Cuando el 9 de noviembre el mundo se despertó con la noticia de que Trump sería el próximo presidente de Estados Unidos, las autoridades electorales señalaron que el millonario, que asumirá el cargo el 20 de enero, tenía tiempo hasta el domingo 18 de diciembre para configurar su equipo de gobierno. Decenas de políticos, empresarios, militares y amigos del republicano desfilaron desde ese día por la Trump Tower de Nueva York, convertida en centro de operaciones, para dialogar con el presidente electo. Muchos de los designados causaron polémica: por sus antecedentes, por haber adoptado posturas controvertidas en ciertos temas, por haber sido rivales de Trump o incluso por mantener una estrecha relación con él. Pero el proceso está terminando y, a pocos días del plazo final, el gabinete de Trump ya está casi formado.

Uno de los nombramientos más esperados se conoció esta semana, cuando Trump anunció que Rex Tillerson, presidente ejecutivo de la gigante petrolera ExxonMobil, será su secretario de Estado. Trump dijo el martes, al dar la noticia, que Tillerson será “un defensor férreo y claro de los intereses nacionales” y que “ayudará a revertir años de política exterior errada y acciones que han debilitado la seguridad y la posición de Estados Unidos en el mundo”. Sin embargo, el empresario petrolero podría tener dificultades para obtener la aceptación en el Senado, ya que algunos legisladores -demócratas y republicanos- ven con suspicacia los vínculos cercanos que mantiene con el gobierno ruso.

Por otro lado, Trump confirmó ayer a Rick Perry para ocupar el cargo de secretario de Energía y llevar a cabo la “revolución energética” que prometió en campaña, un plan que está basado en explotar al máximo los recursos naturales que tiene Estados Unidos. Perry, de 66 años, fue durante 15 años el gobernador del estado de Texas, el mayor productor de hidrocarburos del país y uno de los más importantes del mundo. Desde ese cargo, “creó un clima de negocios que generó millones de nuevos empleos y precios energéticos más bajos en ese estado, y traerá el mismo enfoque a nuestro país como secretario de Energía”, dijo Trump, cuyo programa energético promete derribar todos los avances medioambientales que logró el actual presidente, Barack Obama.

Perry fue uno de los rivales de Trump en las primarias republicanas y también aspiró a la presidencia en 2011. En ese entonces, prometió eliminar el mismo departamento que encabezará en unas semanas. De hecho, en uno de los debates televisivos, fue objeto de burlas cuando no pudo recordar rápidamente el nombre del Departamento de Energía y se quedó en blanco. Nadie cuestiona que Perry tiene experiencia en el mundo del petróleo, pero no se sabe si tiene conocimientos más amplios en materia de energía nuclear y electricidad, los otros dos pilares en su futura gestión.

Trump también reveló, el martes, quién será el próximo secretario del Interior. Se trata del diputado republicano de Montana Ryan Zinke, que durante 23 años sirvió en la unidad SEAL de la Armada. Zinke, de 55 años, liderará una cartera que emplea a más de 70.000 personas, supervisa más de 20% de los terrenos federales y tiene un presupuesto de 12.000 millones de dólares anuales. Entre otras tareas, el ex combatiente estará al mando de la gestión de terrenos federales, parques nacionales y proyectos energéticos. En este último punto, su trabajo probablemente se relacione con el de Perry y también con el de la agencia medioambiental, liderada por Scott Pruitt.

La agenda desarrollista y extractiva prometida por Trump para este departamento incluye la posibilidad de alquilar terrenos públicos para explotaciones carboníferas -algo a lo que Obama se opuso en varias ocasiones-, así como aumentar las prospecciones petroleras marítimas y terrestres en áreas controladas por el Estado.

Más de un interés

En los últimos días, el presidente electo también confirmó quiénes estarán a cargo de sus negocios, una cuestión que había evitado y que iba a desarrollar hoy en una conferencia que finalmente suspendió. “Dos de mis hijos, Don [Donald Jr.] y Eric, además de ser [vicepresidentes] ejecutivos, manejarán mis negocios. No habrá nuevos acuerdos durante mi gestión”, dijo Trump en Twitter. El escueto mensaje no logró calmar a quienes se preguntan cómo evitará los conflictos de intereses que pueden presentarse cuando sea presidente. Expertos financieros consultados por el diario The Washington Post tampoco entienden cómo funcionará el imperio Trump si no planea generar nuevos acuerdos.

Lo que causó sorpresa fue que el millonario no mencionara a su hija mayor, Ivanka, una de sus asesoras más importantes durante y después de la campaña. Es que, en un principio, ella iba a manejar los negocios de su padre junto a sus hermanos. Esto también alimentó los rumores que sitúan a Ivanka en el corazón del próximo equipo de gobierno -por lo que tendría sentido que se la haya excluido de los negocios-. Pero la ley estadounidense establece que ningún familiar directo del presidente puede asumir un cargo en su gabinete.

Todavía no está claro por qué Trump suspendió la conferencia de prensa de hoy, en la que tenía previsto explicar “en detalle” cómo se manejarán sus negocios una vez que entre a la Casa Blanca. La portavoz del presidente electo, Hope Hicks, se limitó a decir que “el anuncio se pasó al próximo mes”. Otros miembros del equipo de transición consultados por medios estadounidenses explicaron que Trump suspendió la conferencia para “invertir el tiempo” en la elección de su próximo gabinete.

En sus manos

El presidente de Siria, Bashar al Assad, dijo ayer en una entrevista con el canal ruso Rossia 24 que la solución al conflicto armado en su país “depende de la voluntad” de Donald Trump de no desviarse de la línea que estableció durante la campaña electoral estadounidense en materia de política exterior. Trump apoyó la política de combatir al terrorismo yihadista y sostuvo que la injerencia de Estados Unidos en otros países -especialmente para derrocar gobiernos- no corresponde, excepto que sea beneficiosa para su nación.