No es fácil el desafío al que se enfrentan los movimientos sociales, culturales y políticos desde que Donald Trump se convirtió en el presidente de Estados Unidos. Para conocer la visión de alguien que vive la situación desde adentro, la diaria conversó con Cindy Wiesner, coordinadora nacional de la Alianza Popular por la Justicia Global, una red que engloba a más de 60 organizaciones estadounidenses. El trabajo de esta alianza se centra en tres ejes: contra la militarización y la guerra, contra el cambio climático y contra la crisis económica. Todo esto, atravesado por una visión de “justicia de género” y “feminismo”, según sostuvo la líder de una organización que además integra el movimiento Marcha Mundial de Mujeres. Esta mezcla de experiencias trajo a Wiesner a Montevideo, hace un par de semanas, para participar en la Jornada Continental Antiimperialista convocada por el PIT-CNT.

–¿Cuál es la situación actual del movimiento de mujeres en Estados Unidos, a un año de la elección de Donald Trump como presidente?

–Obviamente el movimiento se ha levantado de manera muy fuerte. Ha habido una resistencia permanente por parte del pueblo norteamericano y se ha visto una ola muy grande de jóvenes, de mujeres y de gente afectada por las políticas del presidente. La primera fue, sin dudas, la Marcha de las Mujeres, que tuvo lugar el día después de las elecciones. Miles y miles de personas se unieron en Washington DC y en más de 60 ciudades del país. La gente se unió porque supo lo que implicaba que este hombre racista y sexista llegara a la presidencia de Estados Unidos. Trump se ha aliado con la derecha religiosa, particularmente con los evangélicos, que tienen una agenda en contra de cualquier derecho sexual y reproductivo. Desde que llegó a la presidencia, ha habido recortes en los servicios de salud a los que accedían personas de bajos ingresos, servicios que antes eran gratis o de bajo costo. También ha habido un ataque frontal contra el programa llamado Planned Parenthood, que brinda servicios vinculados a los derechos sexuales y reproductivos a millones de mujeres, particularmente a afrodescendientes y latinas, además de la posibilidad de acceder a procedimientos como mamografías y chequeos ginecológicos. Los republicanos quieren destruir esta organización, sobre todo porque sostienen que provee abortos y no tiene estándares éticos. Definitivamente el derecho de las mujeres en términos de acceso a la salud ha sido un blanco grande de la administración Trump. Otro ejemplo es que una de las críticas de los republicanos para terminar con el Obamacare es que provee estos servicios de salud. No les importa que millones de personas se queden sin seguro médico o se mueran.

–Usted decía recién que, además de mujeres, otra “gente afectada” por las políticas de Trump impone su resistencia al gobierno. ¿A quiénes se refería específicamente?

–Cada día, el régimen de Trump ataca a una comunidad diferente. Ayer fueron los musulmanes, mañana serán las personas con discapacidad, la próxima semana serán los ancianos o los niños y niñas que necesitan ayuda para ir a la escuela. También hay un ataque diario a la comunidad LGBT, a los latinos, a los inmigrantes. Su visión es desequilibrada, caótica y regresiva, por decir algo. La discriminación, el racismo, la xenofobia, la misoginia y la explotación existen en Estados Unidos desde la fundación del país, pero ha habido avances en los derechos de las mujeres, en ciertas protecciones laborales, en el acceso a los servicios básicos, y lo que se está viendo con Trump es que está tratando de revertir todos los avances que han sido ganados por los movimientos históricos y recientes. Claro que no fue una sorpresa, porque en su campaña Trump fue claro en cuanto a que era antiinmigrante, antimusulmán y machista. Sabíamos que eso existía en el pueblo norteamericano, pero la victoria de alguien como Trump confirmó que tenemos un reto mucho más grande del que pensábamos. Hay un sector muy grande de la población estadounidense –al que yo llamo la “alianza blanca”, que incluye desde la clase obrera hasta la clase de patrones y la clase media–, que se unió para votar y apoyar a la política de Trump. Su elección es, en definitiva, un reflejo de lo que es hoy en día la sociedad estadounidense.

–Uno de los ejes en los que trabaja su organización es la lucha contra el cambio climático. Justamente, una de las primeras medidas que anunció Trump al llegar a la Casa Blanca fue que se retiraba del Acuerdo de París. En este escenario, ¿qué alternativas encuentra para combatir este fenómeno?

–Nosotros hemos organizado a comunidades golpeadas por la crisis climática. Estoy hablando de los indígenas en particular, porque no es accidental la zona que eligen para crear los oleoductos, hacer las centrales nucleares o desechar todos los residuos tóxicos. Están en los barrios más pobres, que usualmente son habitados por las comunidades migrantes o afrodescendientes. Nosotros organizamos a estas comunidades, que han luchado en contra de la instalación de estos establecimientos. Por ejemplo, llevamos a sus líderes a la cumbre [de Bonn, celebrada los primeros días de noviembre] donde se dan las negociaciones. Tenemos bien claro que la crisis climática está muy entrelazada con la crisis económica y hay muchas cuestiones del mercado de carbono. Muchos dicen que la solución pasa por ponerle precio al aire, al agua o a la tierra, y nosotros sabemos que no. Debemos cortar las emisiones de carbono desde donde empiezan. Porque si no hay compromisos ambiciosos por parte de los países, y particularmente de Estados Unidos y Europa, vamos a llegar a un nivel de crisis tal que el calentamiento global va a extinguirnos. Por eso es que estamos tratando de poner mucha presión a nivel internacional para ir más allá de los Acuerdos de París, para llegar a 1,5 centígrados [de calentamiento global], el límite. Lo que estamos tratando de hacer es brindar educación, ejercer presión, hacer acciones para generar conciencia. Una muestra de esta voluntad de ir más allá de la decisión del presidente es que más de 230 alcaldes, concejales y gobernadores mostraron su resistencia a Trump en Bonn y dijeron que querían buscar maneras de implementar el acuerdo.

–La alianza que usted integra también se planta contra la guerra. ¿Qué opina, por ejemplo, de la actual tensión de Estados Unidos con Corea del Norte?

–Estados Unidos, incluso bajo el gobierno de [Barack] Obama, siempre ha tenido un historial de guerra, intervención y bombardeo. Lo que vimos en los primeros meses fue que Trump mandó bombas a Siria y después detonó en Afganistán la bomba más grande, sin que hubiera una razón. Es un hombre muy peligroso, porque no tiene criterio al tomar sus acciones. Lo que da miedo y mucha preocupación, no sólo en el pueblo estadounidense sino a nivel global, es que este hombre tenga el poder de empezar una guerra nuclear. Cuando se saca el tema de la investigación [sobre la injerencia] de Rusia [en las elecciones], cuando se lo critica por la situación económica o porque no ha podido pasar ninguna ley en el Congreso, empieza a hablar de la guerra y de la amenaza que implica Corea del Norte. El viaje que hizo a Asia hace unos días, de alguna manera, fue para buscar aliados para atacar. Mucha gente está convencida de que va a haber algún tipo de agresión a Corea del Norte, y eso es muy preocupante.

–¿Considera que todo esto estaría pasando si hace un año Hillary Clinton hubiera ganado las elecciones?

–Creo que tenemos que tener bien claro que Hillary Clinton es pro guerra y, en muchos temas, es solamente más diplomática. Creo que el movimiento que generó Bernie Sanders, la movilización de quienes están detrás de Black Lives Matter o de los jóvenes indocumentados han estado presionando al Partido Demócrata. Hay que ser claros: el Partido Demócrata no ha abogado por la gente que ha sido más afectada por estas leyes injustas [que castigan a los afrodescendientes o a los indocumentados]. Pero me parece que con Hillary definitivamente no habría este nivel de caos e inestabilidad. El trauma que generó Trump en la comunidad migrante, los musulmanes o los indocumentados es muy fuerte. Es el miedo y la incertidumbre de no saber qué es lo que va a pasar. Con la política y la práctica de Trump creo que estamos ante un peligro más grave, no solamente para el pueblo norteamericano, sino para el mundo entero.