna del gobierno en algunas decisiones generaron incertidumbre entre inversores, algo que puede empeorar con la salida del principal responsable del “modelo”.

El gasto público no tiene demasiado margen para crecer, ya que las posibilidades de financiamiento se estrechan por el debilitamiento de la recaudación, la escasa viabilidad política para incrementar la presión tributaria, así como la negativa a utilizar la emisión monetaria para estimular la demanda y la producción, ya que dichos estímulos podrían derivar en presiones sobre el dólar. Además, los cambios en la política monetaria de la Reserva Federal en Estados Unidos hacen prever un endurecimiento de las condiciones para obtener financiamiento en los mercados internacionales.

Las exportaciones representan cerca de 20% del PIB argentino. Su principal componente, las ventas externas del complejo sojero, no tiene grandes perspectivas de crecimiento por la menor demanda de China y las decisiones de la tasa de la Reserva Federal que pueden depreciar los valores de los principales commodities. Además, el escenario internacional muestra que las economías desarrolladas tienden a cerrarse aun más. Para peor, la industria brasileña, la principal demandante de las materias primas argentinas, atraviesa su peor crisis, con una caída en las ventas de 7% interanual en los primeros nueve meses del año.

La decisión del presidente argentino produjo un sismo político y genera mayor incertidumbre entre los actores de una economía en recesión. El tiempo lo dirá, pero es bueno recordar el refrán que dice que no es bueno cambiar de caballo en medio del río.