La temporada 2017 terminó de la mejor manera para el Club Atlético Progreso, con el ascenso a Primera División. El club de La Teja festejó sus 100 años en abril jugando en la B, pero logró el objetivo de subir a la A. Carlos Canobbio, capitán del equipo, charló con la diaria de los festejos del ascenso, del significado de ser el capitán del club que ama, de la infancia y del barrio que lo vio nacer. También habló de su hermano, Fabián, quien jugó con él, pero ahora desempeña otro rol en Progreso: es el presidente.
¿Cómo fue tu infancia en La Teja?
-Mi vida fue toda ahí, en las calles Elbio Fernández y Dionisio Coronel, donde nos criamos con mis abuelos. Mi abuela falleció hace unos años, pero mi abuelo aún está vivo, tiene 90 años. Fue una infancia como las que ahora no se ven mucho: nos juntábamos en el barrio con amigos a jugar al fútbol en la calle. A las cinco, cuando salíamos de la escuela, mi abuela me esperaba siempre con el licuado y el refuerzo, para después ya salir a jugar a la calle o llevarme al baby fútbol de Progreso, en la canchita de allá abajo. Tengo unos hermosos recuerdos, siempre mano a mano con mi hermano, que hemos estado muy unidos toda la vida. Jugábamos a la bolita, a la escondida, de todo.
¿Se imaginaban que iban a lograr tantas cosas con Fabián en Progreso?
-Cuando uno es chico siempre sueña con llegar a jugar en Primera, eso sí. Cuando Progreso salió campeón uruguayo en 1989, en el Parque Palermo, estábamos ahí detrás del alambrado, y soñábamos con entrar a la cancha, pero no sé si nos pasaba tanto esto por la cabeza.
¿A qué edad llegaste a Progreso?
-Yo me inicié en Progreso a los seis años. Más allá de que después me tocó irme a jugar a España y a Grecia, he estado toda mi vida en el club. Siempre que volví estuve en el club, vinculado a Progreso y al barrio. Ahora vivo en Solymar, pero mi corazón está en La Teja: los que me criaron siguen ahí.
¿Cómo vivió tu abuelo el ascenso a la A?
-Esa semana anduvo con problemas de salud y no pudo ir a la cancha. Tiene 90 años y pasa muchos nervios. Había estado en las semifinales con Central Español y ya el corazón no está para estos trotes. El último partido lo vio desde la casa, por la tele, y estaba muy contento, muy emocionado. En el ascenso de 2012 habíamos jugado juntos con Fabián, y en ese sí estuvieron él y mi abuela, que fue la que nos llevó a todos lados. A ellos dos les vamos a estar agradecidos siempre: fueron los que nos iniciaron en esta carrera.
¿Qué recuerdos se te vinieron a la cabeza cuando terminó el partido?
-Es increíble. Estar en el cuadro que me vio nacer, vincularme con mi barrio y todavía que se den estos objetivos es increíble. A mí me tocó vivir el ascenso de 2001, de 2012 y este, de 2017. Que esté mi familia, que justo el año del centenario de Progreso mi hermano sea el presidente, el ascenso, es todo muy emocionante y la verdad que todavía no he caído. La gente que me conoce de chico me sigue escribiendo, me manda sus saludos, y esas cosas son las que me llenan el corazón. Me acuerdo de amigos que hoy ya no están por diferentes circunstancias de la vida, o porque murieron o porque se han ido del país. Dos millones de cosas se me vienen a la cabeza; lo que sí queda intacto es la felicidad y el orgullo de lograr el ascenso con el cuadro de mis amores.
¿Cuál de los tres ascensos disfrutaste más?
-En 2001 era muy gurí. El que más disfruté fue el de 2012, porque lo viví con mi hermano adentro de la cancha. El año había sido muy duro, él había tenido una lesión y lo habían operado. Había estado en Fénix y también había tenido una lesión en la costilla. Todos ven cuando uno festeja y disfruta, pero antes de todo eso pasan pila de cosas que nadie sabe. También me quedo con este ascenso, porque ser el capitán del club que amo, ascender en los 100 años de Progreso y que mi hermano sea el presidente para mí es como haber salido campeón del mundo.
Vos también sufriste varias lesiones bravas.
-Sí. Tuve una operación de los ligamentos cruzados en 2001 y después en el primer semestre, cuando subimos a la A en 2012, en el último partido me rompí el ligamento cruzado de la otra pierna, pero la verdad que ahora no siento nada, tengo las rodillas impecables. Tuve la suerte de haberme recuperado con Walter Ferreira, que era una eminencia en ese tema. Tengo casi 36 años y no siento nada más allá de algunas sobrecargas musculares, que se deben a los años de carrera y a que cuesta un poco más recuperarse. Todavía tengo muchas ganas de seguir adelante y de seguir disfrutando con Progreso.
¿Cómo es tu hermano como presidente?
-Como en su vida. Es una persona honesta, siempre está con nosotros. Es difícil ver un presidente que esté todos los días en la cancha. Desde el primer día que agarró como presidente estuvo en el club, día a día; te lo puede decir cualquier compañero. Está para lo que necesitemos y además se ha rodeado de muy buenos dirigentes, de gente que aporta mucho. Todo eso es gracias a la buena persona que es él y por su honestidad.
¿Qué aprendiste de tu paso por Europa?
-Como experiencia futbolística fue muy buena. Lamentablemente estamos lejos en la infraestructura, y eso que no me tocó jugar en equipos de primera división. Fue hermoso, más allá de que no estuve en el fútbol de elite. Estuve tres años en España y uno en Grecia. La verdad que disfruté mucho, fui con mi familia y pasamos bárbaro. Me fue bien y dejé muy buenos amigos.
Volviendo a Progreso: ¿qué importancia tiene el club en la vida social del barrio?
-Si vas a la cancha, te das cuenta. Eso es Progreso. Gente trabajadora, volcada al club. Es un barrio humilde, de gente muy laburadora. Cuando el club lo necesita, la gente está; es impresionante. Vivirlo desde adentro y ver cómo llenan las tribunas es increíble; todo el barrio anda en la vuelta, y además nos conocemos de toda la vida.
¿Cómo sigue tu carrera?
-Mi idea es seguir jugando, me siento muy bien. Además, estoy haciendo el curso de entrenador, así que voy a seguir con eso también. Hay que perfeccionarse.
¿Qué balance hacés de la campaña de Progreso?
-El balance es positivo. En el primer semestre no nos fue tan bien, pero una vez que llegó el nuevo cuerpo técnico el estilo de juego que impusieron le cambió la cara al plantel. Vinieron muy convencidos y la planificación de trabajo que trajeron la hicieron llegar de buena manera. En todo momento entendimos cómo había que entrenar y cómo había que jugar. Al principio costó, pero le agarramos la mano y se dio un contagio entre todos. Y anduvimos muy bien en la segunda parte del campeonato.
¿Cómo te imaginás en 2018?
-Deseo que nos vaya bien, claro. Es otra divisional, y no digo que sea fácil jugar en la A, pero tener canchas mejores, otros pisos, es una tranquilidad. Está clarísimo que cuando arranquemos a entrenar lo primero que tenemos que hacer es pensar en salvarnos del descenso, ese tiene que ser el objetivo principal. Después, lo que venga bienvenido sea. Nos va a costar la adaptación, pero con el correr de los partidos ojalá nos afiancemos.
-¿Ser el capitán te genera una responsabilidad diferente?
-La responsabilidad es en todo ámbito de la vida, y no sólo adentro de un vestuario. No tengo un compromiso con nadie, el compromiso lo tengo conmigo mismo. Yo lo que quiero es que el jugador que venga a Progreso se sienta bien, como en su casa, y viva y disfrute el club y el barrio.
De acá y de allá
Canobbio cumplirá 36 años el 7 de enero. Debutó en Primera División en Progreso y volvió al club de sus amores en varias ocasiones, pero en el medio también vistió las camisetas de Deportivo Colonia, Rentistas y Danubio en Uruguay. Su carrera en el exterior le permitió viajar por España y jugar en Cerro de Reyes, Onda y Olímpic de Xàtiva, mientras que en su pasaje por Grecia se desempeñó en el Makedonikos Neapolis.