Por más que a veces esté convencido de la utilidad de ciertas herramientas argumentales para tratar de presentar ideas para su exposición, discusión, aceptación, mejoramiento o destrucción, les juro que nunca llegué a pensar que presentar o recordar las líneas centrales de la película Mentiras que matan (Wag the Dog, 1997) iba a ser un anticipo tan impresionante de lo acontecido por estos días. No me refiero exclusivamente al desenfoque del tema –es decir, hacer foco en otro hecho o evento, real o falso (pasar de la génesis del paro a raíz de un pedido de asamblea a “todos sabemos que esto es un problema de poder entre Paco Casal y la dupla Diego Lugano-Diego Godín”)–, sino a cómo, una vez instalado el tema –el desviado, no el real–, los medios se involucran y tejen otras historias a partir de los sobrantes o laterales de aquella otra (“Esto es un tema de poder entre Paco y Lugano”) y, a su vez, propicia nuevas, enriqueciendo el conflicto falso y desviando completamente el foco sobre el inicial.
Estos fenómenos de desinformación y herramientas de gestión de la masa u opinión pública funcionan aun mejor si los vasos comunicantes, los protagonistas aleatorios del suceso, los periodistas, los críticos y los medios no saben del engaño, y entonces trabajan la historia paralela como la real.
Pero, seguro, ¿cómo discernir hasta ahora qué es lo real, qué es lo creado para tapar lo real y cómo lo real, una vez usado, una vez tapado, ha pasado a ser materia prima de lo creado? En fin, dijo el Nico Maquiavelo mientras mojaba la pluma en tinta en su celda de San Casciano, en la época en que escribía El príncipe.
Es que ahora es perfectamente posible creer. Es verosímil que la necedad con soporte de la directiva de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales, no dando ni un paso esperable, ya que sus asociados no se sienten representados por ellos, sea utilizada para intentar voltear al Ejecutivo de la Asociación Uruguaya de Fútbol (AUF), tan mal vista desde Tenfield desde el momento en que no le permitió ser tan abusiva en sus negociados (firma con Nike, a pesar de que había una oferta muy superior, por equipamiento; actualización y puesta en regla de los derechos de imagen de los futbolistas de la selección; quitarles los derechos de televisación de partidos amistosos que no estaban negociados; quitarles la intermediación en el patrocinio de la selección; y lo que, a esta altura, debe ser lo peor: ir vislumbrando que no les firmarían una nueva extensión de sus amplísimos contratos por derechos de televisación y mil cosas más hasta 2032).
Medio y medio
Cuando los autoproclamados mediadores, por su figura e importancia social, plantean el problema como un desencuentro de partes en el que es preciso mediar, empieza a quedar más legitimada aun la historia paralela, sobre todo si uno de los mediadores, el ex presidente José Mujica, afirma una y otra vez que esto es un problema de poder, y coloca a Casal como una de las partes.
Si, además, ellos, los promovidos mediadores –el senador Mujica, el diputado Luis Gallo, y el presidente de la AUF, Wilmar Valdez–, dejan entrever que estamos cerca de la solución y los periodistas siguen la información, les da redondo si alguien intencionadamente filtra que tras la intervención de Mujica y Lugano están las bases del acuerdo entre la directiva de la Mutual y un altísimo porcentaje de su masa societaria: los cientos de asociados que conforman el grupo Más Unidos Que Nunca.
A la sobrecarga informativa en torno al tema, las verdades a medias y la natural necesidad de retroalimentación de las posiciones establecidas por las figuras preeminentes (siempre tendrá más peso lo que pueda aportar un recién llegado al caso, como José Mujica, que aquel que la viene peleando desde abajo, en desventaja y desde el principio, como Michael Etulain) se agregan detalles que, aunque habrían sido considerados irrelevantes en cualquier otro momento, en este contexto pasan a ser determinantes. Viene Lugano. Vino, pero para resolver otros asuntos personales, y aunque él mismo dijo: “Tengo cosas mías para hacer. No puedo andar siempre atrás de los otros” y al ser interceptado por un periodista de la radio Sport 890, creyendo que se acercaba para saludarlo, le dijo: “Estoy resolviendo cosas personales y me sorprendió que me hayas colocado el micrófono a la pasada”, ya estaba establecido en el imaginario de la audiencia que había venido a arreglar el tema, lo mismo da que fuera como mediador o como parte.
¿Y vos quién sos?
La presencia de Lugano en Uruguay y la determinación, desde siempre, de los futbolistas para dialogar una vez que se retirara la increíble denuncia penal que Enrique Saravia y sus compañeros de la directiva de la Mutual presentaron contra sus asociados, junto con la verosimilitud de la posible solución, generaron la construcción de una vana expectativa de salida previa a la inevitable asamblea que deberá llevarse a cabo y cuya no fijación fue la que provocó la medida de paro que decidieron los jugadores.
La noticia servía, además, para ningunear a los cientos de futbolistas, verdaderos líderes de este movimiento masivo que, como dijo Andrés Lamas en Derechos exclusivos, programa que emite Radiodifusión Nacional del Uruguay: “Queríamos cambiar el fútbol, queríamos empezar a trabajar sobre todo por los derechos de imagen. Y hay mil cosas más. Cuando fuimos a trabajar con la directiva no tuvimos apoyo, y a raíz de eso empezaron ocultamientos, mentiras y comunicados en sitios en los que no debían ser, denuncias penales, no fijaciones de asamblea y agravios públicos que generaron esta fisura”.
No fueron capaces de retirar la denuncia penal, no fueron capaces de ponerse a tiro con la situación, y fijaron la asamblea lo más lejos que pudieron, como para pudrirla bien. Los clubes pusieron el grito en el cielo, con amenazas de corbata, códigos bajo el brazo e incisos olvidados y desconocidos por el día a día. Casi en simultáneo, se debió mover el Ejecutivo de la AUF. Por baranda, quedó al borde de la buchaca y emitió un comunicado en el que urgía a llegar a una solución al conflicto, que iba dirigido a Enrique Saravia en su calidad de presidente de la Mutual y que enmarca en 48 horas el compás de espera para dar solución o...
Por quién doblan las campanas
Esto empezó hace tiempo. No se trata de una pugna por hacerse del pingüe negocio de los derechos de televisión que desde hace 20 años manejan Casal y compañía. No es un asunto de poder entre Tenfield y Lugano. Es una reivindicación masiva, tardía y hasta inocente, establecida en aquella carta de noviembre del año pasado:
“Los futbolistas profesionales del medio local hemos despertado.
La denuncia realizada por los jugadores de nuestra Selección Nacional nos abrió los ojos. Nos hizo ver que estábamos naturalizando una situación en la que el Fútbol Uruguayo caía en picada. Y nosotros no estábamos tomando ninguna actitud crítica. Ahora sabemos que es necesario luchar para evitar que la enorme mayoría de los beneficios que genera el fútbol uruguayo quede en manos de intermediarios o de terceros, personas y empresas que no son los reales protagonistas de nuestro fútbol.
Nuestra intención es renegociar (por asamblea) los derechos de imagen del fútbol uruguayo.
El Fútbol Uruguayo genera un monto anual aproximado que supera los 45 millones de dólares por concepto de televisación para abonados (sin contemplar los ingresos por: televisión digital, televisión al extranjero, sponsors, estáticas, entre otros). A la Asociación Uruguaya de Futbol, hasta ahora, ingresan únicamente nueve millones de dólares aproximados, los que se reparten entre todos los clubes. La Mutual recibe por concepto de imagen de cada jugador del medio local aproximadamente un dólar por mes.
Tampoco es aceptable que se manejen contratos a largo plazo (diez años). A nivel internacional, los especialistas en esta materia recomiendan contratos de tres a cinco años, lo que permite generar la libre competencia y evitar así los monopolios.
Los jugadores nuevamente hemos quedado excluidos.
El nuevo estatuto de FIFA recomienda incluir a todas las partes involucradas en los procesos de la toma de decisiones vinculadas al fútbol. Exigimos participación y consideramos imprescindible que jugadores y entrenadores puedan tener voz y voto en las negociaciones, para generar un ámbito de transparencia que asegure la generación de soluciones para el Fútbol Uruguayo en su conjunto.
El Fútbol Uruguayo necesita un cambio profundo.
Esta lucha nos convoca a todos. Por un fútbol honesto, democrático y transparente.
Suscriben esta carta todos los jugadores de Primera y Segunda División del Fútbol Uruguayo, con el apoyo de la Comisión Directiva de la Mutual Uruguaya de Futbolistas Profesionales”.
Era eso, nomás. Eso. Un reclamo para que no te la jopeen más, para que no te exploten más, para que todo sea un poco más ecuánime y bastante más justo.
Como se advertirá en aquella carta manifiesto de noviembre de 2016, en ese momento la Comisión Directiva de la Mutual apoyaba. Después, dejó de ser una carta nomás y empezaron a aparecer los errores y omisiones de la directiva de la Mutual, que lejos de quedar sola evidentemente sigue siendo sostenida por personas, instituciones, grupos o poderes que en un operativo pinza van rodeando y apretando a los que son todo en el juego: los futbolistas.
Y por más que clubes, abogados, líderes políticos, operadores, empresarios y grupos de poder aprieten y asusten, los jugadores, los más unidos que nunca, siguen ahí, enhiestos y firmes, porque sin futbolistas no hay fútbol.
Lo demás son mentiras que matan al fútbol.