Venezuela celebró ayer las elecciones regionales, postergadas durante meses debido a la crisis política y rodeadas de polémica hasta último momento. En esa votación, tanto los líderes opositores como los oficialistas, que hasta hoy gobiernan en 20 de los 23 estados, se proponían hacer una demostración de apoyo popular. Las elecciones estuvieron precedidas de decisiones de las autoridades electorales que causaron malestar en la oposición, y se prevé que las siga un debate acerca de ante quién deberán asumir sus cargos los gobernadores.

La oposición venezolana, reunida en la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), pedía anoche a sus seguidores que permanecieran en los centros de votación después de su cierre para controlar el proceso de recuento de votos. Al cierre de esta edición se desconocían los resultados de la votación.

Según sus voceros, la oposición llegó a las elecciones enfrentando hasta último momento los escollos impuestos por el oficialismo. El último de ellos fue el traslado de unos 250 centros de votación, que fue decidido el jueves por el Consejo Nacional Electoral (CNE) y, según la oposición, tuvo el objetivo de “confundir” a los 600.000 votantes afectados. Para contrarrestar esta supuesta confusión, la MUD desplegó decenas de ómnibus y camionetas en esos 250 centros para que trasladaran a los votantes a los nuevos locales.

La oposición denunció que esta es una de las varias medidas adoptadas por el gobierno con el objetivo de incidir en el resultado de las elecciones. En otra de estas denuncias, el jefe de campaña de la oposición, Gerardo Blyde, dijo que a lo largo del día de ayer “todas las radios del sistema nacional de medios públicos” estaban haciendo propaganda, pese a que esto está prohibido, emitiendo “mensajes a favor de los candidatos del gobierno y en contra de los candidatos de la MUD”. Otros referentes de la oposición denunciaron que algunas mesas habían sido instaladas muy tarde, para que los votantes pensaran que no abrirían.

Hasta último momento, la oposición llamó a sus seguidores a concurrir a las urnas y a colaborar con el control del proceso para garantizar el resultado. Se preveía que una alta participación favorecería a la oposición, que de acuerdo con las encuestas ganaría las elecciones, mientras que una baja asistencia ayudaría a mantener el actual reparto de los gobiernos locales, favorable al oficialismo.

Las denuncias de la oposición se suman a las dudas que giran en torno al software con el que se aplica el voto electrónico en Venezuela. Desde la instalación de este tipo de votación y hasta julio, proveía de este software la empresa Smartmatic, pero sus directivos denunciaron que en las elecciones para la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) el sistema había sido alterado y los resultados no eran confiables. Después de esas denuncias, el CNE sustituyó el software de Smartmatic por el de otra empresa que, según la oposición, es cercana a un ex funcionario chavista.

Mientras la oposición difundía sus denuncias, el presidente Nicolás Maduro celebró la jornada electoral como un “éxito total” y un “triunfo de la democracia”. El mandatario aseguró que no hubo “ni un solo incidente” y que el proceso electoral fue “perfecto” y se llevó adelante “con alegría y en paz”. Tanto Maduro como la MUD pidieron que los resultados electorales sean aceptados por todos.

Durante la jornada electoral continuó la polémica que surgió la semana pasada: la relación entre estas elecciones y la ANC, cuyos integrantes fueron electos en julio en una votación en la que la oposición decidió no participar y cuyo resultado calificó de fraudulento. Según el oficialismo, como fue la ANC la que instó al CNE a convocar estas elecciones, reconocer la instancia electoral implica reconocer su autoridad. La oposición rechaza esta mirada y sostiene que se trata de dos cuestiones independientes.

Ayer el primer vicepresidente del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela e integrante de la ANC, Diosdado Cabello, insistió en que los gobernadores electos deberán prestar juramento ante esa asamblea.