Danubio ganó muy bien en el Gran Parque Central: eso debe ser lo primero a destacar del partido que cerró anoche la fecha número 13 del Torneo Clausura. El 2-0 final a su favor da cuenta de que este equipo franjeado finaliza la temporada de acuerdo con sus méritos históricos y con su accionar cuestiona la posición en el último tercio de las tablas de posiciones tanto en el segundo torneo de la temporada como en la tabla anual. Leonardo Ramos le lavó la cara al equipo, al que situó en un estado de ánimo muy distinto del que arrastraba, en una de sus peores campañas.
Otras son las conclusiones que deja este resultado del lado tricolor. Por tercera vez consecutiva, en muy corto lapso, Nacional desaprovechó oportunidades de conquistas deportivas muy importantes. La primera sucedió en el último instante del partido clásico, cuando ya paladeaba la victoria y Peñarol le igualó el partido de manera insólita. Luego, entre semana, en el partido con Boca Juniors falló en los penales que lo habrían ubicado en las semifinales de la Copa Libertadores. Ahora Peñarol, al caer frente a Wanderers, le había dejado la prioridad de las tablas de posiciones en bandeja. Y, nuevamente, lo desaprovechó.
Anoche, el primer tiempo lo ganó bien Danubio. Dentro de una paridad de fuerzas evidente, con un juego vital, movedizo, con ganas de jugar buen fútbol por ambos lados, Danubio encontró su chance aprovechando un error en un intento de salida de Diego Polenta por el lateral izquierdo. Lo atoraron bien y le sacaron la pelota, que fue pasada al capitán Leandro Sosa y este, de lejos, aprétandola y de frente al arco, encontró el hueco justo y plasmó el 1-0. Nacional, dando un Léo Gamalho de ventaja, igual colaboró en un partido agradable y tuvo sus chances. Ejemplo de ello fueron la doble atajada del golero Michael Etulain al sacar un tiro final de Alfonso Espino, con una mano a los 35 minutos; y un tiro libre ejecutado por Mauricio Victorino que dio en el lado exterior de la red a los 43. En el intervalo sucedió un hecho que marcó el rumbo de la segunda etapa para mal de Nacional. Contra su costumbre, el entrenador Gustavo Munúa hizo dos cambios. Eran probables por una doble razón. Por un lado, la sustitución del delantero brasileño era lógica: su rendimiento era muy bajo. Por otro lado, avanzaba en un planteo más ofensivo al excluir a uno de los volantes -el juvenil Felipe Carballo- y probar con la entrada de un creador de juego -Rodrigo Amaral- y un delantero -Alejandro Barbaro-.
A poco de haber comenzado el segundo tiempo, llamó la atención que Barcia, de buen accionar en el primer tiempo por la derecha, fuera llevado a la banda izquierda y, a su vez, que el argentino, siendo zurdo, fuera a la punta derecha. No quedó claro el objetivo del entrenador.
Pero eso no fue lo más negativo para las posibilidades de triunfo de Nacional. Con esos cambios pareció marcar -cuando faltaban aún 45 minutos por jugarse- la impresión de estar ante una situación desesperada, ya de pique. Sobre esa base hizo su juego el equipo tricolor. Jugó toda la última parte con más nerviosismo que aplomo futbolístico, con más desorden que criterio, con más imprecisión que la buena técnica que ha sabido llevar a la práctica en otras situaciones. Danubio se abroqueló, marcó muy bien y siguió cerrando todos los espacios con excelente capacidad de marca, de principio a fin.
El apuro y la desesperación al nublarse sus jugadores facilitaron las posibilidades del rival. Amaral fue el que más aportó en ese período, pero las mejores llegadas fueron registradas en los contragolpes danubianos. Joaquín Ardaiz, que entró a los 80 minutos, tuvo chances claras de convertir a los 84 y a los 85. Ya en el final, iban 88 minutos cuando el delantero Gonzalo Barreto concretó de cabeza uno de esos intentos, convirtió el segundo gol y cerró el partido antes de tiempo.
Nacional les dejó a Plaza Colonia y Peñarol las prioridades para hacer suyos Clausura y tabla anual. Danubio, por su parte, acumula puntos en la segunda era de Ramos, y su gente retoma la confianza en su escuela futbolística.