Los 27 puntos del equipo de Ramos, cuando quedan 18 en disputa, lo hacen ver como un firme candidato a la pelea del campeonato, aunque parecería que los cinco que le lleva a Defensor extenderán la definición hasta más adelante en el torneo.
Te venden un buzón
El desconocimiento suele ser primo hermano de la subvaloración, y eso en las contiendas deportivas puede agregarse como una variable escondida que modifica la idea de partido ni bien se comienzan a ver las primeras líneas de acción. Así como el gol es el cambio táctico más importante y más notorio en un partido, el desconocimiento de la potencialidad de uno de los contendientes puede traer aparejado cambios en el esperado desarrollo de este. Esto es más viejo que el estadio Centenario.
Muchos periodistas ven dos veces por temporada a los rivales de Peñarol –lo mismo pasa con los de Nacional– y entonces hacen ligeras evaluaciones previas de sus capacidades, y se proyectan escenarios de absoluta precariedad científica o técnica en los que siempre, o casi siempre, el rival de Peñarol, o de Nacional, siempre llevará todas las de perder; sus referencias serán aquellos valores que a su vez hayan jugado en uno de los dos cuadros grandes o hayan tenido participación en alguna selección. En esa proyección previa tendrán muchísimo peso la historia del rival y su posición en la tabla. Entonces, el encuadre masivo y popular del encuentro, legitimado por el discurso fácil y liviano de esos especialistas, determinaba que Peñarol ganaría sin problemas, que no tendría mayores inconvenientes.
Claro, el juego después diría otra cosa, porque los de la IASA, que bien saben cómo juega Peñarol, de forma colectiva e individual, desarrollarían sobre el campo de juego la idea del director técnico Gustavo Bueno, bien plasmada por los naranjitas, que compusieron un equipo apretadito y muy concentrado para anular las virtudes del equipo de Ramos, además de tener fuerza e ideas como para tratar de dar el golpe.
Así fue el inicio del partido, así fue medio partido, el del primer tiempo, en el que Peñarol no pudo imponer ni su juego por los flancos, ni su peso aéreo ofensivo, ni su solidez de media cancha. Los centrales de la IASA estuvieron atentos, firmes y rápidos, y estuvieron acompañados por Sergio Felipe, esta vez de lateral derecho, que sumó su juego de zaguero en el área, y Gianni Rodríguez, que asfixió cualquier intento de Fabián Estoyanoff.
Goles son amores
Está claro que con unos ajustes, con un repaso de ideas, con las cosas más claras, el partido podía cambiar, como cambió a los tres minutos de la segunda parte, cuando, tras un par de llegadas por fuera, Diego Rossi, desde la izquierda, mandó una pelota azucarada para el rosarino Maximiliano Rodríguez, que, con un cabezazo de pique al suelo venció a Rolero y puso el 1-0 para Peñarol.
Ese temprano gol de los aurinegros cambió la cosa, pero no para Peñarol, sino para Sud América, que en cinco minutos puso a Peñarol contra su arco y, después de dos o tres situaciones de peligro, hizo que el salteño Ruben Bentancourt, con un zurdazo en el área, empatara el partido.
Las novedades seguirían casi de inmediato, cuando en un ataque que no parecía que sería tan peligroso, la pelota derivó en Maxi Rodríguez, que en su control y enganche terminó habilitando a Lucas Viatri; este, cayéndose, llegó a pegarle fuerte para vencer a Rolero y anotar el 2-1.
Seguro que de ahí en más ya no sería lo mismo para los buzones, porque no es changa reaccionar una y otra vez contra Peñarol, y menos contra el perfecto de todos los partidos ganados.
Le costó mucho más este nuevo round en desventaja a Sud América, no por superioridad de juego de los carboneros, sino por la incomodidad del resultado, pero aun así Bentancourt creyó, confió en sus posibilidades, acechó a Fabricio Formiliano, se la robó y venció irremediablemente a Dawson poniendo el 2-2.
El partido, otra vez equilibrado en el marcador, empezó a ser más una asociación de hechos fortuitos que la consecuencia de juego secuenciado y pensado.
Porque el tercer gol no sería fortuito –entró limpito el remate penal del casi recién ingresado Cristian Palacios–, pero sí hay algo de aleatorio en la sanción de la pena máxima, en la caída de Estoyanoff con su conocido acting, en el topetazo de Sergio Felipe, acción y reacción que terminó con un nuevo gol del Yesquero Palacios.
Después, otra vez ida y vuelta, nervios, y la experiencia de sostener un resultado que no es nada raro si se tiene en cuenta que en todos los partidos del campeonato lo ordinario, lo normal, es que Peñarol gane. Y ganó.