Dos semanas después de que los planes de independencia fracasaran y el gobierno español aplicara el artículo 155 de la Constitución –por el que asumió competencias del gobierno regional y cesó a todos los miembros de la Generalitat–, el independentismo empieza a reconocer que quizás el terreno no estuviera preparado para lo que pretendían llevar adelante.

La primera en hacer declaraciones al respecto fue la ex ministra de Enseñanza catalana Clara Ponsatí, quien desde Bruselas explicó el domingo, en una entrevista radial, que el gobierno del cesado presidente Carles Puigdemont “no estaba preparado” para aplicar la declaración unilateral de independencia. “No tuvimos en cuenta la fuerza del nacionalismo español, que estaba dormido y se comporta de forma antidemocrática y en ocasiones violenta”, argumentó.

Otro ex ministro catalán, Antoni Comín –que fue titular de Salud–, dijo, por su parte, que el gobierno de Puigdemont no estaba preparado para asumir la independencia hasta las últimas consecuencias. Según manifestó ayer, en su opinión, “la independencia que sólo se puede hacer de manera pacífica requiere un trayecto más largo” y “esfuerzos más grandes”. A modo de autocrítica, Comín admitió además que “quizá se insistió demasiado en aquellas cosas que sonaban mejor”, porque “así tenías a la gente más cohesionada”.

En la misma línea, el portavoz de Esquerra Republicana de Catalunya (ERC), Sergi Sabrià, aseguró el lunes que la Generalitat no estaba lista para “desarrollar” la república catalana. Agregó que si no se dio “continuidad” al resultado del referéndum independentista del 1º de octubre, fue por miedo a una reacción por parte de “un Estado autoritario sin límites para aplicar la violencia”. Ayer, el portavoz de este partido en el Congreso, Joan Tardà, fue más lejos y dijo que si no se logró la independencia fue porque “no hay una mayoría de catalanes que lo haya decidido”.

Algo similar afirmó el portavoz del Partido Demócrata Europeo Catalán (PdeCat), Carles Campuzano, quien explicó que aunque su formación no renuncia a incorporar el independentismo a su programa electoral, también asume que “va a necesitar más tiempo para reforzar las mayorías sociales en Cataluña que estén a favor de la independencia”.

El propio ex presidente catalán, líder del PdeCat, dio pistas de un posible cambio de estrategia. También desde Bruselas, Carles Puigdemont dijo el lunes al diario belga Le Soir que es “posible” una solución al desafío catalán que no sea la independencia. Responsabilizó del fracaso a los gobiernos del oficialista Partido Popular (PP). “He trabajado durante 30 años para obtener otro anclaje de Cataluña en España. Hemos trabajado mucho en eso, pero la llegada al poder del señor [José María] Aznar detuvo esa senda”, dijo Puigdemont, en referencia al dirigente del PP que presidió España de 1996 a 2004. A la vez, dijo que el origen de la crisis actual se remonta a 2010, cuando el Tribunal Constitucional declaró inconstitucionales varios artículos del Estatuto de Autonomía de Cataluña.

Aun así, Puigdemont insistió en que está dispuesto a aceptar “la realidad de otra relación con España” y abrió así la puerta a un posible acuerdo con el gobierno del presidente español, Mariano Rajoy.

Por el momento, la única formación independentista que no modificó su posición es la Candidatura de Unidad Popular (CUP), que insiste en que la república está en marcha y que su propósito es que se pueda implementar después de las elecciones del 21 de diciembre. Esta semana, el diputado Benet Salellas reafirmó la postura de la CUP al asegurar que su partido dedicará la campaña electoral a “defender todo lo que ha pasado en los dos últimos meses” –es decir, los resultados del referéndum del 1º de octubre y la declaración de independencia–. De hecho, la formación ya adelantó que no incluirá en su programa electoral la celebración de un nuevo referéndum, porque considera que eso sería volver a “la casilla de salida” del proceso independentista.