Hace unas semanas, Martín Ligüera dijo basta. Con un talento innato, una visión de juego prodigiosa y un estilo único, el futbolista que arrancó en la canchita de Quilmes de Florida, su ciudad –aunque nació en Montevideo– decidió dejar de jugar en Nacional, el club de sus amores, para ser entrenador de la tercera división de la institución. La etapa de Ligüera como jugador se cerró con 37 años y una carrera de 21 temporadas en primera división, en las que el talentoso volante jugó, además de en Nacional, en Cerro, Defensor Sporting, Fénix, Mallorca de España, San Luis de México, Alianza Lima de Perú, Olimpia de Paraguay, Unión Española de Chile, Atlético Paranaense y Joinville Esporte Club de Brasil, y también en la selección uruguaya.
–¿Por qué decidiste dejar de jugar?
–Obviamente era una decisión que ya venía pensando. Sí estaba definida al 100% la decisión de dejar Nacional, porque sentía que no le podía dar al equipo lo que pretendía de un número diez. Creía que tenía que dar un paso al costado, fuera el resultado que fuera, porque la decisión ya estaba tomada. Se lo había comunicado a Martín [Lasarte] antes de los últimos partidos. Después estaba la posibilidad de seguir un año más, pero sentía que me estaba contradiciendo. Si me iba de Nacional para darle la oportunidad a gente más joven, me iba a ir a otro equipo a la misma situación. La propuesta de Alejandro [Lembo] de dirigir a la tercera –yo ya había terminado el curso y era algo que tenía pensado a futuro– me hizo darme cuenta de que era el momento de dar un paso al costado. Seguir jugando hubiese significado sólo jugar, porque yo ya había hecho todo lo que pensaba en el fútbol. No me iba aportar nada más. Ya no me sentía físicamente a tope como para darle soluciones al equipo. Un número diez de Nacional, con la historia que tiene el club, debe rendir. Sentía un desgaste que no me hacía estar al 100%, ni siquiera viniendo del banco. Sí estaba preparado para jugar en Nacional cuando surgió el desafío de volver. Después de ese Uruguayo Especial no me sentía preparado, a pesar de que anduve bien. No sabría qué hubiese pasado si no aparecía esa oportunidad de dirigir. Nacional me tira, seguir en el club también. Influyó que estuviera el Cacique, porque fue compañero en tres equipos distintos y es un amigo.
–¿Y en qué momento de tu vida llega esta posibilidad de ser entrenador?
–Por cómo estoy yo, que obviamente debo aprender cosas, trabajar con gurises jóvenes es lo indicado para comenzar mi carrera. No tengo apuro de nada. Trato de hacer las cosas seguro, como hice siempre. Tampoco fue que tomé la decisión enseguida, me tomé diez días. Ya sabía que mi hermano estaba trabajando en el club con juveniles y en el scouting de jugadores, entonces eso me iba a ayudar mucho porque conocía a los diferentes equipos.
–¿Qué balance hacés de tu etapa en Nacional, después de volver de Fénix?
–Fue el momento más disfrutable de toda mi carrera. Me agarró en el final. Mis hijos eran grandes y podían vivir lo que yo sentía, dieron la vuelta olímpica en el Parque Central conmigo. Hasta el último semestre me sentí muy bien futbolísticamente. Luego jugué muy poco y eso responde al rendimiento que estaban teniendo mis compañeros, y al mío, que no era acorde a lo que necesitaba Nacional. No hay misterios en esto.
–¿Pensás que vas a ser el último diez? Como dice la canción que te hicieron...
–Cada vez hay menos, eso está claro. Los equipos no lo buscan. Somos un país netamente vendedor y en Europa se juega siempre por afuera y con velocidad. El diez con pausa en Europa no juega. Es una realidad. Sin embargo, al hincha uruguayo y a los técnicos les gusta ese tipo de jugadores. Un diez tiene que tener buena pegada, visión de juego, hacer goles, es importante que pise el área. Pero es difícil jugar en esa posición delante de los volantes, porque todos los equipos paran dos volantes centrales y hay menos espacio. Dentro de mi equipo me gustaría tener un jugador así, que dé una pausa.
–¿Cómo imaginás esta nueva etapa?
–Me imagino lo mejor, como siempre hice. Voy a ser el mismo que fui como jugador. Iré de frente. Capaz que alguna vez no gustan las cosas, pero diré lo que siento. Los que definen son los jugadores. Los entrenadores les podemos dar –ya hablo como entrenador [ríe]– un orden, una forma de convivencia, pero después, adentro de la cancha, los que juegan son los futbolistas. Voy a aplicar un sentido de pertenencia del lugar en el que estamos, soy muy respetuoso de eso. Me gusta que la camiseta no esté en el piso, que se cuiden los detalles en los lugares donde entrenás, donde convivís. Me gusta no dejarlos pasar porque empezás a sentirte parte del lugar donde estás. En lo futbolístico me gustaría intentar salir jugando cuando se puede, presionar arriba, y obviamente no olvidarnos de ganar. En el fútbol hay que ganar, y más en Nacional, pero vamos a respetar siempre la historia del club.
–¿Qué implica dirigir una categoría previa a la primera división?
–La tercera de Nacional va a implicar preparar a un jugador para que juegue en primera. Acercarme lo más posible a la categoría grande, para que estén preparados para cuando les toque estar. A los de la cuarta los voy a tener toda la semana, y los que están en primera y bajen tendrán para aportar. Igualmente hoy el formato de la tercera de Nacional es distinto, porque está más pensado como una reserva. No es un plantel con jugadores de primera. Hay buenos valores y muchos van a jugar la Libertadores sub 20, y tengo bien identificados los que suben, las características que tienen.
–¿Te dio para mirar para atrás en estos últimos años de tu carrera? Jugaste en muchos lugares: España, México, Chile, Perú, Paraguay y Brasil...
–Hacía tiempo que estaba mirando para atrás, sobre todo después del Uruguayo Especial. A nivel internacional ya vi que no podía llegar. Vi que esto iba quedando por acá. Ese campeonato fue el broche a mi carrera, a pesar de que seguí un año más. Dejé la vara bastante alta [ríe]. Cuando miraba para atrás veía que había logrado todos los sueños que me propuse en el campito de Florida. Eso me deja satisfecho y feliz de la carrera que hice. Después hay matices, como que podía haber hecho un poco más en algún lado. Mi sueño cuando era chico era jugar en la selección uruguaya y salir campeón con Nacional. Arrancando desde ahí, todo lo otro es agregado. Viví 20 años de lo que me gusta y por eso digo que soy un privilegiado.
–¿Y del exterior qué cosas quedan?
–De las vivencias en el exterior me queda haber vivido en seis países distintos, tener un hijo brasileño y otro chileno. Cada país tiene su cultura y su fútbol, y vos tenés que acomodarte y eso está bueno. Fue muy enriquecedor para mí y mi familia. Si me tengo que quedar con algo es con Santiago de Chile, por la ciudad y por el fútbol. Yo lo pongo en un todo, hago un combo: familia y deporte. Y ese fue el lugar donde me sentí más completo.
–¿Qué pensás de los reclamos del colectivo #MásUnidosQueNunca?
–No tuve el protagonismo que tuvo el Coco Esteban Conde, que fue el que estuvo al firme. Si bien yo estaba interiorizado tenía un tema familiar que prioricé, y lo dejé claro de arranque. Pero me pone feliz que se haya logrado algo a fuerza de empuje y de convicciones. Lo que se pedía estaba perfecto. No puede ser que el fútbol uruguayo esté tan mal. Que haya vestuarios en los que se cambian los titulares y los suplentes esperan afuera porque no entran todos. No puede haber tanta diferencia entre Nacional y Peñarol con los otros equipos. En la gran mayoría de las cosas, el fútbol uruguayo sigue siendo igual que hace 20 años. Lo único que mejoró fue el piso de las canchas.
–¿Esas características condicionan el juego de los futbolistas uruguayos?
–Sí, claro. El uruguayo tiene rebeldía ante la adversidad. Y por eso los futbolistas uruguayos andan bien en todos lados, porque en otros lugares tienen otras condiciones para desarrollarse. Mirá que te hablo cerquita, de acá nomás. Yo jugué en Paraguay, o Chile, y las condiciones son mucho mejores. La salida del país para los jugadores es muy particular. Capaz que para mí es la diferencia y capaz que para otro no es nada. Lo del tema económico depende de cómo sea cada uno y de lo que se quiera satisfacer. Yo me siento bien con lo que tengo y gané gracias al fútbol.