El primer tiempo del partido jugado anoche en el Centenario fue parejo: ambos equipos alternaron en la posesión y distribución de la pelota. Primero fue Peñarol el que tomó la iniciativa. Parado con su clásico 4-2-3-1, el argentino Tomás Costa y Hernán Novick fueron los tejedores de juego. Generaron principalmente desde el centro y para afuera, buscando la velocidad de los puntas y la compañía de los laterales. Sin embargo, pese al buen funcionamiento del carbonero por abajo, las principales jugadas de gol llegaron por arriba: a los 13 minutos, tras un córner desde la izquierda, Maximiliano Perg ganó por arriba y su cabezazo dio en el travesaño. Casi al cierre de los primeros 45, Perg tuvo otro cabezazo con destino de gol; esta vez, Pablo Álvarez, parado en la línea, evitó el tanto mirasol. Las otras chances del aurinegro en el primer tiempo fueron dos tiros de larga distancia, uno de Gastón Rodríguez que se fue cruzado y otro de Nicolás Dibble que atajó formidablemente Adrián Berbia.
La cosa siguió así hasta promediar el tiempo inicial. Luego, Boston River comenzó a imponerse en el medio del campo y desde ahí, siempre con pelota dominada, mejoró mucho su rendimiento, zafó del ahogo de Peñarol y comenzó a generar sus chances. A los 33 minutos bien podría haber abierto el marcador el zaguero Guillermo Fratta, quien se soltó por la derecha y sacó un balinazo desde 30 metros que rozó el travesaño, justo en la soldadura entre el palo derecho y el horizontal.
El segundo tiempo siguió con la misma tónica. Comenzó mucho mejor Boston River, que se adueñó de la pelota para crear. El equipo de Alejandro Apud propuso con velocidad, siendo vertical gracias a la rapidez de Diego Gurri por la izquierda y Pablo Cepellini por la derecha, este último bien secundado por Pablo Álvarez -que trilló la banda derecha de gran forma-. Un nombre se destacó por sobre el resto: Bruno Foliados. Fue un incordio para la defensa carbonera. Si bien jugó solo en la delantera -no llegó por lesión Federico Rodríguez, el goleador del torneo-, Foliados se las ingenió para jugar en los espacios vacíos, desequilibrar a Peñarol en el intento por contenerlo y, cuando lo necesitó, aguantó bien el balón para esperar a sus compañeros. Hizo todo bien: cayó por la izquierda y le complicó la existencia a Andrés Rodales, fue por el medio y se turnaron para bajarlo, y, además, aprovechó las subidas de Álex Silva para volcarse hacia la derecha y sacar ventaja del callejón vacío. Le faltó el gol, eso también es verdad -y el gol es la verdad más contundente para cualquier delantero-, pero no sería justo cargarle la falta en ese rubro, porque no dispuso de chances claras.
¿Peñarol? En el segundo tiempo, casi nada. Por un lado, no le encontró la vuelta al sistema de Boston River. Por otro, cuando se hizo de la pelota no sólo no repitió los buenos minutos del inicio sino que estuvo desacertado. No pudieron incidir Novick ni Costa, que se olvidó de la creación. Tampoco los delanteros, que fueron muchos y variados -porque Jorge da Silva cambió las piezas, en busca de certezas que no encontró-, y prácticamente no estuvieron ni cerca de ofender con peligro al arco defendido por Adrián Berbia. Es de orden decirlo: el bloque defensivo de Boston River, con Berbia como vértice, más la línea de cuatro conformada por Fratta, Nicolás Barán y Joaquín Pereyra, sacó toda pelota que encontró en su camino, ya fuera por arriba o por el suelo, con o sin puntería.
Los minutos finales fueron presa del desorden. Peñarol, a la desesperada, buscó con algunos pelotazos frontales a los delanteros, quienes nunca pudieron salirse con la suya ni generar peligro en el arco de Berbia. Boston River, con campo para correr pero lógicamente algo cansado por el desgaste físico que realizó, no dejó de atacar cada vez que pudo. Y si bien no convirtió, supo terminar el partido jugando lejos de su propio arco, ahí donde no existe el daño.