Los mataron el 5 de octubre en El Tandil, en el corregimiento de Llorente, zona rural del departamento del Nariño. Aldemar Gil Guachetá, de 25 años; Diego Escobar Dorado, de 31; Nelson Chacuendo Calambas, de 29; Janier Usperto Cortés Mairongo, de 26; Jaimen Guanga Pai, de 45; y Alfonso Taicús Taicús, de 32. Los cuerpos presentaban lesiones causadas por proyectil de alta velocidad, dice el dictamen de Medicina Legal. Esos, los muertos. Los heridos fueron más de 50. Todos campesinos cocaleros. Todos inocentes desarmados que exigían que pararan la erradicación de cultivos de hoja de coca en el sector.

Pero no sólo eso: el domingo 8 de octubre empezando la tarde, una comisión que verificaba la masacre en el sitio y estaba compuesta por delegados de la Organización de las Naciones Unidas, la Organización de los Estados Americanos, varias organizaciones civiles defensoras de los derechos humanos, representantes de la Gobernación de Nariño autorizados para estar en la zona y periodistas, fue atacada por la Policía Nacional con tiros, gases lacrimógenos, balas aturdidoras, e incluso con granadas, según quienes estuvieron en el lugar.

Al gobierno nacional y el departamental hace años que les ha quedado grande Tumaco, y no sólo la ciudad, sino esa región del pacífico nariñense. Por eso, la población civil allí sigue a merced del narcotráfico y de otras bandas criminales. Y cada vez hay más muertos, y una taza de desempleo de 70%, y unas condiciones de vida tristes, y mucha angustia y mucha decepción.

Los dos hechos anteriores, sucedidos en menos de ocho días, demuestran lo dicho antes, pero también algo peor: que la Policía Nacional sigue traicionando los mandatos de la Constitución que la obliga a proteger a los ciudadanos y que, por el contrario, en algunos casos los maltrata, los violenta y hasta los mata.

¿Por qué los policías atacaron a la comisión de verificación? ¿Tienen algo que esconder? ¿Qué es lo que no quieren que se sepa?

Ya la Defensoría del Pueblo había dicho en un comunicado que en sus investigaciones no se descartaba que la Policía Antinarcóticos haya sido la responsable de la masacre. Y por antecedentes, yo me inclino por esa versión. Como periodista, dudo de la inocencia de todos, pero sobre todo de la de una fuerza como la Policía, que en otras ocasiones ya ha alterado escenas de crímenes para evadir las responsabilidades en asesinatos.

Además, el comunicado de la institución estatal frente a los hechos es indignante. Como casi siempre, allí no ofrece explicaciones amplias y serias, y sólo se limita a ofrecer excusas públicas, como si hubiera sido un acto menor, como si no hubiera puesto en riesgo la vida de quienes estaban en ese momento en el sitio.

El comunicado empieza: “La Policía Nacional de todos los colombianos…”. Pero no, señores. Esa Policía, por lo menos la que estuvo en Tumaco, no es de todos los colombianos sino de algunos. Por otro lado, el general José Mendoza, comandante de la Comisión Antinarcóticos de la Policía de Colombia, dijo a la cadena radial Caracol: “Queremos pedir disculpas de manera muy especial a esa comisión [de verificación], hay nerviosismo. De manera forzada, algunos campesinos intentaron meterse por la fuerza a la base de patrullaje y el Esmad [Escuadrón Móvil Antidisturbios] reacciona lanzando granadas de aturdimiento”.

Y entonces, ¿hay nerviosismo, general? Y luego, ¿sus hombres no están capacitados para guardar la cordura en momentos tensos y tiran disparos, gases, balas de aturdimiento y hasta granadas contra cualquiera, incluso contra una comisión verificadora? Si el nerviosismo es la excusa para poner en riesgo la vida de los colombianos, general, deles Valium o agua de valeriana, y tranquilícelos, y tranquilícese usted también, pero no exponga a los ciudadanos de ninguna clase y no se excuse infantilmente.

Piense por un momento que las fuerzas militares de este país tienen que cambiar la mentalidad del conflicto armado y reemplazarla por una actitud pacífica y conciliadora. Usted no sabe cómo nos dolió a todos el asesinato de los tres policías en Miranda, departamento del Cauca, y cómo nos duele también el asesinato de cualquier colombiano, sea quien sea, pertenezca al grupo social que pertenezca.

Por eso, general, juegue golf, haga spinning o alguna mierda, pero busque algo para calmarse, urgente, antes de que la fuerza que usted dirige termine convirtiéndose en un grupo más al que hay que ir pensando en desmovilizar para lograr la paz en este país que ya no soporta un litro más de sangre en las ciudades y en los campos.