Ayer estaba previsto que en la Cámara de Diputados se aprobara definitivamente la reforma previsional, que perjudica a los jubilados y a beneficiarios de programas sociales como la asignación familiar, pero el ambiente estaba picado tanto dentro como fuera del recinto.

Cientos de personas se dirigieron al Congreso con el objetivo de impedir la votación. El despliegue de la Gendarmería incluyó más de 1.000 gendarmes y grandes vallas de seguridad, una dimensión que fue muy criticada por la oposición y también por la diputada oficialista Elisa Carrió, quien dijo que “no se necesitan tantos gendarmes” y que no hay que hacer “ostentación de la fuerza”. Carrió también criticó a los diputados opositores, a los que les dijo: “Tienen que tener cuidado de no atropellar a las fuerzas de seguridad”, y agregó que “si buscás a los gendarmes, los vas a tener”.

Puertas adentro, el oficialismo insistía con que había cuórum para empezar la sesión y votar la reforma, pero varios sectores opositores –entre ellos el Frente para la Victoria y el Frente Renovador– exigieron que se suspendiera porque no había un número de diputados suficiente y por la situación violenta que se presentaba afuera.

La insistencia oficialista terminó cuando intervino en el debate, nuevamente, Carrió: “Lo peor que puede hacer una Cámara de Diputados es sesionar en este ambiente de violencia [...] le pido al señor presidente [de la cámara baja, Emilio Monzó] que levante esta sesión escandalosa”. Acto seguido, Monzó terminó la sesión.

Puertas afuera, la decisión fue celebrada y la mayor parte de la movilización se desconcentró, pese a lo cual se produjeron algunos enfrentamientos aislados con la Gendarmería.

Por su parte, el jefe de Gabinete, Marcos Peña, fue crítico con lo sucedido y aseguró que la oposición promovió una “acción deliberada de violencia” con el objetivo de bloquear “el funcionamiento normal de una institución”, porque “sabía que representaba a una minoría y optó por la violencia antes que por el diálogo”.