Fue Alison Nicola Pérez el sostén de la victoria de River Plate, el que hizo que Peñarol no pudiese marcar su victoria número 13 en forma consecutiva, pero fueron el resto de sus compañeros, en particular Gonzalo Vega y Facundo Boné, los autores de los goles, quienes sumaron para esta gran victoria que vuelve a arrimar a River a la disputa por un lugar para la Copa Sudamericana. La derrota de Peñarol, la primera en el campeonato, en tanto había ganado todos sus partidos, significa resignar puntos trascendentes para la Anual, siempre atento a lo que pase hoy con Nacional, que ahora vuelve a depender de sí mismo, y con Defensor Sporting, el líder de la tabla que suma la temporada.
Pérez anda
En 30 segundos, medio minuto inicial, ¿entendés?, Peñarol ya había tenido dos jugadas de gol. Sí, dos distintas, no el rebote de la primera. Seguro que ese asterisco inicial no era la modificación del guion, sino el corazón del argumento del juego. A los 4 minutos registró otra jugada neta de gol –cabezazo de Ramón Arias– y mientras tanto ni idea de qué color tenía el buzo del golero Kevin Dawson.
Era casi infinita la superioridad carbonera; en el arranque mismo del partido, pero en su desarrollo inicial también. Un conjunto de variables entre las que se cuentan la superioridad individual, la maduración de este colectivo como equipo, el afinamiento de su preparación física, y, obviamente, las seguridades que otorga la más fantástica secuencia de triunfos en fila en lo que va de este siglo, eran las que volcaban la disputa decididamente para el equipo de Leonardo Ramos, quien hace exactamente 13 partidos atrás, todos estos que han pasado de marcha victoriosa en el Clausura, estaba prácticamente desahuciado como técnico de Peñarol, mientras en la directiva se discutía su continuidad. No me digan que no es muy loco, y poco usual, que un orientador y defensor de un proyecto sea sacado de los pelos y salvado in extremis de su cese y que a la vuelta de esa esquina gane consecutivamente 12 de los 13 partidos que juegue y obviamente se perfile hacia el título.
Mientras desarrollo esta argumentación ya van 25 minutos de juego y me han quedado sin anotar otras tres jugadas de gol de los mirasoles, que hacen pasar miles de brazos utilizados como visera en la colmada tribuna carbonera bañada por el sol a palancas verticales de casi festejo de gol. Las diferencias eran enormes, y lo que pudo haber sido una sorpresa a los 15 segundos o a los cinco minutos ya no lo sería en cada vuelta del minutero en los que se iba apoyando la historia del partido.
Hasta en el gol la tocó
Pero el fútbol es otra cosa, y a los 41 minutos se dio una jugada de 12 pases de esas que aparecen en las cadenas internacionales, y que llegó a pasar por Nicóla Pérez, terminó en la banda izquierda a la altura de salida del lateral zurdo, Diego Rodríguez, que avanzó como si fuese aquel 10 de Peñarol, aquel puntero izquierdo de la oro y negra, y combinó con Vega, que lo proyectó de nuevo al Zurdo, que anticipó a Quintana y tocó atrás para que Vega la mandara a guardar, poniendo el absolutamente impensado e inesperado 1-0 de River sobre Peñarol, bien al final de una mitad de partido que había sido dominado en juego por los aurinegros, pero ganado en resultado por River Plate, que entendió que debía llegar con el 1-0 al vestuario.
A sol y sombra
Más de lo mismo en el segundo tiempo, ahora con sombra. Peñarol salió con todo en busca de su gol, y Nicola Pérez volvió a mostrar una gran solvencia.
River mantuvo una idea que en la primera parte apenas la había mostrado como un croquis de juego: tratar de conservar la pelota con toques cortos, y así, ante el natural aceleramiento de Peñarol, pudo tener la pelota un poquito más.
A los 19 del segundo tiempo, justo cuando el técnico darsenero Pablo Tiscornia había dado ingreso a Mathías Saavedra en sustitución de Juan Manuel Olivera, otra muy buena jugada de costa a costa, con progresión ordenada, terminó en un esforzado juego a pivot del delantero para Nicolás Rodríguez, que metió un centro pasado y justo para que el coloniense Facundo Boné venciera a su coterráneo Dawson poniendo el redobladamente impensado 2-0.
La línea final riverplatense debió multiplicar su esfuerzo y redoblar su acierto ante los incesantes ataques de los aurinegros, que resolvieron una modificación estratégica de su forma de llegar al arco contrario dando ingreso al juvenil Darwin Núñez, Gastón Rodríguez y Mathías Corujo para jugar con dos torres por dentro y mucho juego por fuera. Esta vez no había Palacios en el horizonte de la victoria, y se notó.
Cuando faltaban siete minutos para el final, el árbitro Christian Ferreyra modificó una escena trascendente del espectáculo, equivocándose al sancionar un inexistente penal de Facundo Peraza, y Cristian Cebolla Rodríguez lo transformó en el gol del descuento para ponerle muchísima emoción al final del juego. Al final, ya con Deivis Barone entre el eficiente juvenil Agustín Ale y el experiente Williams Martínez, River –y Nicola– soportaron el resultado, y festejaron junto a los suyos la maravilla del fútbol, donde nunca hay resultado asegurado ni perdedor condenado. Eso es el fútbol, y por eso es divino.