El duelo de ayer entre cerrenses y danubianos en el irregular césped del estadio José Nasazzi fue uno de esos típicos partidos en los que a ninguno de los dos les sale lo planificado durante la semana. Esa clase de partidos, que suelen ser característicos de los arranques de torneo. Ni Cerro ni Danubio se acomodaron del todo bien en la cancha, y eso se vio reflejado en el juego, pero tampoco fue horrendo lo visto ayer en el escenario papal, fijado por Cerro ante la imposibilidad de utilizar el estadio Luis Tróccoli, cuya cancha se está resembrando. Lo bueno para Cerro fue haberse llevado tres enormes puntos, a pesar de tener varios lesionados (Gonzalo Ramos, Richard Pellejero y Felipe Klein), que lo mantienen a tiro en su aspiración por ir por tercera vez a un torneo internacional.
El primer tiempo fue todo danubiano, pero hubo dos Danubios: el que jugaba con la manija de Carlos Maravilla Grossmüller y el que no. Cuando el equipo de Maroñas dejaba el trabajo sucio al volante, que rápidamente lo limpiaba, las cosas salían y se generaba cierto peligro en el área cerrense. Pero cuando se salteaban líneas y otros jugadores preferían buscar otros circuitos, Cerro controlaba rápidamente la pelota. El esquema de Luis González fue un 4-4-2, con Agustín Peña y Pablo Lima por afuera, que tuvieron poca incidencia en el ataque. La mitad de la cancha, con Giovanni Zarfino, Marcelo Sarachi, Grossmüller y Nacho González, fue el eje de los franjeados, pero tuvo sus altibajos. Arriba, en solitario, se las tuvieron que arreglar Juan Manuel Olivera y el olimareño Gonzalo Barreto. Fue Barreto, precisamente, el que tuvo la de mayor peligro en el primer tiempo, con una contra rápida que prefirió concluir con un remate a media distancia, que el arquero cerrense Sebastián Fuentes desvió.
Para Cerro fue más complicado aun generar peligro en el arco danubiano, porque los circuitos en ningún momento le funcaron. Los delanteros Hugo Silveira y Richard Porta hicieron todo el trabajo pesado y se limitaron a agarrar algún misil que sus compañeros les tiraban. Lo más inquietante fueron las apariciones del volante ofensivo Luis Urruti, que, con su velocidad, complicó muchas veces a la defensa franjeada, que no tuvo otra que bajarlo una y otra vez. Para el segundo tiempo, Gustavo Ferrín acomodó a su equipo y generó una presión muy buena, que complicó a Danubio. En una de esas arremetidas, el albiceleste apuró y obligó a los de la Curva a retroceder. La pelota le llegó al golero danubiano Michael Etulain, que la dejó corta en la salida. En esa apurada, el coloniense Urruti se mandó contra el mundo; lo bajaron en el área y el árbitro sancionó correctamente el penal. Richard Porta, que no estaba en su tarde, se animó con la pena máxima y la colgó del ángulo, con un remate que dejó en claro que el nacido en Australia no se olvidó de jugar al fútbol.
Faltaba una vida, y Luis González se la jugó con Joaquín Ardaiz y Jorge Graví para salir en velocidad y recuperar varios espacios perdidos en la mitad de la cancha, pero Cerro no aflojó. El equipo villero se la bancó y nunca cedió terreno. Con la seguridad de Fuentes, con el orden de Diego Rodríguez y la firmeza de Andrés Barboza, el fondo se la arregló bien para resolver los ataques rivales. De contra, ya con Maureen Franco en la cancha, Cerro esperó y arrastró a Danubio hacia su trampa, pero no pudo marcar el segundo. El volante Rodrigo de Oliveira y Lucas Hernández, que esta vez tuvo que subir a la zona de volantes y ser capitán, también aportaron lo suyo.
Sobre el final del partido, Cerro caminaba por la cornisa y parecía que Danubio tarde o temprano lo empataba, pero la resistencia cerrense pudo más. Ni los ocho minutos de descuento, porque el partido se demoró por inconvenientes generados en el sector donde se ubicaba la parcialidad danubiana, pudieron derrocar a los albicelestes. La última, un cabezazo de Olivera que reventó el travesaño, tampoco.