Fue recién en el segundo tiempo que la celeste redobló esfuerzos para hacer cantar la verdad, su verdad, y resolver el entusiasmo por ganar. En el arranque del complemento llegó el gol de Edinson Cavani, al final decisivo, tras una jugada colectiva por la izquierda, en la que Luis Suárez, que estuvo bastante contenido durante toda la noche por la férrea marca peruana, habilitó al goleador, que venía en carrera y se llenó la zurda de gol. Un gol que cayó justo, en el mejor momento celeste. Porque Perú fue bravo, muy bravo, y, como era de esperar, vendió cara la derrota.
El primer tiempo marcó claramente la distancia que suele haber entre lo previsible y lo real. ¿Fácil? Nada. Con un 4-4-2 bien cerrado en sus líneas y presionando por los costados, Perú complicó la salida de Uruguay y prácticamente no lo dejó jugar con comodidad. Es más: los incaicos se hicieron de algunas pelotas desde la media cancha hacia adelante y, gracias a su buen toque, llegaron al arco de Fernando Muslera.
Salvo un córner en el minuto 8, en el que el arquero peruano Pedro Gallese le sacó un cabezazo en el área chica a Matías Vecino, Uruguay no pudo llegar. A partir de un cambio en la táctica celeste que el equipo mejoró: la línea de cuatro quedó igual, Egidio Arévalo Ríos y el Tata Álvaro González se pararon de doble 5, pero Vecino, que había arrancado bien al medio, se tiró a la izquierda, Edinson Cavani pasó a jugar prácticamente de 10 y Carlos Sánchez se mantuvo bien abierto por la derecha. Esa forma de pararse le cortó la salida a Perú y permitió que Uruguay presionara más arriba en la cancha y se hiciera de la pelota.
Fue providencial una tapada de Muslera a Paolo Guerrero a los 24 minutos. Solo en el área, el peruano, siempre esquivo y movedizo, sacó un tiro a quemarropa que contuvo el 1 celeste. La más clara de Uruguay fue un cabezazo de Cavani tras un córner: en la montonera, un zaguero de Perú lo rechazó hacia atrás y la guinda pegó en el travesaño. Casi al cierre del primer tiempo, otra vez insinuó Cavani: media vuelta dentro del área, pero Cristian Ramos logró restar de barrida.
Pese al juego poco convincente, Uruguay nunca perdió la paciencia. Para el arranque de la segunda parte el Maestro mandó a Cristian Cebolla Rodríguez a la cancha y sacó a Vecino, y el equipo volvió al 4-4-2 tradicional. La celeste fue una tromba durante los primeros 15 minutos del complemento.
En la primera pelota que recibió Palito Pereira mandó al Cebolla a correr y se vio la hilacha. En la segunda, el Cebolla la robó, se la tocó a Suárez y este, de memoria, habilitó de forma magnífica a Cavani, que cortaba en diagonal. Edinson, que siempre es el hombre que juega por todos, se puso la pilcha de goleador y convirtió el 1-0.
Luego de que Perú movió desde el centro del campo, la celeste recuperó el balón y atacó una vez más. Carlos Sánchez se lo perdió en mano a mano con Galese. Fue córner y, tras él, Cavani cabeceó, pero el travesaño le ahogó el grito de gol. El Centenario repleto se mantuvo rugiendo durante varios minutos, impulsado por el frenesí ofensivo celeste, pero el rendimiento físico empezó a pasarle factura al rendimiento del Tata y de Sánchez. De todas formas, bien parado en el fondo, Uruguay no pasó mayores riesgos, más allá de que en el último minuto un tiro cruzado hizo temer el empate.
Se sabe que a menudo alcanzar el éxito puede ser sencillo. El mérito de la selección uruguaya es que logra hacer real lo difícil: merecerlo. Dejando de lado el sentimiento, por inexplicable que sea, las estadísticas en lo que va de las Eliminatorias hablan por sí solas y reafirman esa condición. La situación de la tabla de posiciones muestra a la celeste en un escenario ideal. No sé si es el mejor o el peor, porque un razonamiento de ese tenor no resistiría la memoria ni el devenir. Pero es el presente. Nuestro presente. Y está muy bien.