A prueba de balas, el equipo de Eduardo Acevedo continúa devorando rivales y acumulando victorias casi siempre ajustadas y a veces heroicas. El sábado de tarde arrancó perdiendo frente a un duro adversario, que llegó al estadio Luis Franzini invicto y tercero en el torneo. Ya en el segundo tiempo, estuvo al borde del abismo, pero el arquero Guillermo Reyes atajó magistralmente un penal y evitó que los darseneros duplicaran la diferencia y la volvieran demasiado difícil de remontar. Estuvo un gol abajo hasta el minuto 75, cuando alcanzó un empate merecido y se desfiguró con cambios ultraofensivos que lo guiaron hacia una victoria concretada en los descuentos. Locura en 17 minutos y merecido 2-1.
A todos los obstáculos cuya superación se le reconoce desde finales del Torneo Apertura, que van desde las bajas por transferencias hasta la visita a las canchas de todos los rivales y que incluyen desventajas presupuestales en relación con los grandes, esta vez se sumó uno nuevo y considerable: no estuvieron a la orden Matías Cardacio ni Carlos Benavídez, puntales del equipo e integrantes de la dupla titular de volantes de marca. Se notó, aunque más por el rendimiento de Claudio Rivero que por el de Martín Rabuñal, que de los dos sustitutos fue claramente el más firme. Además de marcar, los ausentes suelen tener incidencia cancha arriba. Cardacio participa activamente en el armado y Benavídez es muy peligroso en el juego aéreo y remata desde lejos. Sin esos aportes, desde el arranque Matías Cabrera lució muy solo en el rol de enganche, justo un día en el que los laterales volantes no tuvieron grandes rendimientos. El dato expone una de las virtudes de River Plate: el desempeño de sus jugadores de banda.
El director técnico Pablo Tiscornia plantea un esquema de 4-4-2 que hace recordar los buenos viejos tiempos en los que el equipo era dirigido por Guillermo Almada. Es decir, apuesta a un sistema que necesita laterales y volantes externos con proyección, al menos si se busca evitar la centralización del juego ofensivo. Por la izquierda, tiene eso y más, porque el lateral Matías Jones y el mediocampista Facundo Boné atacan como siempre pero se matan defendiendo. Por la derecha, el volante Giovani González hace cosas parecidas y cada tanto exhibe eso que lleva en los genes. El hijo del Juanchi –sí, de aquel delantero surgido en Basáñez que pasó a Nacional y luego se fue a Europa– ganó sobre el segundo palo y marcó de cabeza para poner arriba a los darseneros a los 18 minutos.
Acevedo apostó fuerte y tomó decisiones determinantes durante el complemento. Antes del empate, puso al volante de armado Facundo Castro y al delantero Facundo Milán y sacó al carrilero Mathías Suárez y al marcador Rivero. Cuando aún se festejaba la igualdad parcial que anotó el atacante Pablo López, completó la jugada sacando a Rabuñal para colocar al delantero Juan Manuel Boselli. Pasará mucho tiempo para volver a ver un mediocampo violeta tan despoblado y huérfano de marca, con Cabrera haciendo de tripas corazón y Castro acompañando, por detrás de los dos delanteros recién ingresados y de los preexistentes López y Gonzalo Carneiro.
Pero River no se enteró, y apenas generó un contragolpe peligroso. Tiscornia puso muy tarde al interesante volante derecho Mauro da Luz, que entró al mismo tiempo que Nicolás Rodríguez, quien fue a refrescar la banda opuesta. El delantero Alexander Rosso pisó el campo de juego a los 89 minutos para sustituir a Juan Manuel Olivera, siete minutos después de las dos primeras variantes. El equipo pareció tomar aire durante un breve lapso, pero un Defensor de cáscara dura lo empujaría contra su arco hasta ganarle en los descuentos con un festejadísimo cabezazo del Coto Nicolás Correa. Una preparación ideal ante el enorme desafío de la próxima fecha: Peñarol, en el estadio Campeón del Siglo.