Hace una semana, Hebraica y Macabi se consagró campeón de la Liga Uruguaya de Básquetbol (LUB) al vencer a Defensor Sporting en la definición. La gran figura del elenco macabeo, por su condición táctico-técnica, su talento y su madurez, fue el sanducero Luciano Parodi, que con sólo 22 años fue nombrado mejor jugador del torneo.
En un placard de su casa -donde vive con su madre y sus hermanos- cuelgan varios de los premios que ganó, pero él los toma como algo normal de este camino que emprendió a los cuatro años en su Paysandú natal. Desde ahí siguió los pasos de su padre, que también jugaba al básquetbol y que lo arrimaba a todas las canchas. Arrancó en Wanderers y a los ocho años pasó a Allavena, un club histórico del básquetbol sanducero. “En invierno jugaba al básquetbol y en verano hacía natación. Fue una etapa linda, en la que jugaba con mis amigos y me divertía mucho. Me destacaba porque me desarrollé antes que el resto, entonces era el más alto”.
En uno de los torneos del litoral, en el que jugaban equipos de Paysandú, Salto, Soriano y Río Negro, uno de los cazatalentos de Hebraica y Macabi, Gustavo Ribas, descubrió a Luciano y avisó inmediatamente a los directivos del club. Alberto Rico, por ese entonces entrenador de las formativas, le contó al joven talento sobre el proyecto que tenía Macabi, y junto a un directivo lo invitaron a formar parte. “Yo tenía 12 años y me propusieron irme a Montevideo porque Hebraica iba a arrancar en Tercera, luego de unos años en los que estuvo desafiliado. Era un proceso que implicaba traer jugadores del interior. Ellos formaron un hogar para los jugadores del interior y le ofrecieron a mi madre que se encargara de ese hogar, entonces me vine con ella, mi hermana y mi hermano. Al principio fue difícil adaptarnos, porque extrañás a la familia que dejás allá y a los amigos, tenés que adaptarte a un nuevo colegio y liceo. Yo tuve la ventaja de que vine con mi familia, pero otros chiquilines no tuvieron esa chance. Lo bueno fue que al ser todos del interior hicimos el proceso juntos”.
-Hiciste todo el proceso desde 2004, cuando Hebraica estaba en Tercera, hasta llegar a la LUB, en la que debutaste con apenas 15 años. ¿Cómo lo viviste?
-Durante el proceso empecé a tener un poco más de precisión en los puestos. Acá se juega más táctico y hay más competencia en comparación con lo que ocurre en el interior, pero me adapté naturalmente. Como entrenadores tuve a Alberto Rico y a Leo Zylbersztein. Después tuve algunos entrenamientos, y el Hechicero Fernando Cabrera me hizo debutar contra Aguada en el Cilindro con 15 años. Yo no sabía si iba a jugar, pero se dio: íbamos ganando por una diferencia muy grande y el Hechi me dijo que me preparara para entrar. Llegué a hacer un punto. El proceso fue bueno en Hebraica. Capaz que ahora me decís que fue un trayecto largo, pero lo disfrutamos.
-¿Cómo era estar en un plantel que de a poco se iba formando con figuras y nombres fuertes?
-Después del debut, no seguí teniendo continuidad. Estuve un tiempo practicando y a medida que fui creciendo empecé a sumar minutos de a poco. A los 18, cuando salimos campeones, ya tenía muchos más minutos. Me ayudó mucho estar en un plantel con muchas figuras. Practicar con el Panchi [Gustavo] Barrera, el Pica [Mauricio] Aguiar y Joaquín Izuibejeres te cambia la mentalidad: ves que la cosa va en serio y te hace estar al nivel de ellos. Tomé bien ser campeón a los 18 años; capaz que no es común, pero yo lo sentí como algo normal, a pesar de la edad que tenía.
-Hebraica y Macabi es un club que apuesta fuerte en cada campeonato. ¿Eso genera presión?
-No lo tomo como presión, sino como una responsabilidad linda. Está bueno estar bien preparado, porque cuando tenés esa exigencia crecés como jugador. Yo conozco a Hebraica, no sé cómo son el resto de los clubes; me acostumbré desde chiquito y esta es mi realidad, estoy cómodo y tranquilo. Cuando jugás contra un equipo que te llena toda la cancha es más lindo, porque te incentiva a querer ganarles por esa tradición que hay.
-¿Por qué este equipo fue campeón, a pesar de las circunstancias adversas que debió afrontar?
-Desde el principio fuimos un buen equipo. Tuvimos algunos altibajos durante el año, pero en los momentos de cambio el equipo salió adelante. Sentimos esos cambios, pero no los tomamos como excusa para entregarnos, sino que salimos fortalecidos. El año pasado estuve con un poco más de responsabilidad porque era titular, pero compartía la base con Barrera. Eso me ayudó a estar en el proceso de cambio. Este año, tenía jugadores pesados al lado, pero no lo tomo como una presión, sino como algo natural del deporte.
-¿Cómo se juega con pesos pesados como Michael Hicks y Leandro García Morales?
-Es un reto armar el juego para ellos. Por eso hablé mucho con ellos y también con los técnicos, para poder estar en sintonía. Dentro de mi rol en la cancha, intento ordenar a todos, que todos se sientan importantes, pero sin descuidar mi parte del juego. Busco los momentos del partido para tratar de llevarle la pelota a cada uno. Es fácil decirlo, pero, en los hechos, hacerlo no lo es tanto. Me gusta jugar en un equipo que defienda duro y que tenga buen contraataque, que fluya la pelota, que haya buenos pases. A veces, recurrís a las individualidades porque las tenés, pero lo que más me gusta es el juego en equipo.
-¿De dónde sacás esa madurez que tenés en la cancha, que te hace, por ejemplo, pararle el carro a García Morales cuando le pitan un técnico por protestar?
-Me siento bien en el rol de protagonista. Creo que la madurez se debe a las circunstancias que me tocó vivir, como haber tenido que tomar la decisión de venirme a Montevideo. Por suerte, desde muy chiquito me di cuenta de que el básquetbol iba a ser parte de mi vida, y eso me ayudó a tener algunas cosas bastante claras. La tranquilidad que tengo viene de mi personalidad: soy así. Se me puede saltar la cadena a veces, pero siempre busco resolver las cosas pensándolas. En ese partido en el que a Leandro le cobraron el técnico le dije que estuvo mal, con molestia. Igual, él fue un señor: podía haberme dicho de todo pero no lo hizo. Son situaciones que se dan en el juego, pero por suerte, de todos modos, ganamos.
-¿Cómo ves esta nueva etapa con la selección, en la que vas a tener a los dos entrenadores con los que fuiste campeón de la LUB, Marcelo Signorelli al mando y Leonardo Zylbersztein como ayudante?
-Me pone contento, porque sé que voy a estar muy cómodo. Es una etapa de recambio, y creo que con Marcelo se va a trabajar bien. Me gusta ir a la selección porque hay jugadores de calidad que te hacen crecer como jugador en el día a día. Creo que Marcelo le va a dar su identidad al equipo: va a haber una defensa dura y un estilo de juego dinámico en ataque. Por lo que he visto, se está moviendo mucho en los temas relacionados con la organización, para tener todo previsto. Eso está bueno, porque en otros procesos de selección no estuvo del todo claro. Es muy lindo estar con la selección, porque es lo máximo a lo que podés aspirar. Es una etapa de recambio generacional, pero creo que si se hacen las cosas bien y se sigue un proceso, es posible lograr cosas importantes.
-Vas a estar sin jugar hasta que arranques con la selección. ¿Qué hacés en tu tiempo libre?
-En eso soy bastante sencillo: me gusta estar con mi familia y mis amigos. Obvio que me gusta salir de joda de vez en cuando, pero relajo con orden. Tuve que restringir las salidas, pero no me quejo: elegí perderme esas cosas para hacer otras. En los ratos libres también me gusta leer. Me ayuda a tranquilizar un poco la mente; me enfoco en lo que estoy leyendo, y me gusta mucho. Me gustan los libros de psicología, en particular los de psicología aplicada al deporte, porque la mentalidad y el aspecto psicológico son elementos muy importantes a los que, por lo general, no se les da tanto valor.
-¿Te gustaría salir al exterior o estudiar algo?
-Estudié, porque mi familia siempre me inculcó que debía estudiar y terminar el liceo. Hice bachillerato de Medicina, porque está vinculado al deporte y le puedo sacar jugo. He averiguado sobre cursos o cosas cortas para hacer, pero por ahora no he podido cursar nada porque se me complica mucho por los horarios. En cuanto a lo de salir a jugar afuera, me encantaría, pero no sólo jugar, sino mantenerme y mejorar mi nivel de juego. Creo que el mercado más cercano en el que me gustaría jugar es el argentino, que es muy competitivo.