Decidme si en la boca tenéis un rumoroso colmenero | Alfonsina Storni
Pancartas de telas floridas escupen consignas feministas. En el medio de la carpa, una pila de tarros reciclados y palos de formas y colores diversos reposan a la sombra. Cuando llegue la hora pautada vibrarán enérgicamente al son de los cánticos, que repetirán, una y otra vez, “¡Cuidado, cuidado usted, machista, América Latina va a ser toda feminista!”. Desde el jueves 16 al sábado 18 de noviembre en Uruguay, en el marco de la Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo, mujeres de todo el continente –en particular, delegadas de la Marcha Mundial de Mujeres (MMM)– se reunieron a discutir e intercambiar junto con otras organizaciones sociales mixtas, sindicatos y organizaciones estudiantiles. Algunos de los ejes temáticos abordados fueron la precarización del trabajo migrante; la soberanía e integración de los países del continente; el daño que hacen al ecosistema las multinacionales y el modelo económico extractivista; los tratados de libre comercio y la militarización. Algunas de las mujeres participantes contaron sobre los principales desafíos que creen que atraviesa la lucha feminista en sus respectivos países. Sus diversos y ricos relatos, cosidos como una colcha de retazos, pueden ayudar a comprender alguna cosa de esta realidad compleja y caótica, en la que las mujeres desean empoderarse y salen a la escena política a denunciar la violencia contra sus cuerpos, reclaman su lugar, dicen lo que piensan y proponen alternativas.
Laura tiene 24 años. Parece una chiquilina cualquiera, pero no lo es. Es una descendiente del pueblo lenca, aquel que resistió hace 500 años la colonización europea. Hoy resiste, nucleado en el Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras, los desplazamientos forzados y la destrucción de sus tierras ancestrales. Laura es hija de la luchadora indígena hondureña Berta Cáceres, asesinada por paramilitares en marzo de 2016, con la complicidad del actual gobierno, protector de los intereses del capital nacional y multinacional en el país, en contra de los cuales su madre luchó incansablemente.
“La sociedad hondureña actual es el producto del golpe de Estado de 2009 [contra el presidente Manuel Zelaya] y de la militarización”, afirmó. Para ella, sería imposible sostener esa sociedad violenta y militar sin la “masculinización”. Es decir, sin la legitimación del poder masculino. “La mujer es el trofeo, el sujeto de castigo o la propiedad sobre la que se yergue todo su poder sobre los demás”, subrayó. Para Laura, cuando las empresas extractivistas se instalan y destruyen los territorios con las formas de vida que albergan, empiezan también a abusar del “territorio-cuerpo de las mujeres”. Se dispara la violencia y se traduce en un aumento de la prostitución –o el surgimiento, en donde antes no había–, en más femicidios y en la precarización del trabajo. Las mujeres de la comunidad que viven en los bosques son expulsadas a los cinturones de pobreza de las grandes ciudades, donde son explotadas en las maquilas. “Se refuerza la idea del cuerpo de las mujeres como objeto de consumo, como algo desechable”, sintetizó.
Isabel Sáenz, de 57 años, es delegada de MMM de Guatemala, que nuclea a 33 organizaciones de mujeres. Al igual que Laura, cree que el mayor desafío para las mujeres, actualmente, es la defensa del “territorio cuerpo-tierra”. “Las transnacionales están implementando la siembra de palma aceitera. Para eso están talando los bosques, contaminando los ríos, provocando ecocidio en mesoamérica”, denunció. Para la militante guatemalteca, es necesario generar “alternativas de reexistencia” que implican “recuperar prácticas y conocimientos de nuestras ancestras” para generar soberanía alimentaria. En ese sentido, señaló que es fundamental “el cuidado del agua, de las abejas y de los bosques, para garantizar la alimentación de nuestros pueblos”. También hizo hincapié en que la solución que proponen es retomar la organización colectiva del trabajo.
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En otros países del continente, los gobiernos han impulsado reformas legislativas en conjunto con movimientos sociales. Persiguen la erradicación de la desigualdad y la violencia a las que son sometidas las mujeres. Sin embargo, no es tan sencillo.
Alejandra, de 47 años, integrante del colectivo Tinta Violeta y de la MMM, expresó que en su país, Venezuela, el reto principal es dar el cambio cultural que posibilite “que las conquistas en lo legislativo y las políticas públicas destinadas a las mujeres no sean sólo en el papel”. Aseguró que los logros “de la revolución” se enfrentan con barreras culturales que generan retardos en los procesos. Para ella, la resistencia de la sociedad, que reproduce los prejuicios, constituye el principal obstáculo para la emancipación de las mujeres venezolanas. A modo de ejemplo indicó que, por ley, todos los funcionarios públicos y los textos escolares deben hablar con lenguaje inclusivo. “Sin embargo, hasta que las maestras no lo asuman y vean su necesidad real, van a seguir dando clases sólo en masculino, y diciéndoles a los niños y a las niñas que el plural masculino nos incluye a todos y todas, cuando no es así”, aseveró.
Dijo que su colectivo, mediante el proyecto Amada, Superando la Cultura Machista, trabaja en la difusión, reflexión y acción del feminismo desde las intervenciones culturales. “Estamos realizando una serie de laboratorios creativos dirigidos a profesionales de las artes: cineastas, artistas plásticas, músicas, bailarinas, etcétera”. Allí hablan de la violencia hacia las mujeres y tratan de deconstruir los discursos sexistas y misóginos. “El sistema reproduce 24 horas al día, todos los días, los 365 días del año, la violencia hacia la mujer. Entonces, si nosotras hablamos unas horas intentando generar conciencia y luego los asistentes van al cine a ver una película que reproduce los valores del amor romántico y la idea de que los celos son amor, no cambiaremos nada”, concluyó.
En Cuba sucede algo similar, según contó Yarisleidis, de 41 años, militante del Partido Comunista de su país. Destacó el papel que ha llevado a cabo, desde el triunfo de la revolución, la Federación de Mujeres Cubanas, que introdujo a la mujer en el panorama social en la isla, y lleva adelante desde los 60 sus reivindicaciones colectivas. “Hemos alcanzado varias conquistas. 49% de los miembros de la Asamblea Nacional del Poder Popular son mujeres. 65% de la fuerza profesional también. Estamos incluidas en la sociedad”, remarcó, orgullosa, Yarisleidis. Sin embargo, aceptó que se mantienen los roles domésticos tradicionales. En ese sentido, reclaman que se reconozca aun más el papel de la mujer, ya que estas mantienen la doble jornada: luego del trabajo vuelven al hogar a cuidar a los hijos. “Los trabajos de la casa aún recaen sobre la mujer”, lamentó.
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Otras voces de este relato de algunas luchas que llevan a cabo las mujeres latinoamericanas organizadas en la actualidad parecen venir, lisa y llanamente, del oscurantismo medieval. Cony, de 30 años, cree que el principal reto de las mujeres paraguayas es luchar contra el fundamentalismo que avanza desde el Estado, la iglesia católica y la evangélica. “Hay un retroceso muy grande. Se quiere quitar de circulación todo lo que hable sobre la cuestión de género, de paridad o igualdad. Todo bajo la premisa de que se trata de una ideología mundial de género marxista que busca eliminar a la familia”, sostuvo.
La militante feminista, integrante de la MMM, hizo referencia a que en setiembre de este año el ministro de Educación paraguayo, Enrique Riera, ordenó quitar todos los materiales digitales e impresos que hablaran sobre género. Estos habían sido aprobados por el gobierno anterior, para utilizarlos como material pedagógico.
Cony aseguró que en su país se asesina, en promedio, a una mujer cada cuatro días, y regularmente niñas de entre diez y 14 años –la mayoría de las veces, víctimas de violación– son obligadas por el Estado a parir. Contó que son internadas y aisladas en albergues, durante el tiempo que dure su embarazo. Así, el aparato institucional garantiza que no puedan abortar. “La Secretaría Nacional de la Niñez y la Adolescencia es la que les da la venia a esos hogares, donde las niñas-madres, después de tener el hijo o la hija, son abandonadas a su suerte”, apuntó.
También señaló que otro tipo común, conocido y grave de violencia hacia las mujeres en Paraguay se da en el campo, y tiene que ver con las fumigaciones y los transgénicos. “Envenenan a las mujeres. Fumigan encima de sus hogares y contaminan el agua. Los niños y niñas nacen con malformaciones y tienen enfermedades en la piel, por los tóxicos”, explicó.
Corina, de 35 años, dijo, por su parte, que en Chile también se observa un avance conservador sobre el cuerpo de las mujeres; viene acompasado con la ofensiva neoliberal y del capital transnacional. Según la delegada de la MMM-Chile, “hay una arremetida de una moral oscurantista y conservadora contra las mujeres, para exaltar nuestro rol de madres, porque el capital necesita del cuidado y la reproducción de la mano de obra”. Criticó la ley de aborto por tres causales, aprobada por el Parlamento chileno en setiembre de este año. “Ahora es ilegal y está criminalizado entregar información a las mujeres que deseen abortar, ya que sólo el Estado tiene el poder de hacerlo”, denunció.
Quizá uno de los países que evidencia el más fuerte y notorio retroceso en materia de derechos para las mujeres y las minorías, así como un mayor avance conservador y neoliberal en la región, es la nación más grande y poblada de América Latina. Brasil, desde el golpe institucional que destituyó a Dilma Rousseff en 2015, “ha avanzado en la aplicación de políticas neoliberales, con la consecuente reducción del Estado, que ha destruido las políticas sociales del gobierno anterior”, opinó Conceição, de 46 años, delegada de la MMM.
La feminista brasileña consideró que el conservadurismo tiene una penetración muy fuerte en las comunidades, mediante la religión. Sostuvo, además, que las iglesias católicas y evangélicas, cuando las mujeres concurren a denunciar violencia, les dicen: “Si tu marido te pega es porque está con el diablo, pero vamos a orar, que el diablo va a salir de él; cálmate, porque el tiempo de Dios no es el tiempo de los hombres, todo va a estar mejor”.
La solución que han encontrado para enfrentar esto es hacer lo mismo que las iglesias. “Si ellos se organizan en las comunidades, nosotras también. Y hablamos sobre cuánto la religión está perjudicando la vida de las mujeres”, indicó Conceição. “Si juntamos en un país capitalismo salvaje y neoliberal, conservadurismo y fascismo de la iglesia y patriarcado, no surge otra cosa que el avance del poder violento de los hombres sobre las mujeres. Y cuando ellos piensan que tú eres de su propiedad, pueden hacer cualquier cosa... Incluso matarte”.
Verónica Pellejero