Con goles en los momentos oportunos. Así edificó Liverpool su triunfo de ayer, entre el instinto de buscar y la fortuna de encontrar. La primera ocasión se le presentó casi en el arranque, a los siete minutos: un mal despeje de Mauricio Victorino le quedó a Christian Latorre, que entraba por la derecha, la vio toda, midió en el aire, sacó un tiro cruzado imposible para Esteban Conde y puso el 1-0, luego de que la pelota pegara en un palo y entrara junto al otro. El segundo momento fue un contragolpe letal, a 15 del final, entre Nicolás de la Cruz y Carlos Bueno, cuando iban 1-1 y Nacional lo tenía arrinconado. Fue de tuya y mía: De la Cruz para Bueno, que intenta devolverle la pared, no le sale en primera instancia porque rebota en Diego Arismendi, pero sí en el segundo pase, y la asistencia dejó solo a De la Cruz, que definió bien frente a Esteban Conde.
En el medio hubo mucho partido y una batalla táctica que incluyó diversos planteos de ambos contendientes. Por lo general, la posesión de la pelota fue de Nacional, que siempre intentó jugar al ras del suelo, con Sebastián Rodríguez como primer motor de juego y Martín Ligüera como cómplice en el segundo tiempo. Liverpool, por su parte, prefirió replegarse -cosa que hizo muy bien durante todo el partido- y ser vertical, con ataques rápidos o contragolpes. La diferencia, ese segundo gol que dejó al negro de la cuchilla con los 3 puntos y al bolso vacío, estuvo en las resoluciones defensivas. Salvo en el inicio del segundo tiempo, cuando Nacional arrinconó a su rival atacándolo por ambas bandas, momento en el que empató con el gol de Ramírez a los dos minutos y tuvo algunas ocasiones que bien pudieron ponerlo en ventaja, el equipo de Mario Saralegui hizo buen pie en la zaga. Por esos minutos Nacional reclamó por un penal de Aprile, pero el árbitro Rojas desestimó el reclamo explicando que la mano del volante estaba contra su cuerpo.
Una modificación en la estrategia defensiva de Liverpool fue medular para el ganador. El entrenador sacó a Nicolás Royón y mandó a la cancha a Joe Bizera. Sí, un defensa por un 9, con el partido 1-1. Pero las apariencias engañaron en beneficio del negriazul: con la reestructura 5-3-2 desactivó el circuito futbolístico de Ligüera y compañía, y ganó en tranquilidad. Pese a estar mucho más dedicado al trabajo forzoso que a la inspiración, metido atrás y todo, logró sacar la pelota lejos de su arco y la retuvo durante varios minutos del complemento en la cancha rival.
Las chances erradas son como la verdad: no tienen remedio. Hugo Silveira tuvo una muy buena oportunidad de igualar 2-2 con su especialidad, el golpe de cabeza, pero no calculó bien el cabezazo y la guinda se fue apenas por arriba del arco de Guillermo de Amores. En el final, a puro centro, ya con Arismendi prácticamente como segundo nueve, el tricolor hizo varios intentos, pero todos fueron en vano. Pese a habérselo propuesto, el equipo de Martín Lasarte no pudo salir ileso de una magra tarde. 23 años después de la última vez, Liverpool rompió el hechizo y le ganó a Nacional en Belvedere.