El investigador Paul Dietschy es el mayor historiador del fútbol mundial. Autor del libro de referencia Historia del fútbol, publicado en 2010, es también el más grande especialista en archivos de la FIFA. Siempre dispuesto a intercambiar información y posiciones, aceptó responder a la diaria sobre aspectos históricos fundamentales ligados a la historia de la entidad rectora del fútbol mundial. Sus respuestas aclaran puntos esenciales sobre el marco en el que se realizarán las elecciones de la FIFA el 26 de febrero.
-Usted es un historiador académico que actualmente se dedica exclusivamente al estudio del fútbol. ¿Cómo se pasa de la historia clásica a la historia del fútbol?
-En 1980, los historiadores de la época contemporánea entraron en la era de la historia cultural y se interesaron tanto en la historia intelectual como en la de fenómenos considerados hasta ese momento poco dignos. Entre estos temas se hallaba el deporte, y parecía que podía leerse mediante él la historia de las relaciones internacionales, la de las sociedades o de los fenómenos migratorios. En 1989 yo vivía en Italia, en Turín, donde ejercía como profesor en el liceo francés. Y buscaba un tema para mi tesis. Yo mismo era jugador -de bajo nivel, vale aclarar- y consideré que el fútbol era una puerta de entrada original y pertinente para estudiar las transformaciones de la península a lo largo del siglo XX. Hice entonces mi tesis de doctorado sobre la historia del fútbol en Turín, y luego me fui adentrando en otras materias dentro del fútbol, la FIFA, el fútbol africano...
-¿Cuáles son sus actividades de investigación a nivel académico? ¿Cuáles son actualmente los temas principales de la investigación histórica en materia de fútbol en los centros universitarios de Europa?
-Estos últimos años trabajé sobre el deporte durante la Primera Guerra Mundial y, por consiguiente, sobre la cuestión del lugar del fútbol en el tiempo libre de los soldados y de la transformación, a partir de eso, del fútbol en el deporte hegemónico en Europa. También colaboré en el proyecto de investigación financiado por la Unión Europea (Football Research in an Enlarged Europe: http://www.free-project.eu) que reunió a nueve universidades europeas y a investigadores representantes de diferentes ciencias humanas y sociales. Se buscaba saber en qué medida el fútbol contribuyó a acercar o a separar a los europeos. Una parte de estas investigaciones fue publicada en el número especial “Los orígenes y el nacimiento de la Europa del fútbol” de la revista británica Sport in History, de diciembre de 2015. Actualmente, la cuestión de las competiciones europeas interesa a muchos centros de investigación, al igual que la cuestión del fútbol en tiempos de guerra o la relación entre fútbol, inmigración y racismo.
-Actualmente usted lleva a cabo investigaciones en los archivos de la FIFA. ¿Sobre qué temas trabaja? ¿Puede develar algún secreto descubierto en esos archivos que resulte interesante para los lectores uruguayos?
-Estoy trabajando en la digitalización de los archivos de la FIFA para el museo de la FIFA, que va a disponer de un gran centro de documentación abierto a los investigadores y al público. Los archivos de la FIFA comenzaron a ser consistentes a partir de 1932 o 1933. Hay, por lo tanto, poco material sobre la primera Copa del Mundo, disputada en Montevideo en 1930. En las cartas intercambiadas entre dirigentes uruguayos y la FIFA pueden leerse muchas cosas interesantes. Se constata el resentimiento hacia las federaciones europeas que se negaron a cruzar el Atlántico en 1930, la voluntad de impedir el éxodo incontrolado de talentos hacia los clubes españoles, franceses e italianos; pero también una gran fidelidad hacia la FIFA y la voluntad precoz de conservar las huellas de la historia del fútbol y de hacer del estadio Centenario un lugar de memoria nacional.
-¿Cómo es la FIFA para un investigador: sus archivos, sus espacios de trabajo, la actitud de quienes supervisan los centros de documentación?
-Empecé a trabajar sobre historia de la FIFA en el marco de la preparación del libro publicado en ocasión del centenario de la entidad. El descubrimiento de dichos archivos fue, para mí, una revelación. En la Europa latina, los clubes y federaciones prestan poca atención a sus propios archivos, y para escribir mi tesis tuve que juntar fuentes dispersas y a menudo incompletas. Los archivos de la FIFA están muy bien conservados, sea cual sea la parte del mundo a la que se refieran. Están abiertos a los investigadores, que son recibidos con interés y atención.
-¿Cómo surgió y se realizó el libro del centenario de la FIFA? ¿Por qué no se invitó a investigadores de otros continentes?
-La idea del libro proviene de dos historiadores franceses (Pierre Lanfranchi y Alfred Wahl) que invitaron a dos colegas, un inglés (Tony Mason) y una alemana (Christiane Eisenberg). La coordinación estuvo a cargo de Jérôme Champagne. Los textos se escribieron sobre la base de las investigaciones que yo mismo llevé a cabo con la historiadora alemana Heidrun Homburg. Se convocó sólo a investigadores europeos sobre todo por comodidad. Recién empezaba la globalización del saber científico gracias a internet. Cabe destacar que fue un historiador argentino, Julio Frydenberg, quien se encargó de supervisar la traducción española del libro.
-¿Cuál es la situación de la investigación fuera de Europa continental? ¿Considera que existen diferentes corrientes de pensamiento y de interpretación a nivel de la historia mundial del fútbol?
-El fútbol es, claramente, un tema emergente en la investigación histórica. Existe la oportunidad de escribir una historia conectada y global, con dos polos, que son Europa y América del Sur. Aunque hay investigadores de gran calidad en India o en Sudáfrica, el corazón de la investigación está en Europa occidental, Argentina, Uruguay, Brasil y Estados Unidos. Sin embargo, estas investigaciones siguen siendo muy nacionales, en torno a temas como el fútbol y la ciudad, la construcción de un relato nacional futbolístico, los vínculos entre política y fútbol. La acumulación de estos trabajos permite progresivamente escribir una historia comparada y global del fútbol, pero son pocas las que se apoyan en fuentes de diferentes idiomas y en la consulta de archivos. Por otra parte, una historia global siempre está escrita desde cierto punto de vista, y la que yo escribí no escapa a esta regla, aunque haya intentado cruzar los puntos de vista.
-¿Qué opina de la tesis según la cual la FIFA tiene un problema estructural: la constitución de coaliciones y facciones internas?
-Entre las dos guerras, la voluntad que manifestó la FIFA de mundializarse aumentó los riesgos de división. Los países sudamericanos, descontentos con una organización demasiado eurocéntrica, amenazaron con retirarse después de 1930. En 1954 se creó la Unión de Asociaciones Europeas de Fútbol [UEFA, por sus siglas en francés] no para organizar competiciones, sino como un grupo de presión, con el objetivo de defender los intereses de las federaciones europeas en el seno de una federación que congregaba cada vez más asociaciones del tercer mundo. Nada nuevo, por lo tanto, aunque presidentes como Jules Rimet, Stanley Rous o João Havelange trataron de borrar esas fracturas.
-Desde su nacimiento en 1904, ¿qué crisis graves atravesó la FIFA?
-Hubo tres tipos de crisis. En primer lugar, las provocadas por los conflictos, sobre todo la Primera Guerra Mundial. Los miembros europeos de la FIFA salieron de la guerra muy divididos: las federaciones aliadas (Reino Unido, Bélgica y en menor medida Francia) deseaban excluir para siempre a las potencias centrales (Alemania, Austria y Hungría), con las cuales los países neutros (Holanda y Suiza en particular) querían seguir jugando. La Segunda Guerra Mundial podría haber sido fatal para la organización, pero la fidelidad de Sudamérica la salvó. El segundo tipo de crisis es de orden financiero. En 1931, el secretario general Carl Hirschman, que era agente de cambios, se fundió especulando con la libra esterlina y la FIFA perdió todos sus fondos. Las recaudaciones de dos partidos internacionales disputados entre Bélgica y Holanda bastaron para restablecer las cuentas. Pero la FIFA se mudó de Ámsterdam a Zúrich y contrató a un nuevo secretario, el alemán Ivo Schricker. El tercer tipo de crisis es el que sucede hoy, que es una crisis del sistema interno, puesto que el presidente, su secretario general y una parte del Comité Ejecutivo están acusados de hechos graves y hasta hubo arrestos. Y, sobre todo, la FIFA tiene hoy en día otra dimensión que la que tenía en 1918 o en 1931. Se ha convertido en una poderosa organización no gubernamental con la que se meten la prensa y los poderosos de este mundo.
-Si interpretamos la historia de la FIFA mediante la evolución de sus ganancias financieras, ¿cuáles serían las etapas de este proceso?
-La plata siempre fue importante, porque significa, para los dirigentes de la FIFA, la posibilidad de organizar competiciones. Por falta de dinero los primeros dirigentes no pudieron hacer el campeonato internacional previsto para 1906. Las cosas cambiaron verdaderamente en 1924 con los Juegos Olímpicos de París, en los que ganó Uruguay. El fútbol representó en esa instancia más de 33% del dinero recaudado. En ese momento, mientras los dirigentes olímpicos estaban preocupados pensando en cómo excluir a los futbolistas que les parecían demasiado amateurs, la FIFA vio la oportunidad de independizarse. Entonces decidió organizar su propia Copa del Mundo, lo que le permitió, progresivamente, montar una administración y, en los años 70, obtener derechos de televisión y patrocinadores. Sobre esta base, lanzó políticas de desarrollo y organizó copas juveniles y femeninas. La tercera etapa transcurrió entre 1998 y 2002. Los derechos de televisión se multiplicaron por diez. La FIFA dejó de ser una pequeña empresa y se convirtió en una ONG rica y poderosa. Las copas del mundo se convirtieron, entonces, en objeto de codicia financiera y de nuevas estrategias geopolíticas.
-A partir del mandato de João Havelange, la FIFA adoptó un modelo redistributivo. ¿Cómo se impuso?¿Es posible que la FIFA lo abandone?
-Los programas de desarrollo se crearon en la FIFA a pedido de las federaciones africanas y también porque en 1974 la institución disponía de un producto que atraía a los patrocinadores. Por otra parte, los dirigentes de la FIFA siempre predicaron el universalismo y afirmaron que su organización era, antes que nada, una unión de federaciones nacionales. Para la UEFA, las cosas cambiaron después de la caída del Muro de Berlín y del aumento de las recaudaciones de la Champions League. Las nuevas asociaciones necesitaban ayuda financiera, a la vez que los grandes clubes reclamaban, también, su porción de la torta. Resulta difícil imaginar que la FIFA abandone su política de desarrollo. Es la base del ideal igualitario de la organización, a menos que se compruebe que estas políticas fueron también objeto de maniobras fraudulentas.
-Se acostumbra decir que hasta los años 60 los dirigentes de la FIFA mantuvieron una filosofía amateur. En su discurso en el congreso de 1950, Rimet dijo lo contrario. ¿Qué aportó Rimet al fútbol?
-A principios de los años 30, a excepción de los dirigentes escandinavos y alemanes, los demás dirigentes europeos eran profesionalistas. La Copa del Mundo se creó para recibir a los mejores jugadores profesionales. Rimet fue, antes que nada, un político. Jugó un rol conciliador en Europa, y entre Europa y Sudamérica. Los archivos de la FIFA demuestran su espíritu abierto y su pragmatismo, en particular en
el asunto de los jugadores vascos y en ocasión del exilio de los primeros futbolistas de Europa del este, como fue el caso del húngaro Laszlo Kubala. Rimet era un hombre de poder, aunque en aquella época el Comité Ejecutivo de la FIFA funcionaba como un colegiado.
-Durante casi dos décadas hubo una lucha implacable entre el sueco Lennart Johansson, presidente de la UEFA, y Jospeh Blatter. ¿Qué buscaba la FIFA? ¿Qué buscaba la UEFA?
-La UEFA se creó en 1954 con la intención de presionar a la FIFA para que satisficiera los intereses europeos. Los dirigentes de la UEFA no tenían intención de crear competiciones. El éxito de éstas permitió la constitución de una organización muy rica, pero cuya primera preocupación era controlar a la FIFA. De ahí la lucha entre Johansson y Blatter: el primero quería una FIFA europeizada, el segundo abrirse a África y a Asia. Los europeos consideran que representan el corazón económico y deportivo del fútbol. Por eso quieren ser escuchados y que el calendario mundial no los afecte.
-Durante la era Rimet, el Comité Ejecutivo era elegido directamente por el congreso. Hoy es una coordinación de confederaciones. ¿Cómo se llegó a este resultado?
-Es la consecuencia de la decisión de autorizar la creación de confederaciones, que sucedió entre 1953 y 1954. Para la FIFA se trataba de favorecer el desarrollo del fútbol internacional a escala regional, delegando su gestión. Pero pasó que, tal como le sucedió a la UEFA, las confederaciones, sobre todo la sudamericana y la africana, se volvieron cada vez más poderosas, y exigieron su derecho a incidir en las decisiones y contar con lugares en el Comité Ejecutivo de la FIFA.
-Entre 1905 y 1950, los conflictos en el fútbol internacional daban lugar a boicots. ¿En qué medida los conflictos estructurales del fútbol afectaron directamente la contienda deportiva en las últimas décadas?
-Hasta 1950 los boicots estuvieron, sobre todo, ligados a la primera Copa del Mundo. Uruguay se negó a participar en los mundiales de 1934 y 1938 en respuesta a las federaciones europeas, que no habían participado en 1930. Este conflicto se resolvió después de la Segunda Guerra Mundial por el hecho de que las federaciones sudamericanas y europeas comprendieron que tenían un interés común: preservar sus posiciones ante los nuevos países que surgían de la descolonización. El boicot deportivo más importante que conoció la FIFA está ligado a este asunto, cuando las federaciones africanas se negaron a participar en las eliminatorias de la Copa del Mundo de 1966.
-En su relato la FIFA parece generosa y las confederaciones, egoístas. ¿Cómo explicar entonces que la literatura haya atacado sistemáticamente a la FIFA y no a las confederaciones y a sus miembros?
-La literatura más virulenta es de origen británico. Se apoya en un verdadero trabajo de investigación, pero la inspira un fuerte resentimiento. Los británicos estiman que el resto de los europeos y los sudamericanos les robaron el juego que ellos crearon.
-La opinión de la gente de fútbol no pesa en la estrategia del fútbol. En el momento de decidir qué se hace con el dinero, sólo se toma en cuenta el voto de los miembros del Comité Ejecutivo. ¿Qué se puede hacer ante esta contradicción?
-La FIFA se creó con el objetivo de asegurarle a cada federación el monopolio del fútbol en su país. Sólo el fútbol organizado cuenta. Y esta posición es la que perdura, ya que la FIFA se define como una federación de asociaciones nacionales.
-En las elección presidenciales de la FIFA, ¿cómo se comportan las asociaciones, como miembros independientes o como partes subordinadas de un bloque confederativo?
-Las asociaciones tienden a votar juntas porque se conocen bien. Desde los años 50 identifican sus intereses comunes continentales. Pero puede haber excepciones. Francia apoyó a João Havelange contra el inglés Stanley Rous. La federación inglesa le retiró muy pronto el apoyo a Michel Platini. Para la elección de las sedes, las asociaciones son también solidarias con el bloque continental y las confederaciones aliadas. Una excepción notable fue la del representante de Oceanía, Jack Dempsey, que se abstuvo en 2000 en ocasión del voto de atribución de la Copa de 2006. Esa abstención le costó caro a Sudáfrica, y las razones siguen siendo ambiguas.
-¿Qué pasó en 1929 en ocasión de la elección de la sede del primer Mundial de la FIFA en Montevideo? ¿Hubo bloques, maniobras, coaliciones, choques entre el regionalismo y la FIFA?
-Si nos remitimos únicamente a lo que dicen las actas del congreso, hubo sobre todo discusiones en torno a los aspectos financieros. Rápidamente la solución de Uruguay se impuso oficialmente por las cuatro razones que expuso brillantemente el delegado argentino, Adrián Béccar Varela: los excelentes resultados que este país obtuvo en ocasión de la dos últimas olimpíadas; el enorme desarrollo del fútbol en Sudamérica y en Uruguay; la celebración del centenario de la independencia política de Uruguay en 1930 y el hecho de que, encargando a Uruguay la organización de la Copa, todas las asociaciones sudamericanas se sentirían muy honradas. En realidad, las federaciones de Europa central se oponían a la idea de una Copa del Mundo. Como Italia, que no tenía ni los estadios para organizarla ni el apoyo de las autoridades políticas. Más valía, entonces, dejar a Uruguay el riesgo de organizar una competición que, hasta el momento, sólo existía en el papel.
-El mundo del fútbol era bipolar, América y Europa. Hoy parece monopolar, con una concentración de los mejores jugadores en los clubes de Europa occidental. ¿Qué puede llevar a que esta situación cambie? ¿Qué modificaciones estructurales pueden aportarle al fútbol el desarrollo de nuevos territorios poderosos, como Estados Unidos o China?
-Parece que incluso hoy esta concentración se refuerza en torno a tres países: Inglaterra primero, Alemania y España luego, en razón de los derechos televisivos que se venden en Europa y en Asia. Me parece que hay pocas chances de que esto cambie. Los grandes clubes atraen a inversores poderosos, el mercado europeo es el más grande, y la relación con el territorio sigue siendo determinante en el fútbol. El lugar -la ciudad, el club, el estadio- es un elemento importante en la comercialización del fútbol. En cuanto a Estados Unidos, el soccer se está desarrollando, pero le costará mucho tomar el lugar de los deportes que fundan la identidad estadounidense, como el fútbol americano, el béisbol y el básquetbol.
-Usted tiene una posición contraria al reconocimiento de los cuatro mundiales de Uruguay. ¿Cuál es entonces, según usted, el primer Mundial de fútbol verdadero?
-Para los dirigentes de la FIFA, los títulos mundiales empiezan a ser atribuidos recién en 1930. Por mi parte, considero que los torneos olímpicos fueron sobre todo competiciones preparatorias para la Copa del Mundo, ya que permitieron por lo menos dos cosas: confirmar la atracción suscitada por el fútbol internacional y mostrar a los europeos nuevas referencias futbolísticas, diferentes del fútbol de Gran Bretaña y de Europa central. Pretender elevar dichos torneos heterogéneos al rango de Copa del Mundo me parece muy peligroso. Ciertos espíritus torcidos podrían argumentar que el torneo de 1930 fue sólo una variante de campeonato americano, ya que los cuatro equipos europeos que viajaron -Francia, Bélgica, Rumania y Yugoslavia- no eran, ni mucho menos, los mejores de Europa. Pero ya sé qué va a decirme: ¡que me convierto, otra vez, en paladín de la leyenda negra creada por historiadores europeos malintencionados!